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miércoles, 8 de abril de 2015

Todos terminamos solos.


Ella está en la primera fila. Hermosa, cabello negro, blusa de color rosa, botas hasta la rodilla y una chamarra que dice “Maldita Juventud”. Está concentrada en el espectáculo, está perdida en la presentación. Estoy dejando el alma y el corazón en la guitarra, esperando que eso tenga algún efecto sobre ella. Ella mueve la cabeza al ritmo de los acordes.

El vocalista tiene la atención de la multitud, ellos gritan su nombre, pero yo tengo su atención y es todo lo que quiero.

Ya sé que esto no es una guitarra si no un banjo, pero solo es con fines ilustrativos. No hace falta que lo mencionen.
Ya sé que esto no es una guitarra si no un banjo, pero solo es con fines ilustrativos. No hace falta que lo mencionen.

“Tocas muy bien”, me dice. No tengo más elección que enamorarme de aquellos ojos castaños.

“Gracias”, respondo con decisión.

“¿Vas a… volver a tu apartamento o algo por el estilo?”, pregunta.

“Claro”.

Cariño. Pasión. Amor. Sentimientos que había reprimido durante años. Y no aguanto más. Después, me siento débil. Y le pido disculpas.

En esta ocasión, él se manifiesta en la forma de un gánster de 1920. Ríe mientras las lágrimas de ella descienden por su rostro como un río mientras la arrastra al infierno. Hubiera deseado ser lo suficientemente fuerte como para contarle lo que iba a suceder. Desearía haberle contado que vendí algo peor que mi alma al Diablo. Vendí a todos aquellos a los que amo.

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