Cuando llegué no vi más que una inmensa enredadera amarilleada y restos de una nube tóxica. El medidor seguía chillando, trataba de decirme que estaba en una de las peores zonas para la vida, pero aquel lugar no parecía tan terrible.
Mi formación era muy precisa, no debería dudar, si el aparato lo decía era verdad y punto. Pero dudé, no entendía que una planta vieja y muerta representase el más mínimo problema. Pero no era la planta, si no hubiese sido tan estúpido, tan inexperto, lo habría sabido al instante.
En poco más de veinte minutos arranqué la enredadera y el aparato explotó. Las cotas de radiación lo reventaron pero no me importó. El muro que tenía frente a mi era el descubrimiento más importante del milenio.
Allí estaba todo. Grabado en la piedra. Una secuencia que enseñaba nuestro pasado, la explicación real de porqué tuvimos que abandonar todo. Traté de transmitir a la central una señal de vídeo nítida pero toda la electrónica del traje estaba inutilizada, no tenía capacidad de grabar audio ni vídeo y en poco tiempo se agotaría el filtro que me permitía respirar sin que la radiación impregnase mis pulmones.
Pero me daba igual. Delante de mi estaba la realidad que siempre habíamos buscado grabada en piedra. Una sola escena bastó para entenderla. Ocho mujeres venidas de otro mundo. No era una galaxia, ni una dimensión, ni atravesaron el universo a través de un agujero de gusano. Brotaron de la tierra en ocho lugares diferentes y habían sido plantadas por la Madre hace miles de años. Se alzaron envueltas en vainas y esperaron el tiempo suficiente para brotar. Cuando lo hicieron todos los animales se postraron ante ellas, allá donde estuvieran iniciaron un camino para postrarse ante ellas y demostrar su amor incondicional. Todos excepto los humanos. Nosotros nos creímos a su altura, creímos que debíamos someter su poder para nuestro beneficio, como siempre habíamos hecho, como todavía seguimos haciendo. Nos demostraron que nos equivocábamos. No hubo una guerra convencional, se metieron en nuestra mente y nos hicieron creer que necesitábamos huir.
Nos exiliamos convencidos de que el planeta había sido víctima de varias catástrofes nucleares. Creamos la tecnología suficiente para sustituirlo todo, las plantas, los animales, el sol, la vida, el oxígeno, todo, nos convertimos en los dueños de un mundo irreal.
Me derrumbé, la angustia me devoraba. Me quité el casco e inhalé fuerte, el aire estaba limpio y era real, oxígeno creado por las plantas y no destilado en un laboratorio. Lloré, lloré durante más de una hora tirado en el suelo por el simple hecho de poder respirar aire de verdad. Fue en ese momento cuando se presentó en mi mente.
Su imagen era bella y aterradora a la vez, tenía el pelo y los ojos envueltos en un rojo intenso. Resultaba amenazante y a la vez me hacía sentirme a gusto. Sin mover los labios comenzó a hablarme:
-Si has llegado hasta aquí es porque yo he querido que llegues, ¿entiendes eso? -dijo mientras su vestimenta se movía creando vaivenes como si estuviese viva- lo comprendes, ¿verdad Eric?
Quise contestar pero noté como las palabras se ahogaban antes de salir de mi boca.
-Tranquilo, no necesitamos hablar.
Alzó sus brazos por encima de su cabeza y sus manos, pálidas en un principio, se volvieron negras y sus dedos se estiraron para convertirse en diez uñas afiladas y estilizadas que comenzó a hacer bailar con un ritmo lento e hipnótico.
-Nos equivocamos, Eric, hubiera sido preferible una guerra que el abandono total del planeta. Os necesitábamos, al menos a algunos de vosotros y queremos que volváis. Pero para ello haremos una purga, al igual que la Madre escogió a sus ocho Hijas, nosotras escogemos a nuestros Ocho Sirvientes. Tú eres el primero. Mi mandato es que regreses a tu mundo con la buena nueva, vais a regresar y disfrutar de nuestra presencia. Tendréis que eliminar a muchos para ello.
Mi cuerpo se elevó y quedó suspendido en el aire, sobre su cabeza aparecieron dos esferas perfectas que avanzaron hasta posarse sobre mi. Hubo un destello intenso, noté como se grababan a fuego en mi pecho y caí. Nunca más tuve dudas.
Tenía que buscar a mis siete hermanos para iniciar el nuevo éxodo, el regreso a la tierra que nunca debimos abandonar.
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