martes, 2 de diciembre de 2014
Origen de Horror Illusions
Seguramente escucharon hablar de Horror Illusions, pero si no es así y se preguntan quién es, aquí está su historia, la historia de su origen:
Su verdadero nombre es Jessica Adams, tiene 15 años, el cabello negro largo hasta la mitad de la espalda con flequillo y mechones a los lados, piel blanca (casi pálida) y ojos oscuros, siempre vestía con una camisa blanca a la mitad del abdomen, una chaqueta negra de mangas cortas, una falda de color bordó, unos tenis negros y unas medias blancas.
Siempre llevaba la misma ropa ya que sus padres no le compraban más. Empezó a matar cuando ella tenía 8 años de edad, mataba algunos animales y a cualquiera que la molestara, no los mataba usando cuchillos o revolver, solía usar veneno, trampas ingeniosas en lugares lejos de sus casas y del resto de la gente para que no los escucharan pedir ayuda, o entraba en sus casas cuando todos dormían y rociaba con gasolina en todas partes para luego prenderles fuego y disfrutar de la vista. Se estarán preguntando “¿cómo una niña de 8 años puede cometer semejantes crímenes?” pues la razón de eso se debe a sus padres.
Los padres de Jessica jamás quisieron tener hijos, es más, ni siquiera se casaron ni se amaban. Jessica nació de una noche de alcohol y sexo sin protección, su madre al enterarse que estaba embarazada no dejó de perseguir a su padre hasta que no aceptara hacerse cargo de ellas dos, y al final él aceptó cuidarlas.
Cuando Jessica nació ninguno de ellos le dieron importancia, ni les importaba su existencia en la casa. Y las cosas empeoraron cuando ella llegó a los 7 años y su padre comenzó a pegarle. A su padre lo único que le importaba era el dinero, el sexo y la cerveza. Cada vez que llegaba a casa borracho buscaba a su madre para pasar el rato y cuando no la encontraba se desquitaba golpeando a Jessica, su madre sabía cómo la trataba su padre pero nunca hizo nada al respecto. Ella estaba más interesada en salir con sus amigas a beber, fumar y drogarse con cocaína.
Al ir creciendo en semejante familia, Jessica fue adquiriendo de a poco una personalidad asesina, casi psicópata. Como no podía matar a sus padres se desquitaba con otras personas, animales, y solía cortarse las venas de vez en cuando para liberarse de la presión que sufría en su casa. Pensó varias veces en suicidarse y así no tener que soportarlos nunca más, pero al recordar que sus padres no tienen el mínimo interés en ella y que la preferirían muerta, decidió no darles el gusto.
Ella era algo antisocial y muy distante, todos la creían rara y se alejaban de ella o la molestaban, lo único que ella más amaba era matar seres vivos para dárselos como sacrificio a Zalgo a quien trataba como a su dios. Tenía la esperanza de invocarlo algún día y se hiciera cargo de sus padres para siempre.
Una noche que Jessica volvió a su casa, sus padres la recibieron de mala manera, empezaron a gritarle cosas horribles y ella no sabía por qué era que lo hacían. Ellos le mostraron su hoja de calificaciones las cuales estaban pésimas, también le dijeron que su directora los llamó y les dijo que andaba peleando y agrediendo a todos, sobre todo a los maestros. Ellos le dijeron que aparte de que la soportaban en casa y gastaban dinero en su maldita educación les viene con cosas como esas y que era una maldita ingrata malagradecida.
Ella no dijo nada, solo se les quedó viendo, como siempre hace cada vez que le gritaban.
Su padre estaba harto de ella. Le agarró y jaló del cabello y la llevó arrastrando hacia su cuarto donde la tiró a la cama, se quitó el cinturón del pantalón y comenzó a pegarle. Le pegó tanto hasta que ella empezó a sangrar y a llorar de dolor, se retiró de su cuarto dejándola sola y azotando la puerta al salir.
Jessica ya no podía soportarlo más. No podía seguir viviendo así con esos monstruos, no es que ella fuera una santa pero en comparación con ellos era más…humana por así decirlo. Casi arrastrándose fuera de la cama buscó entre sus cosas y encontró anotado en un papel la invocación de Zalgo que ella encontró en internet. Esperó a que sus padres se durmieran para poder invocarlo sin interrupciones.
A media noche se sentó en el suelo en medio de su habitación frente a una especie de altar que le tenía a Zalgo, colocó varias velas encendidas a su alrededor formando un circulo, leyó en voz baja el papel que puso frente a ella para invocar a Zalgo. Pasaron unos minutos después de que lo leyó y nada pasó, volvió a invocarlo y nada, lo invocó 12 veces y nada ocurrió, decepcionada se dio por vencida, guardó todo y se fue a dormir. Mientras dormía se revolvía en la cama, sentía que alguien la estaba observando. Abrió los ojos y al ver a nada menos que a Zalgo parado frente a su cama, se quedó inmóvil y más cuando Zalgo le habló.
-¿Tú fuiste la que me invocó?-
Esa voz de ultratumba que Zalgo tenía la dejo helada, pero al mismo tiempo interesada. Ella no le contestó, solo se sentó en su cama, todavía estaba sorprendida de verlo ahí.
-Acabo de preguntarte si tú fuiste la que me invocó… ¡responde!-
-S-sí, fui yo…-
-¿Y para qué me has invocado?-
-Yo…yo…quiero que mates a mis padres-
Zalgo no dijo ni hizo nada, Jessica tampoco decía nada, un silencio reinó durante un rato mientras se miraban fijamente, hasta que por fin Zalgo habló.
-¿Eso es lo que quieres?-
Ella asintió firmemente.
-¿No te gustaría matarlos con tus propias manos?-
-¿Qué?-
-Puedo darte habilidades que ningún humano posee. Puedo hacerte tan indestructible y fuerte que nada ni nadie podrá detenerte ni siquiera la muerte misma, puedo hacer que no sientas ni dolor ni miedo ni compasión ni remordimiento, que los cuerpos; aun sin vida, hagan lo que tú les ordenes y que tortures a tus victimas tanto mental como físicamente. Necesito que me des algo a cambio de eso, pero eso solo si aceptas…-
-Eso suena…maravilloso. Acepto ¿qué es lo que quieres a cambio?-
-Necesito…que me vendas tu alma-
Jessica se quedó pensando. Nunca pensó que sería algo como eso, la petición no era del todo su agrado, pero lo que Zalgo le ofrecía a cambio de eso más la oportunidad de deshacerse de sus padres para siempre, le pareció tan fantástico que se le dibujó una sonrisa diabólica en el rostro.
-Trato hecho Zalgo-
Cerraron el trato estrechando sus manos. Cuando ella tocó la mano de Zalgo, sintió un ardor terrible, no se quejó ya que el dolor de los golpes de su padre eran más dolorosos que eso, pero si le provocaba una mueca de dolor. También sintió que algo se evaporaba en su interior, debe haber sido su alma que estaba siendo entregada a Zalgo. Cuando soltó su mano se sintió algo agotada, pero al mismo tiempo se sentía mejor que nunca.
-Bien, el trato ya está hecho-
-Espera ¿cuándo obtendré esas habilidades que me prometiste?-
-Lo sabrás cuando sea el momento indicado-
Se alejó caminando hacia la oscuridad y desapareció. Jessica se quedó viendo el lugar por donde se fue su reciente visitante, y minutos después despertó de golpe al escuchar su reloj despertador y los gritos de su madre para que se levantara. Ya había amanecido.
-¿Solo fue…un sueño?-
Con mucha tristeza apagó el despertador y se fue a desayunar con sus “amados” padres.
Tuvo que preparar su propio desayuno, el de ella y el de sus padres. Ellos creían que si iban a tener que criarla les iba a tener que ser de utilidad de alguna manera. Aparte de que la golpeaban y maltrataban la trataban como si fuera su criada, y cada vez que hacia las cosas que ellos le pedían tal cual como se lo decían, ellos le decían que lo hizo mal y que es una inútil que no sirve para nada.
Habrían pasado semanas después del sueño que tuvo con Zalgo, y sus deseos de que hubiera sido verdad y las ganas de matar a sus padres iban creciendo a medida que pasaba el tiempo. Y aún más cuando vio que su padre había traído a la casa un hacha que se la mostró a su madre diciéndole que; según él, había encontrado en una caja abandonada en medio de un valle cerca de la carretera de estilo medieval con una punta filosa que planeaba vender para ganar mucho dinero ya que estaba en muy buen estado.
Al ver la hoja que poseía el hacha, tan brillante y filosa, que podía verse que la sangre resbalaría fácilmente de ella, la tentaba a tomarla y usarla contra sus padres, pero se contuvo. Sabía que no tenía ninguna chance de matar a sus padres, ellos eran más fuertes que ella. Tendría que matarlos en otra ocasión.
Una noche, Jessica estaba sola en su casa, su madre había salido con sus amigas y su padre había salido a beber como hace cada noche, como era fin de semana bebería más de la cuenta. Ella estaba en la sala tranquila sentada en el sillón mirando televisión, eran las 00:00 de la noche y no tenía nada mejor que hacer, cuando de pronto la puerta se abrió de golpe mostrando al borracho de su padre que recién llegaba y estaba buscando a su madre. Él la miró y ella apenas lo volteó a ver.
-¿Y tu madre?-
-Salió-
-¿A dónde?-
-No sé. Con sus amigas creo-
Su padre siguió mirándola fijamente, ella ya empezaba a sentirse incomoda y nerviosa, sentía que su padre no tramaba nada bueno ya que él nunca la mira tanto, apenas si solía hablarle o acordarse de que existía.
-Entonces…tendré que entretenerme contigo-
Se fue acercando a Jessica. Se sentó sobre ella, colocó sus manos debajo de sus rodillas dejándola sin posibilidad de moverse y trató de quitarle la ropa.
Jessica no podía creer lo que estaba haciendo su padre, estaba intentando violarla. Esto tenía que ser una terrible pesadilla, empezó a sentir miedo y asco de él, y aún más cuando sintió la asquerosa y resbalosa lengua de su padre recorrerle todo el cuello hasta llegar cerca de su pecho. Ella intentó zafarse y cuando consiguió liberar su brazo, logró darle un golpe en la cara haciendo que se echara para atrás al sentarse, luego liberó una pierna y le dio una patada tirándolo al suelo. Jessica se levantó y se fue corriendo buscando un lugar donde esconderse o algo con lo que pudiera defenderse de su padre.
-¡Pequeña puta! ¡Ya verás cuando te ponga las manos encima!-
Jessica se escondió en el garaje, respiraba agitadamente. Tenía que encontrar algo con lo que pudiera defenderse, antes de que su padre viniera por ella, aunque casi no veía nada porque estaba completamente oscuro, a excepción de una tenue luz que cruzaba a través de una grieta que había en el techo, la luz alumbraba débilmente la caja en donde estaba guardada el hacha que su padre planeaba vender. Sin sentir remordimiento de lo que pensó que podría hacerle a su padre con ella, la tomó y volvió a esconderse entre las sombras, aguardando hasta que el desgraciado de su padre viniera a buscarla. Cada vez que pensaba en lo que le haría a su padre, se le dibujaba una pequeña y tétrica sonrisita, ya no se sentía más humana en comparación con sus padres, si iban a compararla con ellos se aseguraría de ser peor que ellos, mucho…mucho peor. Ya no le importaba absolutamente nada, esta noche, sería la noche en que se desharía de ellos…de una vez y para siempre.
Su padre entró al garaje y empezó a buscar con la vista a Jessica, llevaba un cuchillo de carnicero en la mano.
-Así que quieres jugar a las escondidas Jessica, bueno si así lo quieres. Te voy a encontrar, y lo vas a lamentar-
Intentó encender la luz pero apenas pulsó el botón para que encendiera el foco se rompió, maldijo entre dientes y sacó su celular para alumbrarse y empezó a buscar a Jessica por todas partes, alumbró en un rincón bastante oscuro y lo que logró ver fue a su hija…de una manera diferente que le daba malos presentimientos. No sabía por qué pero sentía mucho miedo al verla, y más con la forma en la que se veía ahora. Tenía una sonrisa escalofriante de oreja a oreja, sus ojos…sus ojos ahora eran rojos como la misma sangre, y lo peor de todo es que tenía el hacha en sus manos.
-Piedra libre papi-
Pasó de estar en el rincón a estar a escasos centímetros de distancia de su padre, levantó el hacha y le cortó el brazo que sostenía el celular a su padre. Él gritó horriblemente, con el brazo que sostenía el cuchillo la apuñaló en el cuello pero eso no le hizo efecto alguno, brotaba mucha sangre de la herida que le provocó, pero ella no se inmutaba, solo seguía ahí con su tétrica sonrisa y comenzó a reír como si fuera una psicópata. Él estaba realmente aterrado.
-HAHAHAHAHA! Eso no me hizo ni cosquillas papi-
Volvió a elevar su hacha con el propósito de acabar con él.
-No hija espera, yo…lo siento. De verdad lo siento-
-HAHAHAHA….es demasiado tarde para eso papi-
Volvió a reírse de manera desquiciada, elevó su hacha y todo se acabó para su padre.
Horas después la madre de Jessica volvió a casa y lo que encontró ahí la dejó completamente horrorizada. Al entrar vio que de la lámpara colgaba el cuerpo sin vida del padre de Jessica que estaba atado del cuello a la lámpara con su intestino grueso, estaba todo ensangrentado, con cortaduras, con sus órganos colgando fuera de su cuerpo y sin sus ojos, solo sus cuencas vacías que lloraban sangre. Le habían cortado un brazo y le habían arrancado las piernas, y de su único brazo sano le habían quebrado casi a la mitad todos sus dedos, dejando ver parte de sus huesos.
Ella estaba aterrada y llorando del miedo, trató de salir corriendo para buscar ayuda pero al voltearse vio que Jessica estaba detrás de ella cubierta de sangre, con el hacha en su mano ensangrentado y con una sonrisa tenebrosa empezó a retroceder hacia atrás. Jessica se iba acercando lentamente hacia ella.
-Jessica, tú…tú…-
Cayó al suelo al tropezarse con una de las piernas del padre de Jessica que se encontraba ahí, todo descuartizado y ensangrentado.
Jessica se acercó lo bastante hasta para pararse delante de ella, elevó su hacha mientras sonreía y miraba a su madre con esos ojos rojos que mostraban toda la locura y sed de sangre que poseía.
-Jessica…-
-Adiós para siempre…mami….HAHAHAHAHAHAHA-
-NO!!-
-Shhh, no te preocupes! Pronto ya no sentirás nada…-
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