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domingo, 28 de diciembre de 2014

Los Secretos de Caramel - prt7

AMISTAD POR CONVENIENCIA 


A veces me solía quedar solo en la hora del recreo. En esas ocasiones mi amigo Max tenía  reuniones de grupo en su clase y aprovechaba esos momentos para planear sus tareas grupales. A Max le encanta divertirse pero también es muy responsable con sus deberes  y no duda en darle prioridad ante todo.

No era malo quedarse solo en el recreo, aunque no debería decirlo de esa manera porque realmente no lo estaba. Cuando tocó el timbre del recreo me junté con Clara y cristal, dos amigas mías de mi clase.   Estaba muy distraído conversando con ellas de un programa de televisión, cuando de pronto se acercó una estudiante de tercer año, un grado menor que el nuestro. Ella vestía el uniforme muy bien arreglado, su largo  cabello estaba recogido en una cola muy bien hecha y parte de sus ojos eran cubiertos por un cerquillo muy abundante; ella tenía una sonrisa muy marcada en su rostro.


— ¡Hola, Caramel! ¡Ah! ¡Si supieras lo que me pasó en mi clase! El profe…




Solo  había hablado con ella una vez en el paradero cuando estaba solo y fue suficiente para que se pasara de confianzuda. Ella había visto mi llavero colgado en mi mochila. Dijo que le gustó mucho, aunque también dijo que le sorprendía ver un llavero tan bonito colgado en la mochila de un chico. Cuando la vi por primera vez no me pareció molesta. Se veía muy sencilla, amigable y muy tratable a diferencia de los siguientes encuentros en los cuales explotaba emocionada como si fuera mi más entrañable amiga a la cual no había visto en años.


No soy un tonto. Seguramente pensó que no me había dado cuenta de que ella solo se acercó a mí para presentarle a Max. Se le notaba en la cara lo impaciente que se ponía cuando en varias ocasiones Max estaba cerca. Yo la empecé a sentir tan molesta, tan irritante por su manera de actuar junto a Max como para hacerse notar.  Su mirada no paraba de decirme  a gritos que se lo presente.


No todas las chicas eran iguales. Algunas se le acercan a hablarle como si nada, a coquetearle descaradamente con sus sonrisas tontas; otras chicas necesitan un medio para acercársele con confianza y en ese caso, los cuales eran  muchos,  yo era ese medio. Era muy bien sabida mi gran amistad con Max, por eso todas las interesadas de él eran amables conmigo.  Si se querían llevar bien con Max, también tenían que llevarse muy, pero muy bien con su mejor amigo.


Perla no dejaba de hablar. Ella tampoco era tonta. Ella sabía que su amistad no me interesaba, que me aburría, que me desagradaba; pero ella continuaba acercándose a mí porque sabía que era lo más cerca que podía estar de Max. Ella no era  nada tonta, ella sabía que no se lo iba a presentar.


Cuando Max apareció en pocos minutos de terminar de hablar sobre sus deberes en su salón, él salió al recreo. Él se detuvo para conversar con algunos amigos cuando se dirigía a mí y a mis amigas. Una vez más me despedí de Perla y junto con mis amigas me alejé de ella, dejando a un lado sus deseos de que le presentara a Max.

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