Etiquetas

viernes, 14 de diciembre de 2012

Candle Cove, la otra historia


Muchos habrán escuchado la leyenda de Candle Cove, la leyenda contaba de un supuesto 
programa infantil emitido por los años 1971 hasta el año 1972. Hay en varios 
post de esta misma comunidad y en otras webs sobre un supuesto Chat en la que varias 
personas se reunieron allí para hablar de el programa que uno se acordaba, y otros decían 
que veían estática y que les daba miedo. Bueno. Esta leyenda fue desmentida y tiene cierto 
parecido, no mucho igual con lo que sucedió de verdad. El que hizo la conocida leyenda se llama Kris Straub
 

lunes, 10 de diciembre de 2012

Lluvia de castigo

1



Recuerdo perfectamente el día en el que todo comenzó, como si fuese ayer: volvía del trabajo a casa, a la hora de comer, conduciendo con la cabeza cargada de pensamientos. Ideas acerca de mi tambaleante relación con Esther. En las últimas semanas la tensión entre nosotros había ido creciendo hasta llevarnos casi a un punto de ruptura. ¿Y por qué? Por mi negativa a ser padre. Desde siempre, desde el primer momento de la relación, le dejé claro que jamás traería un hijo, mi ser más querido, a este mundo de mierda. Y ella estuvo de acuerdo, pensaba igual que yo; pero han pasado muchos años desde entonces y todos hemos cambiado, madurado en un sentido u otro. Ahora, activado repentinamente como un resorte, su instinto maternal lo impregna todo. Ser madre es su mayor deseo y yo no soy quién para arrebatarle ese derecho; de igual forma que ella no puede negarme el mío a no serlo. Así estaban las cosas.

Estacioné el coche junto al parque donde solía hacerlo todos los días y salí para dirigirme a casa. Envuelto en mi asumido fatalismo, caminaba con desgana por la acera cuando escuché un fuerte golpe a mis espaldas. Sobresaltado, me giré de inmediato, y no tardé en descubrir que había sido el capó de mi coche el que lo había recibido. Presentaba una abolladura notable en su centro, se había saltado la pintura. La sorpresa fue cediendo el paso a la rabia; miré frenético por todos lados buscando culpables. En unos segundos me percaté de lo que había golpeado mi coche: era un fémur humano, tirado junto a la puerta del conductor.