Las pinturas de Viveros se componen de una mezcla de óleos, aerógrafo, acrílicos y tinta. En su obra brilla una luz en su propio mundo interior y la sociedad en general, y tiene como objetivo cautivar hasta los ojos más experimentados, algo que consigue con precisión gracias a esa sutileza gamberra que irradian sus mujeres y que las convierte en deliciosas femme fatales provocadoras y terriblemente atractivas.
Su gran momento llegó en 1977 gracias a su participación en el Museo de Arte Contemporáneo Pornográfico de Suiza. Desde entonces galerías y revistas se disputan su presencia. De la misma forma, artistas del Tatuaje han plasmado sus pinturas en la piel de sus clientes. El arte sensual y sexual de Viveros es una mezcla única de diferentes conceptos visuales y artísticos, donde el surrealismo y las fantasías entre el dolor y el placer marcan una pauta a seguir siempre acompañada de una más que decente dosis de humor.
Las mujeres de Viveros no ofrecen una postura frágil a pesar de las marcas de violencia en muchas de ellas. Estas tienen una mirada desafiante y claramente seductora, que esconde un terrible secreto tras su apariencia inocente de “chica buena”. Ellas son las verdaderas protagonistas y las heroínas de este macabro juego de dolor y éxtasis. No son ellas quienes van tras el espectador, sino que es este quien acaba sucumbiendo a su propuesta.
Brian M. Viveros también ha comenzado recientemente a capturar los restos oscuros y evocadores que irradia su mente produciendo y dirigiendo pequeñas películas que se pueden ver en su web. Viveros hizo su debut como director en el 2005 con un corto audazmente estilizado llamado Dislandia, un psico-drama que gira en torno a una joven que existe en un mundo desolado lleno de imágenes oníricas que van de lo bizarro a los simbólico y lo erótico.
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