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jueves, 25 de abril de 2013

Slender Girl


Muchos dicen que está loco, que es un asesino sin piedad, pero yo sé que antes no era así…
Era nueva en la ciudad, ya que mi padre trabajaba en varias ciudades y teníamos que mudarnos demasiado. Cuando llegó el primer día de preparatoria estaba muy nerviosa porque había noticias de esa ciudad acerca de asesinatos y extraños experimentos ilegales en diferentes instalaciones, no sabía con qué clase de personas me encontraría en esa escuela.
Como de costumbre nadie se acercaba a la chica nueva de estilo gótico, pero alcance a ver a muchas personas y saber cómo era la vida social en ese lugar, pude notar que había alguien igual que yo; solo, incomprendido, desesperado por encontrar una salvación de su vida, un muchacho alto y flaco, que al parecer sufría lo que ahora le llaman “Bulling”.


Me sentía mal por él, le quería hablar, pero me ganaba la timidez, así que yo solo lo observaba cuando podía, tratando de encontrar el momento de hablar.
Pasaban los días y pasaba lo mismo, solo un pobre joven sin defensa alguna contra los demás, cuando volvía a mi nueva casa de la escuela, me sorprendió que uno de mis nuevos vecinos era aquel muchacho alto y flaco al que siempre molestaban. Un día cuando miraba por la ventana para acostumbrarme a mi nuevo vecindario, observé que iba saliendo de su casa el muchacho de la escuela con una soga en la mano y con la cara de depresión, con lo que le pasaba era obvio lo que planeaba hacer.
Lo seguí hasta llegar a un callejón de la ciudad, colgando la soga y decidido a acabar con todo, estaba a punto de detenerlo cuando un anciano apareció frente a mí, yo solo me oculté por el miedo.
-¿Qué estás haciendo?-  Preguntó el hombre.
-Acabar con esto- Respondió.
-Ven conmigo, creo que te puedo ayudar.
-¿Ayudarme? No eres más que un anciano, solo déjame morir en paz.
Entonces el hombre lo jaló del brazo y lo arrastró hasta entrar a uno de los edificios de alado, estaba completamente aterrada, pero necesitaba más información de lo que pasaba, así que me acerqué a la puerta rápidamente y alcancé a escuchar unas pocas palabras.
-Necesito que firmes aquí- Dijo el hombre.
-¿Y qué pasa si no acepto?
¿Aceptar? ¿Qué cosa? ¿Qué estaba sucediendo? Mil preguntas pasaban por mi cabeza, luego escuché un murmullo que no entendí muy bien y después escuché como si alguien tratara de correr y un grito de auxilio interrumpido.
Quise correr por ayuda, pero en lo que me levantaba se abrió la puerta y enfrente de mi estaba el anciano con una sonrisa macabra y una jeringa en la mano, en el suelo estaba el muchacho inconsciente, el señor me sujetó del brazo y me aventó hacia donde estaba el muchacho.
-¿Conoces a este joven?- Preguntó.
No quise responderle, sabiendo que era muy riesgoso dar cualquier información sobre mí.
-Bueno, como no quieres hablar, me aseguraré de que descanses…
Fue hacia mí e introdujo otra jeringa en mi cuello y poco después todo se volvió negro.
Desperté en una habitación dentro de un tipo de vitrina con un uniforme de colegiada, pero no tenía escudo ni una marca de autenticidad, solo un saco con corbata, falda y zapatos.
Entró el mismo hombre con una bata de laboratorio a la habitación, acercándose a mí.
-Al fin despierta, bella durmiente- Dijo.
-¿Qué quieres de mí?- Grite mientras golpeaba el vidrio de la vitrina.
-Solo estoy haciendo una serie de experimentos y necesitaba dos ratas de laboratorio, y de paso asegurarme de que te quedes callada.
-¿Dónde está el otro muchacho? ¿Él está bien?
-Sólo puedo decirte que pasará a la historia de la ciencia.
Se retiró de la habitación y solo me quedé ahí parada, llorando, sin esperanza alguna, tenía la necesidad de saber de él, ni siquiera se su nombre, él no sabe que existo, ¿por qué me interesó su vida? No tenía caso, por meterme en la vida de los demás, terminé secuestrada por un loco.
Se escuchó un horrible ruido de tras de la pared frente a mí, poco después una explosión derribó la pared y la vitrina en la que estaba, por alguna razón me sentía demasiado diferente, mis piernas se sentían raras, me tomó mucho tiempo recuperar el equilibrio, sentía como si mi boca y nariz se habían sellado, aunque no tenía la necesidad de respirar, fue demasiado extraño ya que no tenia sensación alguna del tacto en todo mi cuerpo, mi vista parecía haberse tapado con un tipo de tela o algo parecido, a medida que caminaba sentía como si crecieran mis extremidades.
Lo único que alcanzaba a ver era un montón de escombros, pero entre ellos vi a un hombre alto y flaco, de traje, completamente blanco y sin rasgos faciales, me asusté demasiado pero al ver que estaba confundido al igual que yo pude pensar que era aquel chico de la escuela, pero ¿por qué lucia así? De seguro tenía que ver con el anciano. Salió huyendo e intenté seguirlo pero poco después lo perdí, en una de las habitaciones estaba una señora acomodando unos papeles, al verme dio un grito y se quedó paralizada del miedo, traté de detenerla ya que no podía hablar por mi boca sellada, pero cuando intente sujetar su hombro un tentáculo negro salió de mi espalda y la atravesó, me había convertido en una asesina.

Salí corriendo por la primera salida que encontré hasta mi casa, al entrar y encontrar a mis padres en la sala discutiendo otra vez dieron un grito de susto y salieron corriendo por atrás, subí por la escalera para poder entrar a mi habitación, acostarme y creer que es un horrible sueño, pero cuando pasé por el espejo del pasillo me di cuenta de por qué de los gritos, no tenía rasgos faciales al igual que aquel muchacho alto que se había convertido a causa de aquella explosión. Nos habíamos convertido en unos monstruos.
Cada día de San Valentín soy visto por parejas felices a donde quiera que voy, se asustan de mí y trato de evitar el pánico pero tengo un desliz y termino matando a alguien, yo solo busco un feliz 14 de Febrero junto al que amo, aunque nunca supe su nombre y nunca se fijó en mí, algún día lo hará y estaré junto al tal Slenderman.



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