Etiquetas

domingo, 12 de abril de 2015

ALGUIEN LO TIENE QUE HACER


Todo el mundo tiene un trabajo y jamás he juzgado a una persona por el suyo.  En la cena de Gala todos se callaron cuando dije a qué me dedicaba. ¿Qué esperaban? Alguien lo tiene que hacer. Debo reconocer que también me quedé sin habla ante el silencio. No necesitaba justificar nada. Gala tampoco lo sabía y jamás me lo había preguntado. Éramos amantes ocasionales y muy poco nos interesaban los temas profundos. Yo tampoco sé de que trabaja Gala. Pues bien, todos se quedaron callados cuando dije mi profesión. Pasaron  diez minutos de silencio. Como nadie hablaba tomé el tiempo en mi reloj.
El silencio incomoda pero no pretendía hablar. La primera persona que dijo algo fue un amigo de Gala, un accionista de la bolsa porteña. Toda su compostura era la de un hombre conservador y estructurado. Mordió la punta de un cigarro y escupió el tabaco a un costado. Todos seguimos el recorrido del escupitajo. Se pasó la mano por el cuello y se estiró en la silla. Tuvo que actuar para decir lo que dijo.

– Disculpe, ¿no le da culpa?

Nunca había pensado en la culpa, solo hacía mi trabajo.

– La verdad nunca pensé en ese sentimiento.

El accionista se sirvió vino en su copa vacía. Necesitaba tomar fuerza para atacar otra vez. Gala intervino e interrumpió la segunda pregunta de su amigo.

– Nunca me dijiste nada, es un asco, no puedo entender cómo me acuesto con vos.

Fue la única vez que las miradas se posaran en Gala. La revelación de mi trabajo no la dejó pensar y soltó su bronca. Sus amigos la miraron  sorprendidos y Gala no pudo ocultar su cara rojiza. Tomó una colita para el pelo y se hizo un rodete, luego simuló varios estornudos, se deshizo de su cola de caballo, otra vez estornudó, se rascaba la mejilla. Como todos la seguían mirando, no tuvo más remedio que acudir a su amigo.

– Calo, perdoná la interrupción, ¿qué le ibas a preguntar  a mi amigo?

Ahora las miradas volvieron hacia mí. Calo exhaló una profunda pitada y disparó su segunda pregunta.

– ¿Eso está permitido?

Sentí la necesidad de levantarme y darle una cachetada pero me contuve. Creo que adivinó mi intención porque tragó humo y empezó a toser. Una mujer (artista plástica) le golpeó la espalda varias veces. Cuando por fin dejó de estornudar hizo un gesto con su mano para que respondiera.

– La verdad nunca lo pensé, supongo que está permitido. Cobró en blanco, tengo aportes a la jubilación, me descuentan impuestos.

Ante la respuesta aprecié que la tensión aumentaba. No podían entender mi trabajo. La artista plástica hizo unos movimientos extraños con sus dedos (imaginó que dibujaba un cuadro) y sin mirarme a los ojos me preguntó:

– Yo nunca escuché que existiera un trabajo así, no puede ser, no está permitido.

No tuve más remedio que expulsar una aplanadora carcajada. Fue tan extensa, que le siguió otra y otra. El resto de los comensales se tentaron y comenzaron a reír como locos. No podía entender como pasaban de la estupefacción a la risa. Era increíble cómo se deformaban sus rostros. Me acordé de la novela de Umberto Eco, “El nombre de la rosa”. Los clérigos del monasterio les decían a sus estudiantes que la risa deformaba la cara, por eso era tan importante el silencio. Nunca estuve de acuerdo con los extremos católicos, sí en ese instante. Gala se había convertido en un objeto vulgar. No podía soportar como contorsionaba su cuerpo. Inconscientemente se movía de la misma forma que hacía el amor. La artista plástica dotada de dos enormes pezones era un cuadro cubista. Sus tetas se movían como dos tambores uruguayos. Agachaba tanto la cabeza para reírse que se mezclaban las partes de su cuerpo. Calo era desagradable. Mantenía la postura moderada , pero se le veía comida en los dientes. Y sobre todo la profundidad de su garganta: era una oscuridad aterradora.

Yo no sé cuál era mi apariencia. Dejé de reír porque me dolía el estómago. Todos nos servimos vino y estuvimos unos cuantos minutos en silencio.

Ya que nadie pretendía retomar la conversación, saqué mi billetera del pantalón y busqué la tarjeta que acreditaba mi trabajo. Solo tenía una. La dejé en el medio de la mesa. Gala fue la primera en leerla. Se la pasó a la artista plástica. Ésta la examinó como si tuviera entre sus manos un pájaro en extinción. Con desdén se la pasó a Calo. Leyó lo que decía en el traspaso de la artista plástica y dejó que se hundiera en la mesa. La miró con asombro y me formuló otra pregunta.

– ¿Existe un sola forma? Quiero decir el método siempre es el mismo, lo elige el cliente.

Entendía perfectamente hacía adónde apuntaba. No lo dejé que balbuceara más

– Cada persona decide como quiere morir. Cada persona es dueña de su destino. No entiendo por qué se sorprenden . Los cuatro sabemos que la vida es una verdadera mierda, pues bien, hay personas que no pueden soportar toda la existencia.  Si no me equivoco eso se llama el libre albedrío. Deciden que no quieren vivir más porque este mundo no tiene nada para ofrecerles. ¿Por qué se asombran? ¿Acaso cuando dejamos de amar, no es porque la otra persona no tiene nada que brindarnos? Esto es lo mismo. No hay un contrato que diga que uno debe vivir hasta que el corazón quiera. Y no me vengan con las leyes para ordenar la sociedad.

Gala, casi horrorizada, levantó la mano como un niño escolar para hacerme una pregunta. Accedí con educación.

– ¿Supongo que las personas suicidas deben ser enfermos terminales?

– Muy buena tu apreciación querida Gala, pero es incorrecta. Todos son saludables, fuertes y bien alimentados. La mayoría no tiene percances económicos y mantienen a familias numerosas. En los años que llevo trabajando jamás vino una persona con una enfermedad terminal. Simplemente son personas vacías que se cansaron de tener una cáscara llamada cuerpo , eligen cuándo y cómo morir.

La artista plástica levantó su mano. Le pedí con el dedo índice en mi boca que me dejara terminar con la exposición.

– Por eso no entiendo por qué se han impresionado tanto. Hay mucha ignorancia e hipocresía al respecto. ¿Sí cuál era tu pregunta?

La artista plástica sin controlar su ansiedad me dio las gracias y preguntó:

– Los métodos son armas, cuchillos, pastillas…

– Los que quiera el paciente. El paciente decide que método será menos doloroso.

– ¿Está permitido la presencia de un sacerdote? – preguntó Gala.

– Por supuesto, hasta ahora no han venido muchos, es obvia la razón. Sin embargo hay un sacerdote recurrente , sus clientes son los millonarios de Buenos Aires.

Calo se levantó de la silla. No soportaba más la charla. Nos pidió que lo perdonáramos.

Dijo que no podía entender como yo podía trabajar de “verdugo” de suicidas. Él estaba seguro que era algo ilegal. Su creencia religiosa no le permitía seguir escuchando tantas blasfemias. Se había reído por los nervios. Yo lo miraba muy tranquilo tomando vino. No me dio la mano. Besó a la artista plástica y luego Gala lo acompañó hasta la puerta. Gala regresó al comedor y nos miró sin saber que decir, por eso dijo una terrible estupidez.

– ¿Quieren helado?

– Siiiii- Dijo la artista plástica

– De sambayón por favor- le dije a Gala.

Lo único que pensé en ese momento es lo que no vi en la mesa. Mi tarjeta no estaba. Le pregunté a Gala y a la artista plástica si la tenían. Lo negaron.

¿Cuánto tiempo tardaría en sonar mi teléfono celular?

Esa noche soñé que la garganta oscura de Calo me devoraba .Un número desconocido me despertó a las cuatro de la mañana.

No hay comentarios. :

Publicar un comentario