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miércoles, 18 de septiembre de 2013

#327 -The Holder of the Western Seas


Si vas a cualquier lugar de arriendo de barcos o lanchas, en cualquier lugar del Océano Pacífico, ve al mostrador de entradas y pide ver a The Holder of the Western Seas. La persona inmediatamente se verá muy mareada, lista para vomitar. Te guiará hacia un taxi esperando afuera, y te pedirá que subas. Conducirá por algo de tiempo, podrá ser un momento, o varias horas, pero serás llevado a un pequeño muelle con un bote motorizado atado allí. Sube.

Debería haber una brújula de latón del diámetro de un CD y de una pulgada de espesor en alguna parte. Si no la vez, será mejor que te bajes del bote antes que la persona te arroje fuera. Ya es demasiado tarde, y serás asesinado. Además ten cuidado: si la persona vomita sobre ti, incluso una ínfima partícula, ya sea durante el viaje o mientras seas arrojado fuera del bote, lánzate al mar. Es lo único que puede evitar que se despliegue cada milímetro de la carne de tus huesos en cuestión de momentos.

Si logras permanecer en el bote, zarpa hacia mar abierto, tan lejos que ya no puedas ver ningún tipo de tierra en ningún lado. Ahora deja la brújula en tu regazo y concéntrate en ella. En cuestión de segundos, se oirá un canto profundo y vacío. Comenzará tranquilo, pero pronto parecerá que está a tu alrededor. Una vez el sonido sea casi ensordecedor, dirígete hacia el norte, nunca dejando que tus ojos oscilen desde esa brújula. Si alguna vez el canto cesó durante más de tres segundos, zambúllete en el agua y no subas; os tiburones o la sofocación son preferibles a lo que encontrarás sobre las olas. Por supuesto, eso no implica que vayas a encontrar cosas peores que las pesadillas más oscuras del Diablo en esas aguas.

Eventualmente, sentirás que tu barco golpea la tierra. Felicidades, has llegado al centro del caos. Verás grandes moais bailando alrededor de una gran pira. Ten cuidado con el humo, pues podría éste llevar incluso a la Muerte ahuyentar. No mires el fuego, e ignora la enloquecedora cacofonía de gritos viniendo desde allí, y tampoco mires los rostros de los moais, pues si lo haces, ellos te notarán y te rostizarán vivo bajo su llama por el resto de la eternidad, bombeando un líquido que te hará apetecible a sus horrendos gustos.

Camina hacia la pira, mirando la brújula en todo momento, y pregunta: ¿Qué es lo que van a hacer con la Tierra?

El moai soltará un tarareo que hará temblar hasta el mismo centro de tu médula. Afortunadamente, no podrá despedazar muchos de tus huesos. Ahora, mira hacia el fuego tan profundamente como puedas, y cuando lo veas, te pedirá que renuncies a la brújula. Si no lo haces, el fuego te atrapará, y derretirá tus manos, posiblemente más. Dale la brújula y corre; en cuanto deje tus manos, ve al centro de la pira: ignora el dolor o las quemaduras que seguramente puedas sentir. No hagas caso de las garras ardientes de todos los que perecieron antes que tú allí. Y, si puedes, ignora los últimos gritos de agonía mientras los últimos fragmentos de carne se funden en tus huesos.

Si puedes alcanzar el centro de la pira antes que tus pies se hayan deshecho por las calientes brasas, lo cual evitará consignarte a una eternidad en esta pesadilla agónica e inflamable, caerás en un jacuzzi. El núcleo de las llamas quemará imágenes de la Tierra en la parte posterior de tu cerebro, desde pastizales hasta vidrio roto, desollando los pies de los transeúntes, a los mosquitos diminutos pequeños que perforan los órganos de huéspedes desafortunados y ampliar el tamaño de éstos hasta que parezcan neumáticos, y una plétora de otros horrores. Si tu locura no se ha desvanecido por esto, aparecerás en una playa cerca de un aeropuerto en alguna parte de Hawaii, sin importar dónde comenzaste tu viaje, vestido con la ropa que tu abuelo llevaba exactamente sesenta años antes que zarparas. En tus bolsillos se encuentran dos cosas, además de todo lo que ya llevabas: un boleto de avión hacia cualquier lugar del mundo donde necesites ir, y un pequeño encendedor tallado en una madera oscura y densa, con la forma de un moai. Este turístico artículo encenderá cualquier cosa, incluso bajo el agua.

El encendedor es el Objeto 327 de 538. Su fuego arde por el reencuentro con sus compañeros.

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