Comenzaré desde el principio:
Mi nombre es Frank Rogers. Tengo 17 años, tengo el cabello castaño oscuro con partes claras, ojos color café claros, soy alto pero al lado de mi hermano mayor German parezco un enano de 15 o 16 años, él es mucho más alto que yo. Mi familia no es tan grande, somos solo mi madre, mi padre, mi hermano y yo.
Mi madre se llama Carla Martínez, tiene 40 años, cabello castaño largo hasta la cintura, ojos color verde jade, ella tiene una sonrisa y personalidad que son capaz de animarte en los peores momentos. Mi padre se llama George Rogers, tiene 45 años, él como mi hermano es muy alto, tiene el cabello negro con corte estilo militar y ojos negros, y una forma de ser tan fría que un iceberg se ve cálido junto a él, es capaz de deprimirte más de lo que puedes llegar a estar. Y por último mi hermano mayor German Rogers, él tiene 19 casi 20 años, cabello largo hasta los hombros de color oscuro; no sé exactamente si lo tiene negro o castaño oscuro…digamos que es una mezcla de ambos. De toda la gente que hay en el mundo, German es el único en el que realmente confío, incluso más que en mis padres ¿por qué? Te diré por qué…
Mi padre a pesar de ser un hombre trabajador y dedicado a su familia, es un completo imbécil. Cuando se emborracha es tan idiota que no sabe ni lo que dice ni lo que hace, y muchas veces nos ha golpeado…pero más a mi madre. Encima de que la engañaba con diferentes mujeres cada noche se atrevía a venir acá y a empezar a ordenarle y a decirle cosas como “te amo” cuando está sobrio. Hablando de mi madre, ella es una estúpida que no se da cuenta que debe ir corriendo a las autoridades para hacer que lo encierren por maltrato a su familia y una que otra cosa más que prefiero no contar. Al menos podría haberme puesto en adopción cuando era más chico para no tener que sufrir esta basura de padre que tengo. Y cada vez que le decía que se consiguiera otro marido y/o lo denunciara ella me pegaba una bofetada, no era tan fuerte pero igual me dolía, y me advertía que no volviera a decir eso porque si mi padre me escuchaba se pondría loco y ella no haría ni diría nada, ya sé que dije que ella tiene una linda personalidad y puede alegrarte pero ella ya casi no es así. Le debe tener miedo a mi padre porque siempre que él le dice que haga algo ella obedece como si fuera su “perra” (ese es el apodo que ese imbécil le puso a mi madre), y cada vez que intento defenderme a mí o a ella diciéndole algo o cuando lo miro mal mi madre aparece poniéndome una mala cara o sacándome de ahí para darme no sé qué clase de sermón o regaño, una razón para odiar a mi padre y querer despertar a mi madre a golpes para que reaccione. Llegué a querer suicidarme varias veces no te lo niego, y lo habría hecho de no ser porque German entraba de golpe a mi cuarto y me detenía y me daba una especia de charla o sermón psicológica del por qué no debo quitarme la vida a tan corta edad y que no debo dejar que cosas o personas como nuestros padres me lleven a hacer ese tipo de cosas, a veces odio cuando deja de ser mi hermano y se vuelve mi psicólogo, pero debo admitir que sin él no sabría qué hacer con mi vida, lo quiero demasiado. Con él planeamos escapar algún día de mi casa e irnos a vivir a alguna ciudad lo bastante lejos de mis padres, la verdad es que hemos estado empacando ciertas cosas a escondidas para cuando ese día llegue.
De acuerdo, ahora pasaré a contarte lo que me pasó una noche, la trágica noche en que la conocí y eso me arruinó la vida…ella me arruinó la vida por completo.
Era una noche como cualquier otra. Mi madre, German y yo dormíamos en nuestros respectivos cuartos, mi padre no estaba en casa porque se había ido a tomar unas cervezas y quizá a meterle los cuernos a mi madre con cualquier mujer o prostituta que se le cruzara en el camino, en fin.
Yo estaba durmiendo tranquilamente en mi cómoda y calentita cama hasta que me desperté por un fuerte ruido que venía de debajo de la casa, en la sala para ser más exactos. Fijé mi vista en el reloj y vi que eran las 03:00 de la madrugada, seguro era el borracho de mi padre que acababa de llegar con los pantalones hasta el piso. No le di importancia y traté de volver a dormirme, pero no podía conciliar el sueño, me sentía raro. Después de un rato no escuché absolutamente nada además de un incómodo y pesado silencio, no escuché a mi padre gritar sus tonterías e incoherencias de su borrachera habitual, no escuché a mi madre y hermano intentando callarlo, no escuché…nada…La verdad es que no sé por qué había tanto silencio, y por qué me sentía como observado y en peligro. Me sentía muy nervioso, pero aun así salí de mi cuarto y bajé las escaleras hasta llegar a la sala, y cuando llegué el miedo se apoderó por completo de mí.
No podía creer lo que veían mis ojos, mis padres y mi hermano…habían sido brutalmente asesinados! German había sido apuñalado varias veces en el cuerpo y en el rostro, le habían arrancado los brazos y las piernas, también le habían hecho un agujero en la frente atravesándole la cabeza, y le habían extirpado la garganta, pero a mis padres los mataron de peor de lo que mataron a German.
Mi madre también fue apuñalada varias veces en todo el cuerpo, le habían desgarrado el estómago y le habían quitado los órganos que colgaban hacia afuera y chorreaban sangre, y también le habían arrancado uno de sus ojos, le habían cortado la “tapa de los sesos”, y le habían cortado una pierna que se la pusieron sobre su otra pierna. A mi padre le habían cortado la cabeza y se la dejaron colgando de un lado, le arrancaron la pierna derecha y el brazo izquierdo, y le habían abierto el pecho donde podía verse su corazón que estaba colgando hacía afuera chorreando sangre, y los tres estaban sentados en el sofá que antes era completamente blanco y ahora estaba teñido de rojo por la sangre, en una pose que parecía para una foto familiar, ya que colocaron a mi madre y padre abrazando a mi hermano que estaba sentado en el medio.
Yo no podía creer lo que veía, mis ojos se llenaron de lágrimas y caí al suelo de rodillas rompiendo en llanto. No por mi padre, no mucho por mi madre, sino por mi querido hermano German que era el único que realmente me apoyaba y comprendía y era el único que yo apreciaba de verdad en todo el mundo.
Entonces…la oí, esa maldita risa de psicópata que provenía de la parte oscura de la sala, por la voz pude saber que era una mujer.
-¡Sal de ahí maldita hija de puta!- le grité enojado. Entonces ella dejó de reír y salió donde la luna alumbraba débilmente por la ventana.
No podía creer lo que veía ahora, era tan solo una niña de aparentemente 14 o 15 años; vestía una camisa blanca hasta el abdomen, una chaqueta corta de color negra de manga corta, una falda de corta de color bordó, unos tenis negros y unas medias blancas. Ella era muy linda sinceramente. Llevaba un hacha medieval con una punta filosa, tenía el cabello negro y largo con flequillo y mechones a los lados, unos ojos brillantes de color rojo sangre que mostraban toda su locura y una sonrisa retorcida de psicópata que mostraba algo así como colmillos. Ya decía yo que las más lindas son las que están más locas. Ella estaba toda cubierta de sangre al igual que su hacha.
-¿Por qué?... ¡¿Por qué hiciste esto?!- le volví a gritar enojado y con lágrimas en los ojos y ella de nuevo empezó a reírse, parece que estaba contenta con mi reacción ante su “trabajo”. Cada vez que reía me daban escalofríos.
-HAHAHAHAHA…Lo hice porque era lo que merecían- eso me dejó confundido, y parece que lo notó porque apenas me miró volvió a explicar.
-Verás, él era un maldito que maltrataba a su familia, ella era una estúpida que en vez de hacer lo correcto por sus hijos decidió seguir atada a él, y tu hermano…bueno, digamos que solo estaba aburrida. Mhmh… ¡HAHAHAHAHAHA!...Y ahora…es tu turno-
Tuve miedo, no pensaba dejar que esa loca me matara también. Me levanté lo más rápido que pude y corrí hacia la salida pero apenas me acerqué al picaporte de la puerta me quedé helado al ver que ella, pasó de estar al fondo de la sala, a estar en frente de mí.
-Mala idea-
Me clavó la punta de su hacha en la pierna, era un dolor horrible yo no podía soportarlo. Me tiró al suelo de una patada en el estómago, joder con esta niña, para ser menor que yo era mucho más fuerte.
Se sentó sobre mí, me miró y volvió a reírse a carcajadas, ella realmente era una demente que por lo que veía disfrutaba de mi dolor. Cuando dejó de reír acercó su rostro muy cerca del mío, dejándome sentir su respiración, y me susurró:
-Shhh, no te preocupes! Pronto ya no sentirás nada…-
Volvió a reír como psicópata y elevó su hacha por encima de su cabeza, mientras me miraba con esos ojos color rojo, eso ojos llenos de locura. Después…todo se volvió negro. Lo siguiente que recuerdo fue que desperté en una camilla en el hospital, mientras unas enfermeras y unos doctores me miraban con sorpresa y mucha lástima. Lo que pasó fue que esa niña me cortó las dos piernas hasta la mitad de mis muslos dejando casi nada de estos, rompió varios de mis huesos como mi tórax y varias de mis costillas, y me quemó cortó y apuñaló tanto el brazo izquierdo que quedó inservible y tuvieron que extraerlo de mi cuerpo.
Escribo esto desde el hospital en donde me encuentro ahora postrado en cama.
Sé que ella volverá por mí tarde o temprano, ya que dejó una fotografía en el bolsillo de mi pantalón. Era una foto en donde nos encontrábamos mis padres, mi hermano, yo y aquella maldita sentada junto a mí con esa sonrisa retorcida. También había firmado, la firmó con mi sangre por cierto.
La firma decía lo siguiente:
-“Nos vemos muy bien como familia ¿no lo crees Frank? Muy pronto tú y yo tendremos otra reunión familiar…”-
Te relato esta historia a ti mi querido lector, para que, si te llegas a encontrar a este ser sin corazón ni compasión e intentas defenderte de ella, te advierto que perderás tu tiempo en ello. Ella aparece de la nada pero luego de un instante desaparece, como una ilusión…una horrible ilusión.
Bueno, es hora de que termine con esta historia. Es de noche y acabo de escuchar una ventana romperse y un grito ahogado que parecía de dolor, ya me imagino quién me vino a visitar. Te deseo suerte si te la llegas a encontrar.
Te saluda tu buen amigo Frank Rogers y…….y la que acaba de matarlo hace unos instantes: Yo, Horror Illusions.
PD: No temas si llego a atraparte, pronto ya no sentirás nada…nos veremos pronto amigo lector…
Origen de Horror Illusions
Seguramente escucharon hablar de Horror Illusions, pero si no es así y se preguntan quién es, aquí está su historia, la historia de su origen:
Su verdadero nombre es Jessica Adams, tiene 15 años, el cabello negro largo hasta la mitad de la espalda con flequillo y mechones a los lados, piel blanca (casi pálida) y ojos oscuros, siempre vestía con una camisa blanca a la mitad del abdomen, una chaqueta corta negra de mangas cortas, una falda de color bordó, unos tenis negros y unas medias blancas. Siempre llevaba la misma ropa ya que sus padres no le compraban más. Empezó a matar cuando ella tenía 8 años de edad, mataba algunos animales y a cualquiera que la molestara, no los mataba usando cuchillos o revolver, solía usar veneno, trampas ingeniosas en lugares lejos de sus casas y del resto de la gente para que no los escucharan pedir ayuda, o entraba en sus casas cuando todos dormían y rociaba con gasolina en todas partes para luego prenderles fuego y disfrutar de la vista. Se estarán preguntando “¿cómo una niña de 8 años puede cometer semejantes crímenes?” pues la razón de eso se debe a sus padres.
Los padres de Jessica jamás quisieron tener hijos, es más, ni siquiera se casaron ni se amaban. Jessica nació de una noche de alcohol y sexo sin protección, su madre al enterarse que estaba embarazada no dejó de perseguir a su padre hasta que no aceptara hacerse cargo de ellas dos, y al final él aceptó cuidarlas.
Cuando Jessica nació ninguno de ellos le dieron importancia, ni les importaba su existencia en la casa. Y las cosas empeoraron cuando ella llegó a los 7 años y su padre comenzó a pegarle. A su padre lo único que le importaba era el dinero, el sexo y la cerveza. Cada vez que llegaba a casa borracho buscaba a su madre para pasar el rato y cuando no la encontraba se desquitaba golpeando a Jessica, su madre sabía cómo la trataba su padre pero nunca hizo nada al respecto. Ella estaba más interesada en salir con sus amigas a beber, fumar y drogarse con cocaína.
Al ir creciendo en semejante familia, Jessica fue adquiriendo de a poco una personalidad asesina, casi psicópata. Como no podía matar a sus padres se desquitaba con otras personas, animales, y solía cortarse las venas de vez en cuando para liberarse de la presión que sufría en su casa. Pensó varias veces en suicidarse y así no tener que soportarlos nunca más, pero al recordar que sus padres no tienen el mínimo interés en ella y que la preferirían muerta, decidió no darles el gusto.
Ella era algo antisocial y muy distante, todos la creían rara y se alejaban de ella o la molestaban, lo único que ella más amaba era matar seres vivos para dárselos como sacrificio a Zalgo a quien trataba como a su dios. Tenía la esperanza de invocarlo algún día y se hiciera cargo de sus padres para siempre.
Una noche que Jessica volvió a su casa, sus padres la recibieron de mala manera, empezaron a gritarle cosas horribles y ella no sabía por qué era que lo hacían. Ellos le mostraron su hoja de calificaciones las cuales estaban pésimas, también le dijeron que su directora los llamó y les dijo que andaba peleando y agrediendo a todos, sobre todo a los maestros. Ellos le dijeron que aparte de que la soportaban en casa y gastaban dinero en su maldita educación les viene con cosas como esas y que era una maldita ingrata malagradecida.
Ella no dijo nada, solo se les quedó viendo, como siempre hace cada vez que le gritaban.
Su padre estaba harto de ella. Le agarró y jaló del cabello y la llevó arrastrando hacia su cuarto donde la tiró a la cama, se quitó el cinturón del pantalón y comenzó a pegarle. Le pegó tanto hasta que ella empezó a sangrar y a llorar de dolor, se retiró de su cuarto dejándola sola y azotando la puerta al salir.
Jessica ya no podía soportarlo más. No podía seguir viviendo así con esos monstruos, no es que ella fuera una santa pero en comparación con ellos era más…humana por así decirlo. Casi arrastrándose fuera de la cama buscó entre sus cosas y encontró anotado en un papel la invocación de Zalgo que ella encontró en internet. Esperó a que sus padres se durmieran para poder invocarlo sin interrupciones.
A media noche se sentó en el suelo en medio de su habitación frente a una especie de altar que le tenía a Zalgo, colocó varias velas encendidas a su alrededor formando un circulo, leyó en voz baja el papel que puso frente a ella para invocar a Zalgo. Pasaron unos minutos después de que lo leyó y nada pasó, volvió a invocarlo y nada, lo invocó 12 veces y nada ocurrió, decepcionada se dio por vencida, guardó todo y se fue a dormir. Mientras dormía se revolvía en la cama, sentía que alguien la estaba observando. Abrió los ojos y al ver a nada menos que a Zalgo parado frente a su cama, se quedó inmóvil y más cuando Zalgo le habló.
-¿Tú fuiste la que me invocó?-
Esa voz de ultratumba que Zalgo tenía la dejo helada, pero al mismo tiempo interesada. Ella no le contestó, solo se sentó en su cama, todavía estaba sorprendida de verlo ahí.
-Acabo de preguntarte si tú fuiste la que me invocó… ¡responde!-
-S-sí, fui yo…-
-¿Y para qué me has invocado?-
-Yo…yo…quiero que mates a mis padres-
Zalgo no dijo ni hizo nada, Jessica tampoco decía nada, un silencio reinó durante un rato mientras se miraban fijamente, hasta que por fin Zalgo habló.
-¿Eso es lo que quieres?-
Ella asintió firmemente.
-¿No te gustaría matarlos con tus propias manos?-
-¿Qué?-
-Puedo darte habilidades que ningún humano posee. Puedo hacerte tan indestructible y fuerte que nada ni nadie podrá detenerte ni siquiera la muerte misma, puedo hacer que no sientas ni dolor ni miedo ni compasión ni remordimiento, que los cuerpos; aun sin vida, hagan lo que tú les ordenes y que tortures a tus victimas tanto mental como físicamente. Necesito que me des algo a cambio de eso, pero eso solo si aceptas…-
-Eso suena…maravilloso. Acepto ¿qué es lo que quieres a cambio?-
-Necesito…que me vendas tu alma-
Jessica se quedó pensando. Nunca pensó que sería algo como eso, la petición no era del todo su agrado, pero lo que Zalgo le ofrecía a cambio de eso más la oportunidad de deshacerse de sus padres para siempre, le pareció tan fantástico que se le dibujó una sonrisa diabólica en el rostro.
-Trato hecho Zalgo-
Cerraron el trato estrechando sus manos. Cuando ella tocó la mano de Zalgo, sintió un ardor terrible, no se quejó ya que el dolor de los golpes de su padre eran más dolorosos que eso, pero si le provocaba una mueca de dolor. También sintió que algo se evaporaba en su interior, debe haber sido su alma que estaba siendo entregada a Zalgo. Cuando soltó su mano se sintió algo agotada, pero al mismo tiempo se sentía mejor que nunca.
-Bien, el trato ya está hecho-
-Espera ¿cuándo obtendré esas habilidades que me prometiste?-
-Lo sabrás cuando sea el momento indicado-
Se alejó caminando hacia la oscuridad y desapareció. Jessica se quedó viendo el lugar por donde se fue su reciente visitante, y minutos después despertó de golpe al escuchar su reloj despertador y los gritos de su madre para que se levantara. Ya había amanecido.
-¿Solo fue…un sueño?-
Con mucha tristeza apagó el despertador y se fue a desayunar con sus “amados” padres.
Tuvo que preparar su propio desayuno, el de ella y el de sus padres. Ellos creían que si iban a tener que criarla les iba a tener que ser de utilidad de alguna manera. Aparte de que la golpeaban y maltrataban la trataban como si fuera su criada, y cada vez que hacia las cosas que ellos le pedían tal cual como se lo decían, ellos le decían que lo hizo mal y que es una inútil que no sirve para nada.
Habrían pasado semanas después del sueño que tuvo con Zalgo, y sus deseos de que hubiera sido verdad y las ganas de matar a sus padres iban creciendo a medida que pasaba el tiempo. Y aún más cuando vio que su padre había traído a la casa un hacha que se la mostró a su madre diciéndole que; según él, había encontrado en una caja abandonada en medio de un valle cerca de la carretera de estilo medieval con una punta filosa que planeaba vender para ganar mucho dinero ya que estaba en muy buen estado.
Al ver la hoja que poseía el hacha, tan brillante y filosa, que podía verse que la sangre resbalaría fácilmente de ella, la tentaba a tomarla y usarla contra sus padres, pero se contuvo. Sabía que no tenía ninguna chance de matar a sus padres, ellos eran más fuertes que ella. Tendría que matarlos en otra ocasión.
Una noche, Jessica estaba sola en su casa, su madre había salido con sus amigas y su padre había salido a beber como hace cada noche, como era fin de semana bebería más de la cuenta. Ella estaba en la sala tranquila sentada en el sillón mirando televisión, eran las 00:00 de la noche y no tenía nada mejor que hacer, cuando de pronto la puerta se abrió de golpe mostrando al borracho de su padre que recién llegaba y estaba buscando a su madre. Él la miró y ella apenas lo volteó a ver.
-¿Y tu madre?-
-Salió-
-¿A dónde?-
-No sé. Con sus amigas creo-
Su padre siguió mirándola fijamente, ella ya empezaba a sentirse incomoda y nerviosa, sentía que su padre no tramaba nada bueno ya que él nunca la mira tanto, apenas si solía hablarle o acordarse de que existía.
-Entonces…tendré que entretenerme contigo-
Se fue acercando a Jessica. Se sentó sobre ella, colocó sus manos debajo de sus rodillas dejándola sin posibilidad de moverse y trató de quitarle la ropa.
Jessica no podía creer lo que estaba haciendo su padre, estaba intentando violarla. Esto tenía que ser una terrible pesadilla, empezó a sentir miedo y asco de él, y aún más cuando sintió la asquerosa y resbalosa lengua de su padre recorrerle todo el cuello hasta llegar cerca de su pecho. Ella intentó zafarse y cuando consiguió liberar su brazo, logró darle un golpe en la cara haciendo que se echara para atrás al sentarse, luego liberó una pierna y le dio una patada tirándolo al suelo. Jessica se levantó y se fue corriendo buscando un lugar donde esconderse o algo con lo que pudiera defenderse de su padre.
-¡Pequeña puta! ¡Ya verás cuando te ponga las manos encima!-
Jessica se escondió en el garaje, respiraba agitadamente. Tenía que encontrar algo con lo que pudiera defenderse, antes de que su padre viniera por ella, aunque casi no veía nada porque estaba completamente oscuro, a excepción de una tenue luz que cruzaba a través de una grieta que había en el techo, la luz alumbraba débilmente la caja en donde estaba guardada el hacha que su padre planeaba vender. Sin sentir remordimiento de lo que pensó que podría hacerle a su padre con ella, la tomó y volvió a esconderse entre las sombras, aguardando hasta que el desgraciado de su padre viniera a buscarla. Cada vez que pensaba en lo que le haría a su padre, se le dibujaba una pequeña y tétrica sonrisita, ya no se sentía más humana en comparación con sus padres, si iban a compararla con ellos se aseguraría de ser peor que ellos, mucho…mucho peor. Ya no le importaba absolutamente nada, esta noche, sería la noche en que se desharía de ellos…de una vez y para siempre.
Su padre entró al garaje y empezó a buscar con la vista a Jessica, llevaba un cuchillo de carnicero en la mano.
-Así que quieres jugar a las escondidas Jessica, bueno si así lo quieres. Te voy a encontrar, y lo vas a lamentar-
Intentó encender la luz pero apenas pulsó el botón para que encendiera el foco se rompió, maldijo entre dientes y sacó su celular para alumbrarse y empezó a buscar a Jessica por todas partes, alumbró en un rincón bastante oscuro y lo que logró ver fue a su hija…de una manera diferente que le daba malos presentimientos. No sabía por qué pero sentía mucho miedo al verla, y más con la forma en la que se veía ahora. Tenía una sonrisa escalofriante de oreja a oreja, sus ojos…sus ojos ahora eran rojos como la misma sangre, y lo peor de todo es que tenía el hacha en sus manos.
-Piedra libre papi-
Pasó de estar en el rincón a estar a escasos centímetros de distancia de su padre, levantó el hacha y le cortó el brazo que sostenía el celular a su padre. Él gritó horriblemente, con el brazo que sostenía el cuchillo la apuñaló en el cuello pero eso no le hizo efecto alguno, brotaba mucha sangre de la herida que le provocó, pero ella no se inmutaba, solo seguía ahí con su tétrica sonrisa y comenzó a reír como si fuera una psicópata. Él estaba realmente aterrado.
-HAHAHAHAHA! Eso no me hizo ni cosquillas papi-
Volvió a elevar su hacha con el propósito de acabar con él.
-No hija espera, yo…lo siento. De verdad lo siento-
-HAHAHAHA….es demasiado tarde para eso papi-
Volvió a reírse de manera desquiciada, elevó su hacha y todo se acabó para su padre.
Horas después la madre de Jessica volvió a casa y lo que encontró ahí la dejó completamente horrorizada. Al entrar vio que de la lámpara colgaba el cuerpo sin vida del padre de Jessica que estaba atado del cuello a la lámpara con su intestino grueso, estaba todo ensangrentado, con cortaduras, con sus órganos colgando fuera de su cuerpo y sin sus ojos, solo sus cuencas vacías que lloraban sangre. Le habían cortado un brazo y le habían arrancado las piernas, y de su único brazo sano le habían quebrado casi a la mitad todos sus dedos, dejando ver parte de sus huesos.
Ella estaba aterrada y llorando del miedo, trató de salir corriendo para buscar ayuda pero al voltearse vio que Jessica estaba detrás de ella cubierta de sangre, con el hacha en su mano ensangrentado y con una sonrisa tenebrosa empezó a retroceder hacia atrás. Jessica se iba acercando lentamente hacia ella.
-Jessica, tú…tú…-
Cayó al suelo al tropezarse con una de las piernas del padre de Jessica que se encontraba ahí, todo descuartizado y ensangrentado.
Jessica se acercó lo bastante hasta para pararse delante de ella, elevó su hacha mientras sonreía y miraba a su madre con esos ojos rojos que mostraban toda la locura y sed de sangre que poseía.
-Jessica…-
-Adiós para siempre…mami….HAHAHAHAHAHAHA-
-NO!!-
-Shhh, no te preocupes! Pronto ya no sentirás nada…-
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