Mis manos callosas recorren las teclas del piano. Un dedo se desliza sobre una tecla y me equivoco.
“Tu padre estaría avergonzado. ¡De nuevo!”
Mi visión borrosa cae de la partitura amarilla hacia las teclas de marfil.
“Más rápido. ¡De Nuevo!”
Vuelvo a tropezar una vez más mientras el tiempo se agota.
Ella se levanta del banco. “Completamente despreciable. Suficiente por hoy.”
Inclino la cabeza avergonzado. Sé lo que está por venir.
El piso cruje con los pasos de mi madre mientras ella vuelve de la cocina. Me estremezco. Es difícil tocar con tres dedos. Será más difícil aún tocar con dos.
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