En un mítico sketch de los Monty Python, un escritor crea el chiste más gracioso del mundo, de un poder humorístico tan intenso que mata de risa a todo el que lo lee o escucha. Pese a lo absurdo que pueda parecer el planteamiento, morirse literalmente de risa es posible. Y son unos cuantos los que han fallecido víctimas de las carcajadas.
Las autoridades sanitarias nos advierten de lo peligroso para nuestra salud que es fumar o meternos en un reactor nuclear, pero también deberían avisarnos antes de emitir un especial de humor por televisión. O podríamos terminar como uno de estos sonrientes difuntos.
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