Le Gustas
—A Max le gusta alguien, es eso, él me lo dijo.
Francis era el primo de Max y había venido a Perú para visitarlo a fines de nuestro tercer año de secundaria. Él no me agradaba del todo porque era familiar de Max y eso me hacía sentir menos al no tener parentesco consanguíneo con mi mejor amigo. A pesar de eso, siempre creí que Max me quería más, pero me decepcioné cuando me enteré que había confiado en Francis y no en mí.
— ¿Así?, ¿Era eso? —dije desganado.
—Sí ¿y sabes quién es?
—Supongo que su novia.
—No, no, no es ella, es alguien más.
Su cara de “Yo sé el secreto de Max” me irritó muchísimo. Mi malestar era más que notable, pero a pesar de eso, él siguió frente a mí con una sonrisa estampada en su cara. Su insistencia era agobiante. Si no intentaba hacer algo lo iba a tener pegado a mi hasta que aceptara jugar a las adivinanzas con él.
—No me importa—dije cortante.
—Ya pues, adivina quién es, intenta.
—No quiero. Me da igual con quien salga hoy, mañana o no sé qué día.
—Ya pues Caramel, inténtalo. ¡Te doy pistas!
—Si te mueres por decírmelo, entonces dímelo.
—No puedo, me hizo prometer que no te lo dijera.
—Si no quiere que yo lo sepa entonces no lo quiero saber. Si no confía en mí no quiero nada—contesté muy dolido.
Me quería ir. El primo de Max, Francis, tenía una manía extraña de vivir molestándome. Él no era el único. Max también solía hacerlo, pero él era mi mejor amigo y todo lo que hacía alrededor mío lo sentía diferente.
—Caramel, inténtalo, te vas a sorprender.
—Cuáles son las pistas—dije con la esperanza de que dejara de molestarme.
—Tú le gustas.
— ¿Qué?
—Lo siento, pero soy torpe con las pistas.
En ese momento pensé que Francis se había pasado de la raya. Sus gustitos hacia su mismo género hacían que su comentario careciera completamente de validez. Con solo un par de días en Perú ya había logrado tener novio, un vecino de Max, a quien hostigó hasta lograr que aceptara ser su novio. Para Francis todo aquello era normal y por eso trataba de arrastrar a mi amigo y a mí hacia su mágico mundo extraño.
—Caramel, él está nervioso porque le convencí para que se te declare. Cuando lo haga dile que sí, ¿ok?
—Francis, Max y yo somos hombres, amigos y tú eres un completo idiota que le gustan los hombres.
—Me encanta cuando te molestas preciosura—agregó ignorándome.
Francis me agarró del brazo, me jaló, pero de inmediato me dejó libre. Se alejó Con una sonrisa que me advertían que alguien se encontraba tras de mí. Casi de inmediato sentí un fuerte abrazo y la respiración caliente en mi cuello.
—Caramel huele muy rico.
—Max—no pude evitar ponerme nervioso luego de las palabras que me había dicho Francis.
—Caramel, ¿quieres ser mi novia? claro, siempre y cuando aceptes compartirme con la que tengo—me propuso con su sonrisa burlona del cual ya estaba acostumbrado.
—Tu primo ha hecho que se te peguen sus manías—dije serio.
—Solo un poco—respondió besando los dedos de mis manos.
— ¡Max!—le reproché.
—Caramel me gusta mucho—me dijo alejándose, yendo hacia su primo —. ¡Vez, te dije que se lo iba a decir!— le gritó.
—Eso fue tan impresionante—le respondió exagerando la admiración.
La manera en que me lo dijo había provocado que mi piel se me escarapelara sobrenaturalmente. Pensé que esas bromitas suyas de tratarme como una chica no iban a disminuir. “Solo sobrellevarlo”, pensaba. Después de todo mi amigo Max era muy molestoso conmigo, igual que su primo, pero a mi amigo no le gustaban los chicos. La amistad que tenía con su primo me empezó a preocupar, porque las manías raras de Francis se le podían pegar a Max y no quería que sucediera. Ese tipo de relaciones no eran nada saludables.
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