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jueves, 24 de octubre de 2013

“El trauma Insuperado”


Con llanto en los ojos y las manos apretadas me considero listo, eh conseguido tanto valor como el que mi mente me permite, pero aun pensando en lo que viene... 

Abro la puerta lentamente, sabiendo lo que me espera... Ahí está él…
Su mirada muerta y blanca se me clava en la mente, es lo primero que eh visto.

Su pelo rizado color rojo chillón y esos colores anaranjados, parecen sacados de una película de terror. 

Su expresividad burlona parece mofarse de todo aquel que se encuentre a su lado y eso hace despertar en mí, un odio y temor enorme hacia ese ser en apariencia infantil.


Sé que tiene la misión de alegrar y sacar una sonrisa, pero en realidad es un ser que solo consigue sacar el miedo y la intranquilidad.

Noches en vela eh pasado, intentando llegar a alcanzar una mirada directa a los ojos de ese muñeco... 

Pero ah sido imposible, ni siquiera la seguridad que tenía de pequeño de arroparme hasta la cabeza, ah conseguido dejarme dormir. Uno solo piensa en ese muñeco: ¿Qué hace? ¿Sigue quieto? ¡Que no se mueva, por favor!... 

Tu obsesión hacia él, puede llegar a hacerte pensar cosas en las que nunca te podrías imaginar, cosas malas, a tal grado de hacer planes para des hacerte de él, incluso horas antes de encontrarlo de nuevo sentado en ese estante observándolo todo.

Pero llega un día, en que abres la puerta y su mirada muerta y blanca ya no te asusta. Creces, y algo que nunca habías podido hacer como tocar a ese muñeco abandonado, lo consigues. 

Y con mucha fuerza, porque no es fácil superar un miedo, lo agarras de esa cabellera de serpientes y sin remordimiento lo sacas de tu cuarto, dejando así de sentir esa sensación macabra de que alguien te está vigilando.

Tardas en poder volver a dormir, pero el tiempo todo lo cura y lo consigues, en conclusión es tanta la implicación que ese diablo ah tenido mi vida, que ahora no puedo ni ver a la gente disfrazada, ni una película, ni nada de ese ser terrorífico al que llaman Payaso.

Hoy después de 17 años entro a mi habitación, me recuesto en mi cama, volteo hacia la esquina y vuelve a mí ese miedo que calcina los huesos… no puede ser, ahí está el, yo mismo le incinere.

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