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jueves, 9 de abril de 2015

Los Secretos de Caramel - prt25

El Incidente del Celular 


Desde que mi mejor amigo Max comenzó a salir con una niña de quinto año de primaria, un año mayor que él, su celular no paraba de sonar, o al menos eso me parecía. Nos interrumpía cuando mirábamos películas en su cuarto, durante un interesante enfrentamiento de videojuego, cuando estábamos en el centro de la ciudad, cuando hacíamos la tarea; durante todo el tiempo no dejaba de sonar. Su tono de celular me comenzó a escarapelar la piel. Me ponía muy tenso porque sabía que al otro lado se encontraba azul, su enamoradita, con la esperanza de hablar horas y horas con Max.  Hasta entonces nadie nos había interrumpido con llamadas a cada rato, por eso esas timbraditas empezaron a ser muy odiosas. Cada día que pasaba lo odiaba más.

— ¡Te gane, genial! —Me dijo después de varios intentos por derrotarme en un juego de video.
—No te alegres, la próxima no dejaré que me ganes.
—Caramel, no seas problemático, te gané limpiamente…Espera—me dijo para contestar su celular.
Ese sonidito empezó a irritarme. Era azul, nuevamente, con sus ansias de tener a Max pegado a su celular. Sabía que se demorarían hablando hasta que ella se despidiera y terminase la llamada. Solo me quedaba respirar tranquilamente, y empezar a jugar solo.
—Sí, ya lo sé, pero si no puedes entonces mejor ya no. Mejor quedemos otro día. Qué problemática. Entonces después de salir del colegio, pero rápido porque tengo que almorzar, y eso para mí es impostergable. Sí, sí, impostergable…—le decía a Azul.

Yo estaba siendo un desastre en el juego. No ganaba ningún enfrentamiento contra la máquina, porque mi atención estaba puesta en cada palabra de mi amigo Max. Sus planes de citas también eran programadas con frecuencia por azul. Por culpa de esa niñita ya no regresaba a casa junto a Max, porque ella se le acercaba cada vez que podía.
—Ok, voy a colgar. Ahora estoy jugando videojuegos con Caramel, así que no llames. Sí, sí ya lo sé, Chau— colgó.
—Si quieres me voy —le dije aun jugando a solas—, para que sigas hablando con tu enamoradita.
—Está solucionado, no volverá a llamar. Le dije que estoy contigo, así que no lo hará.
Yo no le respondí nada. Me mantuve mirando la pantalla del juego con el mando en la mano.  Intentaba ganar.  Mi mal humor me estaba haciendo quedar en ridículo en el juego, porque no hacía más que perder de la manera más humillante frente a mi contrincante. No solía molestarme muy seguido con Max, pero cuando me resentía, no podía hablarle fácilmente. La situación provocaba un silencio incómodo.
—Le voy a comprar muchos caramelos a Caramel para comerlos juntos y también galletas, muchas galletas—Me dijo con su tono de voz como si no pasaba nada, aunque él sabía muy bien que mi humor estaba por los suelos.
Max salió de su habitación. Yo me sentí muy mal por no poder hablarle, pero sabía que Max regresaría para hacerme reír con la intensión de lograr que todo volviese a ser igual entre nosotros. Respiré hondo otra vez.  Sentía muchas ansias, me sentía ridículamente estúpido por querer todo el tiempo de mi amigo cuando sabía que la mitad era de Azul.

¡¡Ring!! ¡¡Ring!!

Volvió a sonar. El timbre era intenso e interminable. Me puse de pie y caminé hacia la cama, el lugar donde Max había dejado el celular. Lo agarré y leí en la pantallita el nombre de Azul. Sin darme cuenta apreté el botón para contestar. De inmediato empecé a escuchar los parloteos incoherentes de Azul, la enamorada de Max.
— ¡Ya deja  de llamar, Max está conmigo! —le dije con un tono irritado.
— ¿¡Qué!? ¿¡Caramel, eres tú!?
De inmediato apagué el celular, pero no pasó ni más de un segundo para que volviera a timbrar. Salí muy rápido hacia la cocina, dejé que el lavadero se llenara de agua y lo sumergí aún con el celular sonando.
—Qué haces—escuché la voz de Max.
Max había regresado. Me sentí de lo peor. Su celular estaba sumergido en el fondo y yo parado como si hubiera cometido el peor de los asesinatos. Él se acercó junto al lavadero y saco su móvil inservible.
—Qué mal, esto no se ve nada bien—dijo sacando la batería del equipo.
No supe que decir, solo guardé silencio.
—Ella llamó, ¿verdad? —preguntó.
—Max —pronuncié con dificultad—, lo siento. Juntaré dinero y te compraré uno nuevo, lo prometo.
— ¿Llamó?
—Sí
—Qué molesta, le dije que no lo hiciera.
—Max…te compraré uno nuevo—insistí con la esperanza de que se diera cuenta de lo arrepentido que estaba por haber malogrado su celular.
—No importa, de todas maneras mamá me iba a comprar uno nuevo. Vez, no hay problemas, no te preocupes.
Max fue hacia la mesa de la cocina, dejó su celular y agarró una bolsa que contenía muchos caramelos de diferentes sabores. También había galletas de diferentes marcas que dejó en la mesa cuando había regresado sin que me diera cuenta. Su actitud tranquila me puso nervioso. Yo no podía ignorar el hecho como si nada hubiera pasado. Azul debía de estar preguntándose sobre lo sucedido en algún lugar de su casa.
—Max, Azul, yo le colgué…
—Caramel, tranquilo, después le digo lo que pasó. 
—Ella me va a odiar porque le dije que no llame y…
—Sí ella te odia yo la voy a odiar a ella — me interrumpió dándome los caramelos y galletas—No voy a cambiar a mi amigo por una chica, eso nunca. Caramel es más importante para mí.

Al poco rato su mamá regresó de su trabajo. Max le dijo que su celular se le había perdido. Ella prometió comprarle otro en esos días como había tenido pensado hacerlo. Yo deseé que el día de la compra nunca llegase, porque nuestros siguientes días fueron muy tranquilos después de haber hundido su celular en fregadero. Lamentablemente su mamá le compró uno nuevo en la misma semana, y como temí, su celular empezó a sonar incontables veces.

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