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jueves, 22 de septiembre de 2016

la aprendiz


Toda mi vida ha sido siempre monótona y aburrida, nunca hubo cambios ni nadie especial, tampoco fui especial para alguien alguna vez, siempre fui un espectro, un ser invisible en medio de un mar de gente, siempre pasando desapercibida, sin llamar la atención, teniendo que soportar la indiferencia de los demás cada día durante tanto tiempo para que, por alguna razón, a los 25 años, el primer hombre que parece notar mi existencia sea un maldito psicópata que me tiene atada a una silla en este horrible lugar. Yo y mi mala suerte.

Ya casi no siento las manos, están fuertemente atadas al espaldar, me siento mareada y confusa, tal como las otras jóvenes en la habitación. La mordaza en la boca tampoco es algo muy agradable, pero es mejor que tener que oír los gritos desesperados del resto de infelices que están aquí conmigo, todas un montón estereotipadas, claramente son unas inútiles… pero apuesto a que el mundo las adora. Me dan asco.

Mi madre siempre se quejó de que yo era una amargada, una inútil sin importancia a quien nadie querría jamás; si así es el amor de madre claramente hice bien en alejarme del resto de las personas, aunque para este demente fui lo suficientemente importante como para ser “secuestrable”, pero la verdad es que no me interesa, si lo que quiere es matarme puede hacerlo, morir ahora es mejor que seguir aguantando este mundo decaído y contaminado de tanta ignorancia e indiferencia, sobretodo lleno de hipocresía que desborda el límite humano, pero igual este mundo se las arregla para que la mayoría sean un montón de infelices mientras que los adinerados viven como reyes, pero lo que no me cabe en la cabeza es por qué demonios el grupo de infelices se divierte haciendo mi vida cada vez más miserable.

Al notar la palidez repentina en las otras chicas es cuando me percato de que nuestro secuestrador está en la sala, cuarto o lo que sea esta pocilga infernal, y que está colocando varios instrumentos en una mesa, uno de ellos es claramente una cuchara… no sé de que va este tipo, pero está claro que no está bien de la cabeza.

Lo veo acercarse a una de las víctimas, la única pelirroja en la habitación además de mi, el cuerpo del hombre no me deja ver lo que le está haciendo, pero por como ella se mueve y por el sonido que hace no parece algo que ella esté disfrutando… y lo confirmo al momento en que él se aleja y noto claramente como la muchacha ha “perdido” uno de sus ojos. La sensación de asco y temor me resultan insoportables, cierro los ojos pero la imagen está grabada en mi mente como si le hubiese tomado una foto con el cerebro… si pudiese pedir un deseo en estos momentos sería morir antes de que al tipo se le ocurra hacerme eso.

Lentamente presencio como el secuestrador va una por una arrancándoles un ojo para luego colocarlos en frascos, todos y cada uno de ellos enumerados; el de la pelirroja era el 16 y ahora va por el 19, así que supongo que yo seré la víctima número 20 y luego seguirán las otras 3 que faltan. Mi único consuelo es que después de su horrendo ritual me asesinará rápidamente como a las otras.

Llegado mi turno veo que, a pesar de haber matado a varias, sus “instrumentos” están limpios, incluso sus guantes, supongo que este hombre está más enfermo de lo que pensaba como para cambiar sus utensilios por cada víctima, incluso se detiene a mirarme, a palparme el rostro y frotar mi cabello, tal vez esperando que comience a temblar de miedo como las demás, pero no tengo miedo, lo que siento es odio, odio por estar frente a la clase más perversa de maldad, y al parecer él lo ha notado, porque me ha sonreído.

Después de toda la contemplación de mi imagen asegura mi cabeza fuertemente y coloca la cuchara sobre uno de mis párpados, sin embargo, no se mueve, no hace presión, ni nada, simplemente permanece inmóvil. Hago un esfuerzo y consigo ver su rostro, aquella mirada de sadismo había desaparecido y en su lugar veía un rostro pensativo, como si meditase algo de suma importancia, luego me hecha una mirada y aquel ser maquiavélico vuelve, aunque me suelta y se traslada detrás de mi, sé que está muy cerca porque siento su respiración en mi nuca, luego ocurre lo inesperado, me percato de que mis manos son libres, automáticamente después siento algo frío sobre mis piernas y noto un cuchillo sobre ellas, al tiempo que observo que, aún manteniéndose detrás de mi, señala con el dedo a una de las otras chicas de la habitación.

Casi instantáneamente cojo el cuchillo, me levanto y camino lentamente hacia la joven, noto que ha llorado tanto que no le quedan más lágrimas, veo como se siente tan indefensa, tan asustada. Mi corazón se acelera a medida que me acerco, pienso en todo lo que he tenido que pasar durante tantos años, toda la injusta crueldad con la que me han tratado, luego devuelvo la mirada a la desdichada en la silla y veo sus joyas, la pintura en sus uñas, el olor de su perfume, el intento de maquillaje y me doy cuenta que estoy frente al tipo de persona que tanto me ha hecho sufrir y, sin pensarlo dos veces, la apuñalo en el pecho una y otra vez, dejando salir toda mi rabia e indignación, hasta sentir el brazo cansado, es en aquel momento que me detengo y veo su cuerpo sin vida manchado de sangre, y me encanta, me fascina lo dulce que es la venganza, injusticia por injusticia, como si de una droga se tratase.

Dirijo la mirada hacia las otras y planifico mentalmente que le haré a cada una, pero mis pensamientos se interrumpen al sentir una mano sobre la mía, volteo rápidamente tratando de atacar pero veo que es él, el asesino de tantas jóvenes, quien lentamente retira el arma de mi mano al tiempo que me rodea con los brazos… es en ese momento en que me percato quién es él realmente, no es un enfermo ni un psicópata, es el hombre más listo del mundo, el hombre que ha descubierto el mayor placer de todos, el hombre cuya mirada me va seduciendo hasta sentir que mis labios tocan los suyos… mi amante y mi maestro.

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