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domingo, 12 de abril de 2015

Los Secretos de Caramel - prt29

Solo los Dos 



Mis amigos y yo habíamos quedado en un parque cerca del colegio para hablar sobre un trabajo grupal que nos habían dejado. La división de la tarea fue rápida, por eso al poco rato estábamos tirados en el pasto hablando sobre trivialidades. Mi mejor amigo Max no estaba con nosotros porque él había salido a divertirse con otra persona. Las risas que me rodeaban no me hacían tan feliz como las de él, pero no siempre iban a estar presentes animándome.
— ¿Y dónde está Max? —Preguntó Noche muy curiosa.
Ella no había sido citada en el parque, pero vino porque era enamorada de mi amigo Fabián. Ella era una chica romántica, tierna, amable y muy agradable.
—Salió con su enamorada—respondí.
— ¡En serio! ¡No es justo! —Saltó mi amiga Cristal—Si Max se está divirtiéndose, entonces nosotros también vamos a divertirnos. ¡Salgamos!
—Vamos a ver una película, jugar en los juegos y hacer más cosas divertidas —nos animó Clara, mi otra amiga.

—Yo estoy de acuerdo—se animó Fabián mirando dulcemente a Noche, su enamorada.
Max solía salir con nosotros a todas nuestras reuniones, pero su presencia se redujo a la mitad desde que comenzó a salir con chicas. Al principio para mí había sido muy duro compartirlo, porque su compañía era muy importante, pero poco a poco me fui acostumbrando a su ausencia. Ya no me sorprendía cuando iba a su casa y su madre me decía que había salido con una chica.

Caminamos por un Jirón muy comercial en el centro de la ciudad donde había varios cines. En el cine había mucha gente, por eso apenas pudimos conseguir entradas para los cinco. A pesar del tumulto pude ver a una melosa rubia peli teñida junto a un joven apuesto, alto y con unos hermosos ojos azules resaltantes. La presencia de mi amigo no podía pasar desapercibida entre las personas.
— ¡Chicos, chicos, miren, ese de ahí es Max! —gritó Noche.
—Sí, verdad, y está con su novia—dijo Fabián.
—No puede ser. Si se nos acerca con su enamoradita nos echará a perder nuestra salida ¡Que no se acerque! —rogó Cristal.
La fila para entrar a la sala de nuestra película escogida no era muy larga. Max y su enamorada eran uno de los primeros y nosotros estábamos casi al final. Ellos entrarían primero, y con suerte para cristal, ellos no se nos acercarían.
— ¡Caramel, chicos!— Max nos llamó de inmediato al vernos parados al final de la fila.
Su enamorada no se veía muy feliz. Max caminó hacia nosotros y ella lo siguió desganada por haberle arruinado la cita.  Sus muecas de desagrado no le favorecían para nada a su cara bonita. Cristal y Clara eran unas locas. Su pasatiempo favorito era provocar a las enamoradas de Max con sus falsos coqueteos y abrazos poco recatados.
— ¡Max, Max!— Cristal y Clara gritaron eufóricas como si no lo hubiesen visto en años.
Su enamorada se mostró incomoda. Se notaba que quería regresar a la primera fila junto a Max para continuar su perfecta cita, pero mi mejor amigo se quedó junto a nosotros sin mostrar interés en regresar.
—Max, debes estar en tu cita con tu enamorada. Qué romántico—dijo Noche—aún recuerdo mi primera cita con Fabián. Salimos  a comer helado de hielo pero fue hermoso.
—Estaba en la primaria, no tenía dinero—dijo Fabián un poco avergonzado.
—Pero fue muy romántico. Aun guardo el palito para mostrarles a mis hijos.
La fila empezó a avanzar. Todos entraron. Pensé que él iba a sentarse junto a nosotros, pero Noche nos empujó hacia otra dirección con la intención de asegurarle una cita muy, muy romántica a mi amigo Max. Las siluetas de Max y su novia se veían muy bien juntas. Su enamorada se encontraba recostada en su hombro mientras la gente aún seguía buscando buenos lugares para ver la película.
—Vamos a tirarles canchita—dijo cristal con un par de palomitas de maíz en sus manos.
—Buena idea — respondió Clara tirándoles algunos cuantos con una muy buena puntería.
El rostro de la enamorada de la enamorada de Max se mostró muy molesto cuando se volteó a vernos. Max también lo hizo, pero nos siguió el juego respondiendo con unas cuantas palomitas que fueron a parar en las cabezas de mis amigas.
— ¡Max, no! —Se quejó cristal—. No fui yo, fue Caramel, él lo hizo—se defendió.
Al instante las luces se apagaron y los avances empezaron. La sala estaba llena, por eso no podía distinguir a mi amigo con su enamorada en la oscuridad. Solo podía ver un poco de la silueta de mi amigo pegada a la de esa chica, quien seguramente pensaba que estaba en el lugar perfecto para besuquearse en la oscuridad. 
Para mi mala suerte la que ganó en la elección de la película había sido la enamorada de Fabián, por eso tenía que aguantarme casi dos horas de romanticismo proyectado en nuestra sala de cine. Solo esperaba que los protagonistas de la película no inspiraran besos melosos entre mi amigo y su novia.
—Adivina quién soy—escuché decir.
La película me había resultado patética. Nunca fui nada romántico, además, yo prefería otro género. Las románticas no eran lo mío. El silencio de los servicios higiénicos, el cual estaba desierto, era más agradable que el sonidito del violín que acompañaba cada beso meloso de los protagonistas de la película… y también los besos de Max y su amada enamorada tonta.
—Max—respondí tratando de quitar sus manos.
—Adivina quién soy—volvió a repetir, pero esta vez abrazándome y hundiendo su cara en mi cuello.
—Max, no juegues aquí. No todos pueden ver tus jueguitos con buenos ojos.
—Y eso qué, no importa.
Max se miró en el espej, se humedeció las puntas de su cabello y luego recostó su espalda en el lavabo de los servicios higiénicos. 
—Qué tal va tu cita con tu novia.
— ¿Novia? Ella no es mi novia.
—Así, qué raro. Ella se ve tan con derecho y tú no pareces molestarte, y ni hablar de los besos que se dan tan apasionadamente.
—Porqué serás tan imaginativo. Solo es una amiga, nada más. Si ella deja que la bese es su problema. Yo no estoy saliendo con ella como enamorados ni como nada.
—De todas maneras es hora de que regreses con ella. Ya te has demorado demasiado.
Max se acercó a mí, agarró el flequillo de mi frente con sus largos dedos y empezó a jalarlo muy despacio.
—No quiero.
—Qué dices, Max.
—No quiero porque esa película es muy, pero muy aburrida. Ya me aburrí mucho, ya sabes, las románticas  no van conmigo.
—Mala suerte, solo regresa y no la hagas esperar.
—Te dije que no quiero.
Uno de las características de Max, aunque la mayoría lo llamaba defecto, era su terquedad. Eran pocas las veces que cambiaba de opinión, pero en la mayoría no lo hacía. Cuando creía tener la razón se mantenía firme y no lo cambiaba.
Max saco su teléfono celular, escribió en ella muy rápido y me lo enseñó. Había escrito un mensaje de texto que decía: 

“Me fui a casa con un amigo porque tengo deberes que hacer, además, la película está muy aburrida.”

— ¿Es en serio? —dije sorprendido.
—Muy en serio —me respondió. Al instante le mandó el mensaje a su amiga e inmediatamente después lo apagó —. Así no se le ocurrirá llamar.
— ¿Sueles plantar a tus citas?
—Bueno…—pensó un rato—no, pero hacerme ver una película romántica lo amerita. Ella tiene la culpa. Ya, dame tu celular para mandarles un mensaje a los chicos, porque tú te vienes conmigo.
No fuimos a casa. La noche de película romántica dio un giro drástico. Cuando salimos del cine nos pusimos a ver la cartelera. Vimos el letrero luminoso de la cartelera que nos tentaba con otras películas más interesantes. Nos miramos las caras con complicidad. Hacía mucho que no entrábamos a ver una película de terror, y el brillante letrero nos mostraba una nueva en estreno.

De regreso a casa nuestros padres nos regañaron por haber llegado demasiado tarde, pero yo estaba feliz de haberlo pasado tan bien con mi amigo Max.

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