La risa es el opio del pueblo
Los científicos sostienen que, según nuestro cerebro se ha ido desarrollando, la risa ha ido teniendo una función social mayor, de enlazar gente. Robin Dunbar, de la Universidad de Oxford, ha descubierto que la risa aumenta los niveles de endorfinas –el opio natural del cuerpo–, una de cuyas misiones es ayudarnos a reforzar las relaciones sociales.
Pero no es lo mismo reírse “de” que reírse “con”. La diferencia está en la exclusión social que hay entre ambos casos. Tampoco es igual la risa espontánea y natural, y la embarazosa y nerviosa, según Matthew Gervais, de la Universidad de California. En este último caso, es consecuencia de la evolución humana, y un exponente de la tensión a la que el hombre se ve sometido por las distintas situaciones.
En la actualidad tiene una función social que refuerza nuestro lazos con los interlocutores y potencia la camaradería. Los científicos sugieren que la risa tiene también una implicación en la selección sexual natural humana, porque los hombres intentan potenciar su vis cómica para satisfacer la demanda de risa de las mujeres.
Besos que alimentan
Las especulaciones no faltan. La primera es que lo asociamos al amor, al confort y a la seguridad que nos producía mamar cuando éramos bebés. La segunda, que nuestros antepasados destetaban a sus crías alimentándolas boca a boca, al igual que hacen los chimpancés. En ambos casos, se asocia el placer con tocarse con los labios.
Hay científicos que también sostienen que besar tiene su origen en la búsqueda de comida. Nuestros antepasados originalmente se sentían atraídos por los frutos maduros y rojos. Asociaron atracción con el tono rojizo y, en consecuencia, los órganos genitales y los labios evolucionaron al bermellón. Es decir, en lugar de crear nuevos mecanismos de atracción para la cuestión sexual, utilizaron los que ya existían para la comida.
Los labios son muy sensibles, y sus conexiones neuronales enlazan con los centros del placer corporal. Besar reduce los niveles de estrés de cortisol y aumenta los beneficios de la oxitocina.
Supersticiones para sobrevivir
Bruce Hood, de la Universidad de Bristol, Gran Bretaña, cree que tenemos un determinismo casual que asume que ciertos actos son consecuencia de acontecimientos precedentes. De ahí a creer en las supersticiones va un paso.
La explicación hay que buscarla en nuestro instinto de supervivencia, ya que encontrar la conexión entre determinadas cuestiones causa-efecto puede ser primordial, sobre todo en el pasado, para mantenernos vivos. Nuestros antecesores lo habrían tenido más difícil si en lugar de creer que un ruido en la hierba era causado por el viento, no hubiesen contemplado la posibilidad de que se debía al movimiento de un león. A veces merece la pena confundirse y asumir el coste de una creencia falsa o una supersitición que pagar el precio de la realidad.
Las corrientes religiosas también son caldo de cultivo de las supercherías. Muchas de ellas llevan a creer en la eficacia de un espíritu, aunque no siempre sea capaz de hacer milagros. Para algunos antropólogos, la misión fundamental de la religión es persuadir a la comunidad de acatar una doctrina con el fin de cohesionar un grupo. Y para lograrlo, nada mejor que aprovechar nuestra natural propensión a creer en seres sobrenaturales que pueden influir en nuestro destino.
Factores culturales y medioambientales influyen también en cuánto de supersticioso somos cada uno de nosotros. Pero, en general, cuanto menos control tenemos de nuestras vidas, más supersticiosos somos.
¿Altruistas o interesados?
La explicación para Robert Trivers, de la Univesidad de Rutgers, Nueva Jersey, está en que en los pequeños grupos donde nuestros antecesores vivieron, la bondad tenía una expectativa de reciprocidad. Sin embargo, en un mundo globalizado, en el que la mayor parte de nuestras interacciones se producen con personas que no conocemos, el altruismo tiene tendencia a ser estéril e inútil: hay pocas probabilidades de ser correspondido… O sí. Algunos antropólogos sostienen que la bondad ha evolucionado como consecuencia de la evolución cultural y grupal. Así, los beneficios que obtiene un único individuo terminan repercutiendo en el bien común. Es vital para la cohesión social. Y las sociedades que están mejor cohesionadas tienen más opciones de sobrevivir y de interactuar con otros grupos.
Pero el altruismo también tiene otras motivaciones, como son los complejos de culpa, el deseo de mejorar la propia reputación, el compromiso religioso… ¿Por qué? Porque estimula los centros de recompensa de nuestro cerebro. Y aún hay más: las personas con una cierta variante del gen llamado AVPR1 son más bondadosas que la media.
Ruborízate más: es buena señal
Si bien es cierto que hace a las personas más atractivas y deseables socialmente, también lo es que las pone en clara desventaja respecto a otros miembros del grupo.
Las mujeres se sonrojan más porque de este modo transmiten involuntariamente al macho su fiabilidad y fidelidad. Es una reacción sofisticada propia del cuerpo humano. De hecho, los animales no se ruborizan.“Pone de manifiesto que somos auténticos y dignos de confianza. Alguien de cara imperturbable te hace desconfiar, porque nunca sabes sus verdaderas intenciones”, explica Frans de Waal, de la Universidad de Emory en Atlanta, Georgia.
Meterse el dedo en la nariz
“No hay evidencia de un elevado valor nutricional en los mocos”, dice Andrade, quien junto a Srihari conjetura sobre la posibilidad de que la ingesta de los detritus nos ayude a crear un sistema inmunitario eficaz. Después de todo, los investigadores indios aseguran que no exponerse a los agentes infecciosos puede aumentar el riesgo de alergias. Así pues, comerse los mocos tendría sentido. Incluso hay quien, según el mismo estudio, les encuentra cierto saborcillo.
Necesaria adolescencia
Barry Bogin, de la Universidad de Loughborough, Gran Bretaña, sostiene que la adolescencia en las chicas se produce antes que en los varones –se adelanta incluso a su madurez sexual reproductiva– porque no solo es una forma de practicar habilidades que más tarde necesitarán, sino también de construir relaciones.
¿De dónde sale nuestro amor al arte?
Los estudios de Miller demuestran que inteligencia y personalidad son dos cualidades favorables a la creatividad artística. También descubrió que las mujeres, durante su período fértil, prefieren los hombres creativos a los saludables.
Pero el sexo no lo es todo en la evolución de la creatividad artística. Podría tener inicialmente otras motivaciones y haber evolucionado hacia el aspecto sexual más tarde. Pero ¿qué otras motivaciones? Ellen Dissanayake de la Universidad de Washington en Seattle, piensa que el proceso incrementó las posibilidades de nuestros antepasados de sobrevivir mediante la pertenencia a un grupo. Los humanos comenzaron desarrollando rituales mágicos para buscar la ayuda sobrenatural. Poco a poco, esos rituales y la iconografía que los acompaña fueron inclinándose cada vez más hacia la perfección estética.
Nadie se explica de dónde viene el sentido artístico. Michael Gazzaniga, de la Universidad de California, Santa Bárbara, sugiere que nuestro cerebro podría estar biológicamente predispuesto para crear con más facilidad cierto tipo de imágenes, tales como diseños simétricos –placenteros estéticamente hablando– solo porque puede procesarlos con más facilidad. Sin embargo, añade que respondemos positivamente al arte no por un impulso estético, sino por el deseo de pertenecer a cierto estatus social. De hecho, nos lleva mucho tiempo educarnos en qué es bueno o malo del arte.
¿Para qué existe el vello púbico?
Sueños raritos
También se ha descubierto que las personas recuerdan mejor listas de números y palabras, y las conexiones entre ellos, después de una noche de sueño que durante el mismo período de vigilia. En un estudio realizado por Patrick McNamara, de la Universidad de Boston, se despertó a estudiantes, algunos en la fase REM y otros no. Los primeros reaccionaron de forma más emocional y agresiva que los segundos. Estos últimos, sin embargo, se comportaron de forma mucho más amable. Para Patrick McNamara, los sueños en fase REM nos ayudan a lidiar con las agresiones reales, mientras que los sueños no-REM fomentan nuestro comportamiento más corporativo y social.
El contenido de los sueños puede estar influido por factores externos, como el olor e incluso el campo magnético.
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