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jueves, 11 de diciembre de 2014

Los duros sacrificios a los que se someten los científicos en sus investigaciones

  Sacrificarse en aras de la verdad ha acompañado a la ciencia desde sus orígenes. Basta recordar a los antiguos filósofos griegos, al astrónomo Giordano Bruno, quemado en la hoguera, y, últimamente, los voluntarios de la vacuna contra el ébola.


 El físico Georg Richmann, que dedicó su vida al estudio de la electricidad atmosférica, está considerado como el primer mártir de la ciencia eléctrica tras fallecer electrocutado por una descarga durante un experimento en San Petersburgo en 1753.


 El médico francés Alain Bombard decidió demostrar que los náufragos mueren en sus botes más por razones de miedo que por las condiciones externas. Por eso en soledad cruzó el Atlántico en una barca neumática en 1952 alimentándose de pescado, algas y plancton durante 65 días. Para el final de su experimento había perdido 25 kilogramos de peso y se encontraba al borde de la muerte.


 Alexander 'Sasha' Shulgin, un farmacéutico y bioquímico estadounidense, prefería viajes de otro tipo. Durante muchos años y junto con su esposa Ann, experimentó con sustancias psicoactivas. También sometieron a sus experimentos a sus amigos. La pareja describió la síntesis y los efectos de más de 250 sustancias en su mayoría desarrolladas por el propio Shulgin. Debido a sus obras, entre ellas la popularización de la droga MDMA, el científico es conocido como 'doctor éxtasis'.


 El médico alemán Werner Forssmann instaló el primer catéter en un corazón humano: el suyo. En 1929, mientras trabajaba en Eberswalde, realizó una incisión en la vena antecubital de su brazo e introdujo un catéter urinario dentro de la aurícula derecha de su propio corazón. Luego, caminó al departamento de radiología, donde le tomaron una radiografía que mostró el catéter en su corazón.


Nathaniel Kleitman está considerado el padre de la investigación estadounidense sobre el sueño. Para estudiar los efectos de la privación del sueño, pasó 180 horas sin dormir, lo que le causó fuertes alucinaciones. Ello puso fin al experimento.


 El llamado hombre 'más rápido del mundo', el estadounidense John Stapp, estudió los efectos de la aceleración y desaceleración en el organismo humano experimentando con el suyo propio. Stapp desmintió que la tolerancia humana no sobrepasara los 18G, cuando alcanzó el valor de 46,2G en un trineo cohete. Los experimentos, que supusieron una gran contribución a la medicina aeroespacial, le costaron fracturas de costillas y extremidades así como rupturas de vasos sanguíneos en los ojos, los cuales le acarrearon problemas crónicos de visión.


 El científico británico Kevin Warwick fue conocido como 'Capitán Cyber' por los numerosos implantes que conectaron su sistema nervioso con varios dispositivos insertados en su propio cuerpo. Como parte del proyecto 'Cyborg' le fue implantado en su brazo un chip que conectaron al nervio mediano, con el que fue capaz, desde Nueva York y con las señales eléctricas de su cerebro, de mover un brazo robótico en Reino Unido.


Para llamar la atención sobre la deforestación de la selva Amazónica, el naturalista Paul Rosolie decidió ser engullido en directo por una anaconda gigante. Para intentar 'ingresar' en la anaconda, el aventurero usó un traje de fibra de carbono especialmente diseñado para protegerse de los ataques mortales de la serpiente y de los ácidos digestivos de su estómago. También contó con una especie de tanque de oxígeno, que le permitió tener aire durante tres horas, cámaras de filmación y dispositivos de comunicación. Sin embargo, el reptil no fue más allá de morder la mano de Rosolie e intentar asfixiarlo.

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