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martes, 30 de diciembre de 2014

Los Secretos de Caramel - prt8

EL PRIMER BESO 


Max solía quedarse en mi casa cuando era muy pequeño  porque su mamá no tenía con quien dejarlo cuando se iba a trabajar y la reciente amistad con mi madre le había favorecido mucho. Para ambas era bueno que sus pequeños tuvieran con quien jugar.

Cuando entró  a casa por primera vez  me sorprendí mucho ver en medio de mi sala al niño de ojos azules que solía jugar  en el parque y con quien no hablaba mucho. Nosotros éramos muy pequeños  por eso cuando nos vimos frente a frente en mi casa en lo único que pensamos fue en hacer correr nuestros carros de plásticos por todo el piso, como una competencia.



A veces Max se quedaba a dormir en casa.  Cuando su madre llegaba del trabajo él ya estaba durmiendo y mi madre le decía que era mejor que se quedara  para no molestarlo. A veces cuando me despertaba y no lo encontraba, iba corriendo a mamá para decirle muy preocupado que el niño que dormía a mi lado ya no estaba. Mayormente Max siempre se despertaba junto a mí y nos íbamos  al jardín para jugar toda la tarde. Yo disfrutaba mucho de su compañía.




Mi padre tenía la costumbre de despedirse de mi madre con un beso en los labios cuando se iba a trabajar. Ellos de jóvenes siempre se quisieron, por eso las demostraciones de afectos que se daban eran infaltables alrededor de Max y de mí. Max se quedaba con la boca abierta cuando los veía y juntos nos poníamos a reír mucho al lado de  nuestros juguetes. Ver ese contacto tan cercano era algo nuevo para unos pequeños como nosotros.


Un sábado, la mamá de Max fue a visitarnos. Ella se puso a hablar con mis padres   de muchas cosas que no entendíamos. Se notaba que lo estaban pasando muy bien entre muchas de sus risas. Nosotros jugábamos en el jardín, pero a través de la mampara de vidrio podíamos verlos conversando muy contentos. 


Lo pasamos  jugando toda la tarde, como siempre, hasta que la madre de Max lo tomo de la mano para llevárselo a casa. Yo me puse muy triste porque quería seguir divirtiéndome con los pequeños soldados que la madre de Max le había comprado, pero tenía que irse junto a ella. Nosotros no nos veríamos hasta el lunes, el día que la madre de Max iba a trabajar.


Antes de irse, Max se acercó a mí y me dio un beso en los labios delante de nuestros padres y luego se fue con su divertida madre, quien había visto la escena como algo muy tierno. Después de que se habían ido, mis padres me dijeron que no era la manera correcta de despedir a un niño porque éramos muy pequeños y que esos saludos o despedidas solo lo podían dar los adultos que se querían muchos como ellos.


Desde ese día mis padres no se volvieron a despedir cariñosamente delante de nosotros. Sus temores por confundirnos les hicieron tomar esa decisión. 


De adolescente a veces se me venía esa imagen del primer beso en mi mente, pero a pesar de haber sido el primer rose de unos labios que había sentido sobre  los míos, nunca lo consideré un verdadero beso. La inocencia nos había robado ese contacto especial muy de niños, el cual consideraba algo que sucedió por la simple curiosidad por parte mi amigo Max.

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