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domingo, 7 de julio de 2013

Sin expresión


En junio de 1972, una mujer apareció en el hospital Cedro Senai en nada más que un vestido blanco cubierto de sangre. Esto no debería ser demasiado sorprendente, la gente a menudo tiene accidentes cerca y viene al hospital más cercano para la asistencia médica. Pero había dos cosas que causaron a la gente el deseo de vomitar y escapar de terror. El primero, es que ella no era exactamente un humano. Era algo parecido a un maniquí, pero tenía la destreza y la fluidez de un ser humano normal. Su cara, era tan impecable como los maniquíes, sin cejas ni maquillaje. La segunda razón, es que ella tenía un gatito apretado en medio sus dientes, sus mandíbulas apretaban de una manera tan fuerte al pequeño gatito hasta el punto en que ninguno de sus dientes podían ser vistos, la sangre salía a chorro hacia fuera sobre su vestido y en el piso. Entonces ella lo sacó de su boca, lo abandonó y se desmayó.
A partir de entonces, fue llevada a un sector del hospital y limpiada antes de ser preparada para la sedación, se mostraba completamente tranquila, inexpresiva e inmóvil. Los doctores habían deicidido retenerla hasta que las autoridades pudieran llegar y ella no protestó. Ellos eran incapaces de conseguir cualquier clase de respuesta de la mujer y la mayor parte de empleados se sintieron demasiado incómodos para mirarla directamente por más de unos segundos. Pero cuando el personal intentó darle el calmante, ella se defendió con una fuerza realmente impresionante. Dos miembros del personal que la dominaban con su cuerpo se elevaron encima de la cama para sostenerla, su expresión estaba en blanco. Ella giró sus ojos impasibles hacia el doctor e hizo algo insólito. Rió. En cuanto lo hizo, la enfermera gritó y quedando en shock se desmayó, ya que los dientes de la mujer no eran dientes humanos, sólo unas piezas largas y afiladas.
El doctor la miró fijamente durante un momento antes de decirle: "¿Qué rayos es usted?". Ella se liberó de los hombres que aún la sostenían espantados, todavía sonriendo. La seguridad había sido alertada y podía ser oída bajando el vestíbulo. Como ella los oyó, se lanzó adelante, hundiendo sus dientes en el cuello del doctor, arrancando su yugular y dejándole caer al piso, muriéndose, él se ahogó en su propia sangre. Ella se levantó, su mirada era peligrosa y sin vida. Se inclinó más cerca y susurró en el oído del doctor muerto: “Yo…Soy. Dios.” Los demás doctores la miraron llenos de miedo… Se fue alejando calmadamente despidiéndose de los guardias de seguridad.
Cada vez que alguien mira sus dientes, se convierte en su bocadillo.
La enfermera que sobrevivió al incidente la llamó “Sin expresión” y nunca más se supo de ella.

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