En 1869 el médico americano llamado Cyrus Reed Teed, cuya propia marca del medicamento combinaba la alquimia con un recocido de electricidad y dosis de magnetismo, se electrocutó tan malamente que se desmayó. Cuando volvió en sí, se dio cuenta que él era la encarnación viva de Jesucristo. Y no sólo eso, sino que también decidió que la Tierra era en realidad una esfera invertida: Todos nosotros dentro, mirando al interior y no al resto del universo.
Así comenzó el culto llamado Koreshanity en Florida, con el fin de convencer al mundo de su geológico descubrimiento. Y en una playa cerca de su comuna, durante cinco meses, los Koreshanitas desplegaron un 'rectiliniador', un dispositivo de su propia creación, para medir científicamente que la Tierra es cóncava. Naturalmente, fue un éxito... Una locura, desde luego, pero también el producto de una idea, previamente planteada hacía 200 años, por uno de las más grandes mentes científicas de la historia: Edmond Halley ya se dio cuenta que, el campo magnético de la Tierra era bastante impredecible, con sus líneas cambiando de año en año. Y Halley, después de dar su nombre al famoso cometa, calculó que la causa de ello era la oquedad de la Tierra, estamos de pie sobre la cáscara más externa de las otras tres capas concéntricas internas. Y son los polos de estas capas internas las que arrojan fuera nuestro campo magnético. Ah, y de acuerdo con Halley, no cabe duda de que hay vida floreciente allá en el fondo.
Esta es la extraña historia de la Tierra hueca, una teoría que hasta el propio Halley se dio cuenta que era poco creíble. "Si voy a parecer algo extravagante o romántico", escribió en 1692, "es deseable que el lector suspenda su censura, hasta que haya considerado la fuerza y número de los muchos argumentos que hacer tan buena como nueva tan audaz suposición." Halley trabajó mucho a favor de que su amigo Isaac Newton publicara su novedosa obra 'Principia', "la obra que constituye la base de la física moderna", según Duane Griffin, de la Universidad de Bucknell, relata en su ensayo, "What Curiosity in the Structure: The Hollow Earth in Science". "Así como la publicación de los 'Principia' marcó el comienzo de la ciencia moderna", añade Griffin, "la teoría de la Tierra hueca de Halley puede, por lo tanto, considerarse como la primera predicción de la moderna era científica." Bueno, vale, un comienzo interesante. Pero la idea de una Tierra hueca tampoco era algo nuevo, apunta Griffin. Aparece en el folklore de todo el mundo, por no hablar del resto de Europa en la época de Halley. Un alemán llamado Athansius Kircher, por ejemplo, publicó 'Mundus Subterraneus' en 1664, donde afirmaba que la Tierra contiene un fuego central (un poquito de verdad sí que tenía) y grandes lagos subterráneos y cámaras de lava. El polo norte, entonces, es un enorme vórtice que succiona el agua hasta el fuego central, donde era calentada y expulsada después por el polo sur.
Kircher no tenía datos que respaldaran sus afirmaciones, pero Halley sí. Por extraño que parezca, su teoría era errónea, pero bien razonada, dado el nivel de conocimiento de la época, y a menudo incorporaba ideas de los 'Principia', según cuenta Griffin. Halley argumentaba que las variaciones en el campo magnético de la Tierra no podían deberse a ningún tipo de cuerpo magnético errabundo entre las rocas, y descartada la naturaleza sólida de las rocas, debían de ser círculos invisibles que giraban en torno a nuestros pies. "La Tierra se representa por un círculo externo", escribió, "y los tres círculos internos son casi proporcionales a las magnitudes de los planetas Venus, Marte y Mercurio, todos ellos podrían estar incluidos dentro del globo terráqueo."No hay peligro de que choquen uno con otro, por cierto, porque al igual que con los anillos concéntricos de Saturno, están perfectamente mantenidos en su lugar por la gravedad.
Debido a que el magnetismo es una fuerza más poderosa que la gravedad, el interior de la carcasa debe estar alineado con la "Materia Magnética" que impide que todo se desintegre desde las cumbres a las cuevas, como un todo en sí mismo. Existe el problema, sin embargo, de que las grietas que se forman en la capa exterior, con una gravedad succionando el agua de mar y los escombros hacia el centro de la Tierra. Pero Halley reconoce que, "las partes internas de esta 'burbuja de la Tierra' deben estar repletas de este tipo de vitriólicas y salinas partículas" que tapan las fugas (más tarde, en 1716 atribuyó en un particular e intenso debate sobre que la aurora boreal eran los vapores luminosos que escapaban de una grieta de la Tierra).
En aquel tiempo, la ciencia aún no se había desprendido de la religión, y se planteaba la cuestión de por qué Dios disponía las cosas exactamente de esta manera. ¿Para qué podrían servir los espacios vacíos entre los círculos dentro de nuestro planeta? Para Halley, que creía que todos los otros planetas de nuestro sistema solar estaban habitados, que era más que otro lugar donde Dios reservaba la vida. La Tierra, según él, era esencialmente un edificio gigante hecho por el Todopoderoso. "Nosotros mismos, en las ciudades donde estamos presionados por el ambiente, normalmente construimos muchas tramas, unas sobre otras, y con ello damos cabida a una mayor multitud de habitantes", escribió. Existe, por supuesto, el problema de la luz requerida para esa vida. Mas no hay problema realmente, dijo Halley. "Los 'arcos cóncavos' situados en varios lugares pueden brillar con una sustancia que hace de superficie del Sol; no podemos, sin la osadía impropia de un filósofo, aventurarnos a ver la imposibilidad de tan peculiares luminarias de ahí abajo, de las cuales no tenemos ni idea." (Léase: no tengo ni idea de lo que está pasando ahí abajo, así que esto es una suposición).
La teoría de la Tierra hueca de Halley tuvo una recepción en general indiferente, dice Griffin, y en realidad él nunca se explayó sobre su obra después de su publicación. Pero eso no quiere decir que la abandonara, todo lo contrario: Unos 40 años más tarde se sentó para su retrato oficial como Astrónomo Real, y en su mano tenía la ilustración de la Tierra y sus tres círculos concéntricos, mostrados a la izquierda. Obviamente, hoy día hemos determinado que nuestro planeta es cualquier cosa menos hueco. No obstante, Halley estaba en la línea correcta: la Tierra, de hecho, está compuesta por capas, desde el núcleo interior hasta la corteza que pisamos. Lo sabemos gracias a la sismóloga danesa Inge Lehmann, que supervisó un terremoto en 1929 y determinó que los diferentes tipos de ondas que produce, se comportan de manera distinta en los líquidos y en los sólidos, y se habían ido desviando de un núcleo externo líquido y de un núcleo interno sólido. Muy apropiada es la agitación del núcleo externo, que no sólo produce nuestro campo magnético, sino que hace que lo hace variar con el tiempo. Bien mirado, Halley, estuvo cerca de encontrar la respuesta correcta.
A pesar de su equivocación, "los datos geomagnéticos que Halley recopiló excitaron considerablemente el interés científico", escribe Griffin. Y como primera predicción real de la era científica, en realidad no fue tan mala manera de comenzar. Si la ciencia sabe algo, es perdonar. La teoría de Halley estaba equivocada, pero una hipótesis tan temprana ayudó construir el marco para las distintas disciplinas científicas que hoy disfrutamos.
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