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domingo, 11 de agosto de 2013

los poemas de Codex (recopilación) :Codex the killer,la opera imaginaria, la secta de los codigos y tercera llamada


Una plaga nos inunda,
la noche es su manto,
un manto ensangrentado.

Nadie sabe de dónde vino,
nadie sabe cuándo acabara,
el, reina sobre el silencio.

Oh alma cruel y solitaria,
oh Codex the killer, escapas,
¡déjame maldecir sobre ti!

Con cada sorbo de wiski.
 Más amarga la respuesta,
y la lógica escapa de mis manos.

Y sobre el firmamento,
el silencio triunfante.
La noche es salvaje cual animal.

Y los trozos de poesías olvidadas,
están detrás del macabro juego,
y las pistas se difuminan más y más.

Miles de asesinos sueltos y despreciables,
y sin embargo eres tu digno de admiración,
oh Codex con sangre sobre el arte.

Los coros celestes nocturnos de tu voz,
y los mártires en la oscuridad,
donde no hay lugar para temer.

No todo es un juego fácil, no para ti,
es un arte complejo y único, delicado.
Que es lo que quieres comunicar.

Mientras los ojos del demonio,
triunfen sobre la oscuridad.
Él es el señor del abismo.

Tu mente ilumina la maldad,
con tus alas de grandeza extendidas,
y tus manos rojas de sangre.

Donde Fausto y Mefistófeles festejan,
danzan y beben, mientras se burlan de mí,
ya no es Satán quien lidera esta danza.

Mil y una noches velando la paz,
esperando descifrar su lógica,
que hasta al más sabio impresiona.

Ya casi al final de la historia abandono,
con la lluvia de Gemínidas sobre el cielo,
la suerte, oh gran enigmática poetiza.

La temible y lúgubre sombra carmesí,
de temible y monstruosa aurea de muerte,
y su belleza refleja al cielo azul y la tierra fértil.

La mística noche sus versos, iluminan.
Iluminan su abismal presencia, belleza.
La belleza de la sombra de un cuervo.

Oh la gloria del momento eterno.
Recodar en el olvido, para ser abandonado,
y la dicha es incomparable a ninguna otra.

Resplandece solemne la plata,
y del cristal al cielo perpetuo,
la cara celestial gotea vitalidad.

Creí, la noche mi único testigo;
testigo de la danza del bien y el mal,
haciéndose pasó entre las gotas de agua.

Su dolor, su ojo cegado y hermoso.
Atrajo la verdad humana, es un ídolo;
los gruñidos en la oscuridad perpetua.

Sus lobos de manta y ojos brillantes,
gruñían bestialmente y de a miles.
El, solo el lidera esta legión de almas.

Oh Codex, mi vida llego a su terrible fin.
Mientras mi piel es alimento de tus bestias,
oh Codex, o debo decir Legión the killer?


Te ríes de mi suerte, y bebes mi esencia,
oh señor de la legión de la oscuridad.
¡Termina mi sufrimiento de una vez!

Poema a la detective, Ángela Stilietto.
autor: Codex para muchos, Legión para ella.



Donde las leyendas nacen, la sangre lo cubre.
Las escamas del dragón corren en sus venas,
descanso eterno a los ancestros y héroes.

Has de tus actos una leyenda, erguidos y regidos.
Siempre sobre el suelo y viendo al sol, tus presas;
imploran la piedad de los días de finales de tiempo.

Ya sea por maldad propia o bien ajeno, ahí están;
están en el delicado equilibrio entre la estaca y el suelo,
nunca hay diferencia entre un ángel o un demonio.

Los exquisitos latidos de emoción,  siempre en acecho.
Siempre esperando la oportunidad, ya sea día o noche;
la sangre es tu elixir de vida, tu sustento vital, tu vida en sí.

Todos gritan tu nombre, nadie sabe quién eres tú.
Monstruosidad, bestia, demonio, justiciero, vengador:
tú haces cumplir el karma, ¿eres tú un ser divino o mortal?

¿Estás solo, o eres una manada de lobos?, no lo sé.
¿Has sufrido en la vida, o es una absurda diversión?
pero quien eres tú, quien eres para decidir sobre la vida.

La estaca sobre el corazón de los mortales y un aire limpio,
no tengo ningún deseo de sentir ese riesgo, ni curiosidad.
¿No tienes el deseo de encontrar desenlace, un final a todo?

Ayer fueron tus victimas carroña, hoy yacen sobre el suelo.
Yacen sobre las estacas, y nunca una huella, nunca nada.
Ha de ser vengada su agonía con tu sangre, ¡si ,tu sangre!

Te odio al preguntar, te odio y no has dicho nada;
porque, que he hecho yo. Solo quería ser como tú,
tú odias, tú odias al preguntar, y no puedo responder.

Ahora sé quién eres, sé que sufriste. Y te amo,
amo tu señorial voz, tu melodiosa voz de tenor.
Nunca lo hubiera sospechado de ti, menos de nadie.

Solo sé que fuiste tú, y me parece un chiste absurdo;
tan grandiosa figura sea Codex The Killer, increíble;
lo que es conocer la vida, y entenderla es difícil.

Oh, Codex. Sé que las llamas te quitaron tu familia,
sé que eras muy hermoso para tu propio bienestar,
sé que no debí buscarte, no debí tomar esas vidas.

La plata de tu cabello, y el carcomido de tus manos.
Admito estar enamorado, enamorado de ese demonio;
es mi momento para estar con mi príncipe tártaro.

No me odia, no sabe quién soy yo, no nadie para él.
Él es mi príncipe, Fausto Medici, Codex mi amado;
para ti solo soy escoria,  solo uno más en tus manos.

La corte de sombras observa mi final, con ojos vigorosos;
siempre me vez, siempre estás ahí. Recitándome versos,
y con su sonrisa radiante, y sus ojos esperanzados y hermosos.

Aun en este momento, eres un caballero. Acaricias mi cabeza,
y me alimentas con tu sangre. Escribes poemas y los recitas,
me cuentas de tu vida, me cuentas de tu maestro y amo.


Y tú, perdido en el sublime poder de la ilusión,
La pasión sobre el bello sonido que inunda tu alma.
Desde lo alegre a lo trágico del sentimiento.

Y tu señor deleitándolo con su voz,
celebrando la vida sobre el dúo de flores
y riendo sobre falsos ídolos de oro.

Antes Puccini y Wagner, eran lo más sagrado;
sus mentores en la lírica de placer en bruto,
reviven aun cada noche con tu canto celeste.

Fausto con tu triunfante voz de ángel,
deleitas las almas y ríes de la fortuna.
¡Y mientras las estrellas iluminen, vivirás!

Y donde los ecos de tu arte, retumben
y el drama de esta eterna opera, estremezca.
Ahí, sobre el silencio te detendrás.

La ópera, tú opera triunfante,
tu hermosa opera sangrante,
¡viva la opera imaginaria!

Aunque el encanto de tu voz,
enmudece las brasas infernales.
Hay una nota un más excelsa y celestial.

Ahí donde las partituras son rojas y las notas de sol están de más,
¡la más hermosa y fina, voz un coro celestial;
una voz que se oculta, bajo un velo de sombra!

Es un coro de 7 tenores, su hermosa voz.
Una armonía tan caótica y sublime,
¡QUE NADIE DUERMA, POR QUE LA ÓPERA CONTINUA!


Poema dedicado a mí querido amigo de la infancia Víctor Wallace. Que el ángel de 7 lenguas te de descanso eterno a tu bella alma, no te preocupes nunca más. Esta ópera nunca terminara hasta satisfacer a ese supremo Ángel que llamo mi señor





Tras las colinas, nos reuniremos.
Carentes de piedad y de calor,
adoraremos a nuestro amo y señor.


Con sangre sobre las capuchas de manta,
y nuestros ojos oscurecidos por tu piedad,
de pie, rezaremos nuestras plegarias señor.


No buscamos ser ángeles ni salvadores,
solo buscamos tu despertar de nuestro señor,
un despertar sobre plegarias y sacrificios.


La sangre sobre el improvisado altar,
las ofrendas gimen y lloran lágrimas negras.
Mientras “tu Codex” es revelado por tu luz.


Un Codex revelado por tu luz de sabiduría,
y una visión es revelada; Tu palabra es ley,
y tú sobre su mente, comanda las hordas sombrías.


Nosotros somos las sombras. La piedad,
la cálida piedad se desvanece en la oscuridad
quedando solo, el silencio sepulcral de la muerte.


Una visión develada, por tu iluminación.
Motivada por el olor a sangre fresca
y un sueño de ideales retorcidos.


Somos tus monjes, tus bestias.
Somos más terrenales que celestes,
nuestros gruñidos el silencio rompen.


Tu Codex puede controlarnos, porque él es tuyo.
Le servimos, porque es tu voz en la tierra,
pero solo somos tus esclavos, nuestro señor.


Mantendremos fuerte nuestra lealtad,
y la oscura noche nos sonreirá, mientras 
las llamas danzan sobre el horizonte.


Y con estas ofrendas de carne virgen y fuego,
buscamos complacerte nuestro ángel sombrío
de siete voces celestes y armoniosas.


El ángel oscuro y bello, en su manto de sombra;
su canción, tan hermosa y poderosa es,
marcará la pauta del final de los tiempos.


Donde las estrellas vibren, graciosamente;
y las velas iluminen la eterna penumbra,
oh hermoso ángel del final del tiempo.


Con la estrella triunfante a tu diestra,
agonizante, brillara intensamente.
¡Todos lo sabrán, el mundo lo sabrá!


Con el fuego sombrío a tu siniestra,
su luz sobre el sol carmesí de la sangre,
la flama eterna de tu vela, alumna tu rostro.



Tus siete bocas, mi amo y señor;
entonan solemnes un himno.
Un himno que marca el inicio del fin.


Oh, mi amo y señor Zalgo. 
Ángel de oscuridad perpetúa,
oh, amo y señor te imploramos.


Limpia este mundo de la maldad,
limpia a este mundo de la bondad,
que la entropía nos guie en nuestro paso.


Te impláramos, que aceptes estas humildes ofrendas;
ya que su palabra; nuestro amo y señor, es la ley.
oh, nuestro amo y señor Zalgo te imploramos…


primera oracion a nuestro amo y señor zalgo para ofrecer una virgen, escrita por Fausto Medicci y recitada por los seguidores de Zalgo. la corte de las sombras




Recuerdos bizarros recorren mi mente,
y el dolor es insoportable, los recuerdos;
el pasado me atormenta, quiero olvidar.

Tantos recuerdos, mi señor. Debo ser fuerte;
porque tenía que ser tan débil en el pasado,
porque los lirios no pueden permanecer blancos.

¿Porque, las cenizas siguen ahí?, el delirio.
La rabia enardece mi espíritu cada vez más,
no podía dejar de llorar, la humillación.

La ópera sin embargo debe continuar,
el gran salón y la bella orquesta a mis pies;
la reverencia y ovaciones mi olvidada patria.

Estoy de pie sobre el pedestal dorado,
enfrentándome al aria que me dio la fama,
y abajo un río de ardiente metal.

Frente a mí, las ovaciones de loe espectadores
quieren escucharme y sentir la lírica de mi voz,
y mi señor, está ahí para escucharme también.

Años sin pisar la arena del comienzo,
volveré con mi comienzo como Fausto,
Mefistófeles seré una vez más, mi señor.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro,
estoy nervioso.  Odio el palacio de Garnier,
sin embargo. Mi deber quedarme y cantar.

El olor a rosas y los admiradores, todos por mi voz;
la noche me llama y el sueño debe encarnarse,
no soy malvado, ni soy bueno; es su voluntad.

Estoy en lo más alto, delirando y gozando.
Esta voz yo lidero este vals, que escribiste;
y esta vez, el telón baja despacio.

Haré lo mejor para no aburrir a nadie,
hasta el más frió corazón temblara.
Casi es hora, ¡rápido, cerrad las puertas!

Los cuerpos se contorsionan en una ronda,
con la luna alineada y la luz reflejada.
Es la hora acordada, perdónenme  todos.

En un rió carmesí, un lamento ahogado;
más dulce es la hoja de la espada,
y la nota tan alta y solemne.

No hay gritos, solo un testigo.
El no hablara, eso yo lo sé.
Lo mira todo desde el balcón.

Me mira con indiferencia,
pero aplaude a mis actos.
No te preocupes, te puedes ir.

Lo sé, quiere seguir viendo este espectáculo,
seguiré cantando caprichosamente piezas varias.
Pero me observas sin temor, que prodigio.

Créeme, entiendo esa mirada mi amigo.
¿Tome tu presa antes de tiempo, no?
pero la fortuna es la emperatriz del mundo.



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