Su madre le regaló una muñeca de porcelana vestida de comunión que tenía una vela en la mano. En la espalda tenía un boton que al pulsarlo la muñeca cantaba y movía la vela a la que se le encendía la luz. A la niña le encantó y la colocó en una estantería que tenia en frente de su cama. Esa misma noche, a las tres de la madrugada, se escuchó a alguien cantar. Yaiza se despertó de un sobresalto y vio una luz naranja que se movía en medio de la oscuridad.
Recordó que era la muñeca y fue a encender la luz para pararla pero cuando se volvió la muñeca no estaba. Un escalofrío recorrió su cuerpo y el miedo invadió su mente pero tuvo el valor suficiente para buscarla. La buscó en el cajón de su mesita de noche, detrás de los libros, pero no estaba. Entonces escuchó un ruido debajo de la cama y cuando fue a mirar... ¡Ahí estaba la muñeca!Tenía un ojo y el traje rotos y la miraba con cara de querer atacarla.
En mitad de la noche se escuchó un grito y el silencio reinó de nuevo. A la mañana siguiente sus padres fueron a despertarla y cuando entraron en su habitación se la encontraron muerta en la cama y la muñeca había desaparecido. A su madre le afectó tanto su muerte que cayó en una depresión y todas las noches veía reflejado el espíritu de Yaiza en las escaleras y se ponía a hablar con ella. Nunca supieron quién la mató ni dónde estaba la muñeca.
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