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miércoles, 14 de enero de 2015

12 falacias y prejuicios cognitivos que impiden la racionalidad absoluta

La razón humana no es tan perfecta como casi siempre es considerada y, por el contrario, tiene grietas estructurales que conducen al error, las equivocaciones y las falsedades, o tal vez no sea así, y eso que consideramos tan despreciable es una expresión más de nuestro deficiente pensamiento. El razonamiento es tal vez el mejor mecanismo para ejemplificar cómo la naturaleza y la cultura se encuentran íntimamente ligadas, ya que una y otra se alimentan mutuamente formando una especie de simbiosis, donde una no puede existir sin la otra.


Mientras que por un lado, el pensamiento racional fue uno de los mecanismos decisivos en el proceso de la supervivencia, su refinamiento posterior llevó a una forma de pensar muy marcada, una forma de raciocinio que es la única que conocemos, pero no la única que suponemos, una paradoja que nos hace imaginar lo que podría ser sin definirlo completamente.

Nietzsche, Foucault y otros filósofos han mostrado cómo el pensamiento racional tiene formas muy específicas, que no hay un patrón de pensamiento, a pesar de que esto sólo puede expresarse unicamente desde esta manera de pensar.

Tal vez por eso la lista que se presenta a continuación tiene un doble significado. Por un lado, sí, reunir estos vicios y trampas de la razón que, como dice el título, nos impiden ser totalmente racionales: falacias, prejuicios y tendencias que nos inclinan a un “lado oscuro” donde las cosas parecen correctas y verdaderas más solo por una deficiencia sutil de argumento.

Por otro lado, sin embargo, también nos gustaría acabar con esa carga negativa que durante siglos ha sido atribuida a estas expresiones del pensamiento racional. Se trata, en definitiva, de un ejercicio de auto-reflexión sobre la razón humana, nuestra razón, siempre puesta en un altar propiciatorio, pero que de ninguna manera es la única posible, ni mucho menos válida.

Falacia de confirmación:
Aceptemos: Todos queremos discutir, pero sólo con aquellos que saben que, secreta o abiertamente, están de acuerdo con nosotros. Buscamos a nuestros pares: en capacidad intelectual, en acerbo cultural, en posiciones políticas, en credos y no siempre nos resulta muy agradable salir de esta zona de confort. A este comportamiento psicológico Leon Festinger lo llamó “disonancia cognitiva” y, en general, se traduce en un fortalecimiento de nuestra visión del mundo, la cual se ve un poco cuestionada.

Falacia de grupo:
Similar a la anterior, esta falacia se remonta a los tiempos tribales de nuestra especie e inclusive a las características más elementales como el efecto de la oxitocina sobre el comportamiento. Este neurotransmisor nos lleva a apoyar a aquellos que son parte de nuestro grupo 1 (nuestra tribu) y, por el contrario, a rechazar a los que no son parte del misma 2.

Falacia del jugador:
Como los jugadores consumados3, la repetición de un evento nos hace pensar que detrás de esto hay un sentido, un modelo que predice el próximo evento. Lanzamos una moneda cuatro veces y a partir de los resultados, creemos que podemos predecir el resultado de la quinta, en contradicción con el cálculo irrefutable de que las probabilidades siguen siendo 50/50. También es una práctica mental similar a la que Poe relata al inicio de “carta robada”, la parte en la que habla sobre el chico que siempre ganaba el juego de ‘Par o impar’.

Racionalización post-compra:
Un auto-engaño muy contemporáneo: aquel en el que estamos convencidos, por todos los medios posibles, de que realmente necesitamos, o posiblemente necesitaremos, de un producto costoso y en el fondo totalmente inútil que acabamos de adquirir. Visto de manera más amplia, es una forma de sentirse mejor 4 ante una decisión equivocada, está relacionado con trastornos tales como el síndrome de Estocolmo.


Probabilidad de negligencia:
En este espejismo del pensamiento, nuestro cerebro no nos deja entender que, estadísticamente, es menos probable morir en un accidente automovilístico 5 o un acto terrorista que, por ejemplo, al caer por las escaleras o por una intoxicación accidental. La probabilidad de negligencia se refiere, según la psicóloga social Cass Sunstein, al hecho de exagerar el riesgo de las actividades relativamente dañinas y al mismo tiempo sobre dimensionar las más peligrosas.

Tendencia a la observación selectiva:
Hay días en los que nos enfocamos más que otros en determinadas circunstancias y, erróneamente, tendemos a pensar que esto no ocurre con la frecuencia con que acontece en ese comento. Adquirimos ropa, un par de zapatos, una camisa, etc y la empezamos a ver por todas partes. Una mujer se queda embarazada y de repente advierte que todas las de su género a su alrededor también están embarazadas. La mayoría de las veces, sin embargo, esto no es una coincidencia fortuita sin mayor trascendencia.

Falacia del statu quo:
El pensamiento conservador por excelencia, aquel en que en realidad las cosas están bien como están, se trata de “el mejor de los mundos posibles”, una regularidad que se expresa en las decisiones cognitivas que optan por evadir el cambio y mantener las rutinas que nos dan seguridad en nuestra existencia diaria.

Inclinación a la negatividad:
Por un mecanismo curioso a la vez mental y social, es muy común que el aspecto negativo de las cosas sea más atractivo que lo positivo. Malas noticias, por ejemplo, son más conocidas que las buenas, en cualquier nivel de socialización. Al parecer no se trata de un problema que se explique unicamente por la morbilidad (esto es sólo una consecuencia paralela), si no que culturalmente aprendimos a pensar que la mala noticia es, en esencia, más importante o profunda, según algunos una reminiscencia evolutiva del pasado, en la que saberse mover entre la negatividad del mundo significaba más probabilidades de adaptarse y sobrevivir.

Efecto Bandwagon:
El individuo modifica notablemente su comportamiento y su manera de pensar cuando forma parte de una multitud, cuando esta lo abraza y lo convierte en uno de sus anónimos miembros. El efecto bandwagon (que tomó su nombre de la carreta que lleva la banda musical de un tren de circo) dicta que la probabilidad de que una persona adopte una creencia o conducta es directamente proporcional a cuántos otros ya la tengan, lo que significa que existe una tendencia psicológica a seguir o imitar las acciones y pensamientos de los demás, porque preferimos ajustarnos a lo pre-existente, ya que es imposible no derivar nueva información de lo que otros piensan y hacen.

Falacia de la proyección:
Vivimos siempre bien con nosotros mismos, lo que somos y lo que pensamos. Sólo con un poco de esfuerzo, es posible que pasemos a percibir un poco fuera de nuestros propios limites y vislumbrar un reflejo de la alteridad. Por lo tanto, es muy común suponer que los demás piensan lo mismo acerca de nosotros 6 y, por consiguiente, que estarán de acuerdo con lo que defendemos y rechazamos.

Tendencia del momento actual:
Esta tendencia también podría ser denominado como hedonismo, e incluso parece tener raíces clásicas, filosóficas y poéticas. Según algunos estudios, los seres humanos tienden a dejar el sufrimiento para después y prefieren el placer del ahora, en otras palabras, apenas podemos imaginar situaciones futuras que puedan alterar nuestros comportamientos y expectativas actuales. Así que para un simple ejemplo, un estudio realizado en 1998 7 demostró que cuando se trata de elegir los alimentos de la próxima semana, 7 de cada 10 personas optan por una fruta, pero si la elección se refiere al día de hoy, 7 de cada 10 se inclinan por un chocolate.

Efecto de anclaje:
Como si lanzáramos un ancla para estabilizar antes de un proceso racional, nuestra mente tiende a establecer un cierto número de factores 8, circunstancias, creencias, etc., Para hacer comparaciones y jerarquías, que son inamovibles y no negociables. Cuando vamos a una tienda, por ejemplo, y prácticamente el único elemento de comparación entre productos similares es el precio, y todo lo demás desaparece ante nuestros ojos y de nuestro entendimiento.

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