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domingo, 19 de marzo de 2017

“Susana decide morir” - por Alejandro Perez


Tic tac, tic tac… Por la ventana se cuela el zumbido de un neón callejero que satura el ambiente. Golpes en la pared. Ella abre los ojos y se levanta de la cama. Lo intuye, algo va mal. No pueden apenas apreciarse colores en la oscuridad de la noche. Sirenas de policía a lo lejos; disparos.

Tic tac, tic tac. Alguien corre despavorido por la calle, intentando huir de lo inevitable. Nadie puede salvarse; todos correremos el mismo destino. Se acercan. Su pelo ondea mecido por el viento, ajeno al horror que sucede a pocas calles. Lo huele, lo nota en el aire… Una electricidad latente. Su corazón late despacio, sin prisa. Llegará el momento en el que deje de latir, y para aquel instante ya nada tendrá sentido.
Tic tac, tic tac. Un reloj de pared martillea su cabeza, como una gota cayendo continua y lentamente sobre el suelo. Se agacha y rebusca desesperadamente en su mesa de noche.
-‘¡Lo tengo!’
Coge el objeto con delicadeza y lo sujeta en su ropa interior. Se dirige hacia el armario para vestirse, pero se detiene.
‘No hay tiempo para eso’ -Dice para sí misma.- ‘Piensa.’
Las pastillas, no surtirán efecto, son demasiado lentas. No te las tomes. Encontrarán tu cadáver chorreando espuma por la boca. Cambia de idea. Decide agacharse y calzarse sus botas favoritas.
‘Éstas’ -piensa-
El neón ilumina su pecho desnudo. Jazz y sexo en el ambiente. Hace mucho que perdió la cuenta de los hombres a los que había seducido y atrapado en aquella habitación, y sin embargo guarda en su memoria el recuerdo nítido de cada uno.
Tic tac, Tic tac. El reloj no miente, y el tiempo no perdona. Un último cigarro antes del momento decisivo.
‘No tengo encendedor, maldita sea’
Se escuchan gritos. Gemidos. Chirridos. Como si las paredes cobrasen vida y aplastasen lentamente la habitación. El olor a quemado se hace inminente. Los segundos se escurren por el desagüe, y su vida también. Están en la puerta.
‘Éste es el momento’
La puerta se abre de golpe, y una docena de manos chorreando sangre se apelmazan y compiten por entrar.
Sujeta el calibre 0.22 entre sus manos y aprieta el gatillo. Milésimas de segundo después, un estallido le arrebata la vida a Susana.
Tic tac, Tic tac.

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