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miércoles, 22 de marzo de 2017

Una vida envidiable - por Okami.


El hartazgo del sueño me levanta. Me giro del lado equivocado de la cama y me dirijo al baño,  paso al lado del espejo y me miro. Me quito la camisa  y al hacerlo veo mi monumento a la estupidez humana, las cicatrices inundan mi cuerpo, como si quisieran ser vistas, pero no, nadie debe saber que las tengo o porque las tengo.
 
Salgo de el baño y recorro la sala, llena de basura y otras cosas, entro a la cocina y tomo un café, negro por supuesto, pero no es suficiente quiero algo que lo acompañe, miro en la alacena y la abro, están todos mis “instrumentos” excepto  aquella galleta que esperaba ver, suspiro al aire y cierro.
Después me dan ganas de mirar un poco la tele, esperando encontrarme con algo que sacie mi necesidad de saber que pasa, (canal 1) tragedias,(canal 2) muerte,(canal 3)corrupción,(canal 4) genocidio, y al ver esto, solo tengo que esperar a que suene el pequeño teléfono de mi buro para salir a no se donde.
Aprovecho el estar en mi hogar para no hacer nada antes de hacerlo todo,  pero se me cruza la gran idea de ir a tomar aire fresco, me pongo mis tenis deportivos y salgo a dar un paseo matutino.
Al ir por la avenida me topo con un hombre elegante de traje negro, bien afeitado y con celular en mano, y me pregunto: “¿quiero ser ese hombre?” pero al parecer algo en mi mente me dice que no, por supuesto que no…
Llego a aquel bonito parque lleno de esas familias “felices”, recuerdo aquella felicidad, recuero la calidez maternal, pero hay que hacer sacrificios de vez en cuando, y esta vez me toco a mí.


Ya satisfecho con la caminata regreso a mi hogar, un pequeño apartamento, nada llamativo, y al entrar escucho aquel teléfono que esperaba que sonara cuando estaba viendo la tele.
Dejo que suene un pequeño rato, mientras me siento en un sofá pensando en aquellas familias, pensando en si saben lo que hago, si tienen alguna idea de lo que es ser alguien como yo, pero para eso hago lo que hago, para que ellos no sepan que pasa o pasara.  Y viene a  mi mente cuando era niño, cuando mi nombre era otro, cuando sabían que existía y suspiro de nuevo al aire.
Porque el destino quería que fuera alguien “peculiar” no es que me guste ni nada por el estilo, pero que bueno que fui yo.

Al poco rato contesto el teléfono de mi buro y del otro lado de la línea la misma voz áspera a la que nunca me acostumbro me da información: donde lo puedo encontrar, coordenadas, latitud y longitud…
Hora de ponerme en marcha.
Espero a que caiga la noche para facilitar un poco el trabajo, me infiltro en el edificio en el que se supone que debe de estar el objetivo y llego asta la oficina donde está, tiene guardias, ningún problema para mi.
Contengo la respiración y entro haciendo lo que mejor se hacer.
Un pequeño enfrentamiento de 1 minuto a corto alcance y los guardias son historia.
Llego al objetivo y hago el  trabajo.

Al regresar al  apartamento  me acuesto, y siento un dolor punzante en el lado derecho inferior  de mis costillas, noto que tengo una herida y esta sangrando, no le tomo mucha importancia, y después de pensar un rato y repasar una y otra vez lo que hice para saber que me hirió me di cuenta de que el sujeto al que le tenia que hacer el trabajo era el mismo que me topé cuando salí a caminar.
¿Qué habrá hecho para merecerse mi visita? ¿Qué fue lo que desencadeno en su pasado las decisiones que tomó?
Ya es demasiado tarde  para pensar sobre el sujeto, pero pienso sobre ¿y si yo hubiera sido ese sujeto? ¿Que es lo que tengo que hacer  para ser un objetivo?,
Suspiro al aire, y me concentro un poco más en el dolor, me doy cuenta de que es demasiado tarde para hacerlo y solo espero lo inevitable,  me hirieron en el éxtasis del enfrentamiento pero ya no importa.
Antes de no saber nada de mi de lo único que me alegro es de que al menos supe como en verdad era el mundo, de cómo es verdaderamente la gente, no vivía mentiras, creo que fue una vida agradable, fue una vida envidiable, y lo único de lo que me doy cuenta ahora es de que se me cierran los ojos.

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