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domingo, 21 de julio de 2013

La Opera Imaginaria



Donde las leyendas nacen, la sangre lo cubre.
Las escamas del dragón corren en sus venas,
descanso eterno a los ancestros y héroes.

Has de tus actos una leyenda, erguidos y regidos.
Siempre sobre el suelo y viendo al sol, tus presas;
imploran la piedad de los días de finales de tiempo.

Ya sea por maldad propia o bien ajeno, ahí están;
están en el delicado equilibrio entre la estaca y el suelo,
nunca hay diferencia entre un ángel o un demonio.

Los exquisitos latidos de emoción,  siempre en acecho.
Siempre esperando la oportunidad, ya sea día o noche;
la sangre es tu elixir de vida, tu sustento vital, tu vida en sí.

Todos gritan tu nombre, nadie sabe quién eres tú.
Monstruosidad, bestia, demonio, justiciero, vengador:
tú haces cumplir el karma, ¿eres tú un ser divino o mortal?

¿Estás solo, o eres una manada de lobos?, no lo sé.
¿Has sufrido en la vida, o es una absurda diversión?
pero quien eres tú, quien eres para decidir sobre la vida.

La estaca sobre el corazón de los mortales y un aire limpio,
no tengo ningún deseo de sentir ese riesgo, ni curiosidad.
¿No tienes el deseo de encontrar desenlace, un final a todo?

Ayer fueron tus victimas carroña, hoy yacen sobre el suelo.
Yacen sobre las estacas, y nunca una huella, nunca nada.
Ha de ser vengada su agonía con tu sangre, ¡si ,tu sangre!

Te odio al preguntar, te odio y no has dicho nada;
porque, que he hecho yo. Solo quería ser como tú,
tú odias, tú odias al preguntar, y no puedo responder.

Ahora sé quién eres, sé que sufriste. Y te amo,
amo tu señorial voz, tu melodiosa voz de tenor.
Nunca lo hubiera sospechado de ti, menos de nadie.

Solo sé que fuiste tú, y me parece un chiste absurdo;
tan grandiosa figura sea Codex The Killer, increíble;
lo que es conocer la vida, y entenderla es difícil.

Oh, Codex. Sé que las llamas te quitaron tu familia,
sé que eras muy hermoso para tu propio bienestar,
sé que no debí buscarte, no debí tomar esas vidas.

La plata de tu cabello, y el carcomido de tus manos.
Admito estar enamorado, enamorado de ese demonio;
es mi momento para estar con mi príncipe tártaro.

No me odia, no sabe quién soy yo, no nadie para él.
Él es mi príncipe, Fausto Medici, Codex mi amado;
para ti solo soy escoria,  solo uno más en tus manos.

La corte de sombras observa mi final, con ojos vigorosos;
siempre me vez, siempre estás ahí. Recitándome versos,
y con su sonrisa radiante, y sus ojos esperanzados y hermosos.

Aun en este momento, eres un caballero. Acaricias mi cabeza,
y me alimentas con tu sangre. Escribes poemas y los recitas,
me cuentas de tu vida, me cuentas de tu maestro y amo.


Y tú, perdido en el sublime poder de la ilusión,
La pasión sobre el bello sonido que inunda tu alma.
Desde lo alegre a lo trágico del sentimiento.

Y tu señor deleitándolo con su voz,
celebrando la vida sobre el dúo de flores
y riendo sobre falsos ídolos de oro.

Antes Puccini y Wagner, eran lo más sagrado;
sus mentores en la lírica de placer en bruto,
reviven aun cada noche con tu canto celeste.

Fausto con tu triunfante voz de ángel,
deleitas las almas y ríes de la fortuna.
¡Y mientras las estrellas iluminen, vivirás!

Y donde los ecos de tu arte, retumben
y el drama de esta eterna opera, estremezca.
Ahí, sobre el silencio te detendrás.

La ópera, tú opera triunfante,
tu hermosa opera sangrante,
¡viva la opera imaginaria!

Aunque el encanto de tu voz,
enmudece las brasas infernales.
Hay una nota un más excelsa y celestial.

Ahí donde las partituras son rojas y las notas de sol están de más,
¡la más hermosa y fina, voz un coro celestial;
una voz que se oculta, bajo un velo de sombra!

Es un coro de 7 tenores, su hermosa voz.
Una armonía tan caótica y sublime,
¡QUE NADIE DUERMA, POR QUE LA ÓPERA CONTINUA!


Poema dedicado a mí querido amigo de la infancia Víctor Wallace. Que el ángel de 7 lenguas te de descanso eterno a tu bella alma, no te preocupes nunca más. Esta ópera nunca terminara hasta satisfacer a ese supremo Ángel que llamo mi señor

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