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domingo, 18 de enero de 2015

Cuanto más, menos.


Es, pues, innegable que, sea bajo la forma republicana, sea bajo la forma monárquica, casi todas las instituciones sociales y gubernamentales son, en la raza latina al menos, una enorme mentira convencional, que todos aceptamos en nuestro fuero interno, en tanto que gozamos de las dulzuras de una regalada vida.

Mentira es la fe en un parlamentarismo que a cada momento nos pone de relieve su triste impotencia; mentira la fe en la infalibilidad de las esferas del Estado, formadas con asaz frecuencia por los ciudadanos menos cultos e inteligentes; mentira la fe en una absoluta justicia que, pesando excesivamente sobre los hombros del humilde, no grava sino con un 20 por 100 a los verdaderos culpables de nuestros infortunios, imbéciles casi siempre.

Es un hecho gravísimo, sobre todos, que las bases del gobierno representativo estén adulteradas. Ha parecido por algún tiempo que cuanto más se tienda a dividir el poder, tanto menos despótico será éste, y tanto más inteligente y moral. Mas contradicha estaba tal creencia aun en los siglos pasados, en tiempo de Maquiavelo: toda forma de gobierno lleva en sí los gérmenes que han de arruinarla; y esto ocurre aún más con la nuestra, basada sobre la multitud; y una multitud, aún la menos heterogénea, aún la más escogida, da una resultante de sus deliberaciones que no es seguramente la suma, sino la sustracción del pensamiento del mayor número.

Cesare Lombroso (1835 - 1909), de su libro "Los Anarquistas" (1894)

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