MAX Y ESE GRACIOSO RUMOR
Después de que sonó el timbre, todas las chicas se juntaron muy alborotadas. No hacían más que poner cara de sorprendidas y decepcionadas; otras, muy firmes, se mantenían escépticas. Todo ese alboroto había sido generado por los rumores que se habían infiltrado en nuestro tranquilo salón.
No podía haber otro rumor más decepcionante. Los
sueños de mis compañeras por andar de la mano con el chico de los ojos
azules peligraban porque según éste famoso rumor, se había visto a Max en
una escena comprometedora con un alumno de otro colegio.
Todo eso me parecía un circo. Como era posible
que Max, mi amigo de la infancia, había sido visto besándose con otro chico.
Definitivamente no era creíble. La imaginación de las chicas estaba fuera del
alcance de la realidad, era totalmente imposible. Pero ahí estaban ellas,
cuestionándose entre muy desencajadas.
— Debe ser verdad, además, los chicos
guapos resultan ser gays.
—Que injusto. Debe ser una mentira de las chicas
del salón “A” para que no nos acerquemos de él.
—Sí, esas siempre andan cuidándolo como si Max
fuera de su propiedad solo porque estudia en el mismo salón que ellas.
—Dicen que…
Dicen que estaban en un parque, uno cerca al
colegio, y que Max lo tenía casi arrinconado a un árbol. Dicen que ese
chico era delgado, que tenía el cabello rizado y que al lado de Max lucia
como una chica encantada por la imponencia y belleza de su
acompañante. Dicen que ese chico es un alumno muy destacado en las materias
académicas y que resalta por su graciosa simpatía entre sus compañeras. Las
chicas debían tener razón en decir que los chicos apuestos son gays, supongo.
Pero no, no creo que Max haya sido el chico del parque. Debió haber sido otra
persona, pero no Max, él no. Los rumores me daban risa y más ahora.
—Hey — Max me llamó desde la puerta de mi salón
— qué tanto haces.
Max entró al salón y se sentó en una carpeta, al
lado mío. Su forma de sentarse es muy particular, tan fresca, tan libre. No hay
nada que lo ponga rígido, más bien se ve flexible, con las piernas y brazos muy
relajados.
Sea lo que sea, rumor que venga o no, no haría
que las chicas cambiasen. Con la llegada de Max ellas empezaron con su
acostumbrado alboroto de niñas tontas. Algunas, muy orgullosas, continuaban con
sus actividades habituales durante el recreo; otras lo miraban en grupito desde
sus asientos haciéndole risitas y un par de ellas, memos tímidas, se acercaron
a saludarlo con un beso en la mejilla:Dulce y fresa.
Nada había cambiado, todo seguiría igual. Podía
ser que ese rumor continuara o que desapareciera, pero todo seguiría igual
porque las chicas se encontraban fascinadas con Max.
Estaba envenenado por ese rumor. Solo esperaba
que la próxima pareja de Max fuese una chica y no ese chico de cabellos
rizados, como describían al misterioso amante secreto de Max; esperaba que
Dulce y Fresa se cambiaran de colegio porque no me agradaban.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario