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lunes, 20 de febrero de 2017

Y bien… ¿Podré hacer algo bien? - por Dulce C. Saldaña


Siempre me dicen ese tipo de cosas, ya no debería llorar, pero oírlo de la boca de mi familia me hiere mucho. Mis lágrimas al final logran salir de mis ojos oscuros, lo que provoca que ellos rían lo más fuerte que pueden.

“Estoy bien, no importa”… digo para luego secar mis ojos y seguir con los quehaceres de la casa. Yo algún día demostraré que no soy inútil como dicen ellos, se que haré lo correcto.
Si tuviera una oportunidad de demostrar que soy buena para algo, lo demostraría, y así me querrían por lo menos un poco, como quieren a mi hermana mayor.

jueves, 16 de febrero de 2017

Silbidos


El joven hombre caminaba tranquilo durante esa noche oscura y con nubes que presagiaban una tormenta. “Debería apresurarme”, pensó, mientras se paró y miró directo al cielo, y luego prosiguió con su viaje. La calle estaba extrañamente vacía y tranquila esa noche, algo que este joven había notado hacía ya tiempo y que, por alguna razón que no comprendía, lo inquietaba y lo hacía apresurarse todavía más. De pronto, escuchó un sonido detrás suyo, como un pitido o un silbido, que retumbó en el aire con un eco sombrío y estremecedor y una tonada que despertaba a la locura y a los sentimientos más oscuros que pueden llegar a habitar en el corazón de un hombre, pero que parecía no pertenecer a este plano de existencia tan terrenal, pues era como si proviniera del mismísimo Mas Allá, y cuando se dio la vuelta para buscar el origen de tan extraño y tétrico ruido, no vio más que la calle y los autos estacionados en los garajes de las casas. “Debe ser mi imaginación”, se dijo a sí mismo para tranquilizar su mente, “debo estar cansado y por ello escucho estas cosas”, pero la verdad era que no se creía ni una de las palabras que decía.

Cuando se dio la vuelta para seguir caminando, le pareció ver por el rabillo del ojo y por apenas unos milisegundos, una presencia oscura, que se asomaba desde uno de los árboles que se encontraban allí, pero le restó importancia, tratando de convencerse de que todo era un producto de su imaginación y de su agitada mente, en vano. Comenzó a caminar de una manera apresurada, casi corriendo, con ese sonido detrás de él que parecía acercarse cada vez más. De vez en cuando se daba la vuelta por unos segundos para mirar hacia la nada, esperando ver por fin de donde provenía ese silbido infernal, y todas las veces veía lo mismo por el rabillo del ojo: una figura etérea que se asomaba desde detrás de algo.