Ya sentí ventarrones tan fuertes que me dieron ganas de asegurar el techo para que no saliera volando, y algunas horas después todo aquello no era más que una suave brisa. Ya escuché rugir chubascos tan violentos que daba miedo abrir la ventana, pero poco después se resumían en tímidas gotas que morían en el vidrio. Es pasajero, el miedo es pasajero. La agonía nos abraza tan fuerte que dan ganas de salir a salvar el mundo, pero al abrir la puerta ya no hay peligro alguno. Todo depende de la importancia que le das.
Aquel techo ya estaba allí desde hacía mucho tiempo. Ahora tendrás que vivir bajo el manto de las estrellas, acampando en el medio de la nada y teniendo como paredes nada más que el vaivén de las hojas.
Incluso yo que soy tan terca aprendí a tranquilizarme y a respirar en lugar de suspirar. Hasta yo que soy un caos sentimental aprendí a no hacer tormentas en un vaso de agua. Yo, que viví siempre llena, sin espacio para nada de tanto llenarme de todo, aprendí a abrir la válvula de escape para vaciarme un poco. ¿Qué tiene de malo? Pasarse la vida con el corazón acelerado por los motivos equivocados es un desperdicio de hormonas. Acelera cuando algo te sale mal, acelera cuando no te dicen lo que quieres escuchar, acelera cuando alguien va en tu contra, acelera cuando no entienden lo que sientes.
¿De todos modos, para que esforzarse tanto? Se hizo rutina esforzarse al máximo para aplacar los latidos, ya es hora de tomar una dosis del tranquilizante más fuerte jamás inventado. Ese que deja en ridículo a cualquier droga a la venta en una farmacia, que no viene con indicaciones, pero que es tan fácil de tomar que ni siquiera las necesito.
Date un tiempo, tómate un tiempo, no culpes al tiempo, siente el tiempo y recupera tu tiempo.
Lo que no puedes permitir es tener tanto miedo de la vida, y esconderte atrás de tantas puertas. Pues… todo pasa. Me he encerrado con tantas cerraduras pero unos segundos después ni siquiera podía recordar lo que estaba guardando. Estuve tanto tiempo corriendo con la soledad que cuando me di cuenta iba de la mano con ella. Entonces, dejé de correr. Abrí las cerraduras. Abrí las ventanas. Y le sonreí al viento. ¿Si funciona? Unos días sí, unos días no. Pero suceden, los días buenos suceden, y los malos también. Si la lluvia tiene sus etapas, ¿por qué yo no?
E incluso si todo va mal, de todos modos, no hay problema. Me acuesto en el tejado de una casa cualquier, veo al cielo y me inventó una nube que llueve sonrisas, justo encima de mí.
La incertidumbre también tiene su encanto.
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