EL ROCE DE SUS MANOS
A Max y a mí siempre nos gustó el cine.
Cuando teníamos días libres, libres de tareas escolares, salíamos al
cine los fines de semana para relajarnos. Éramos chicos con suerte porque
muy cerca de casa, a unas cuadras, había un cine. Nosotros aprovechábamos
la cercanía para ir a divertirnos con los últimos estrenos.
Mamá nos daba permiso pero también nos decía que teníamos que ir con cuidado
porque éramos muy jóvenes y cualquier cosa nos podía pasar. Mamá exageraba
demasiado. A nuestros doces nosotros nos sentíamos capaces de ir libres por
todos lados e ir al cine sin compañía
era gratificante.
De alguna manera nos sentíamos independientes.
A Max siempre le gustaron las películas de
acción. Disfrutaba de las explosiones y que todo sea destruido. También
prefería las policiales. Siempre elegía entre esos dos géneros. Yo
prefería las películas de fantasía y comedia. Usualmente tirábamos una
moneda para ver quien escogía la película, pero en aquella ocasión
decidimos ver una de terror.
Fuimos los primeros en entrar a la sala. Pasados
pocos minutos se llenó completamente. Era una película de estreno muy esperada
por todos,al parecer.
—Nunca mire una película de terror en el cine—
dijo Max.
—No es de terror, es de suspenso.
—No importa, igual nos moriremos de
miedo—se rió.
Las luces se apagaron y un sonido muy penetrante invadió la sala. Los parlantes
generaban un ambiente muy tétrico, aterrador e intimidante. Mi piel se
escarapelo de miedo. En ese momento pensé que no había sido una buena idea ver
esa película.
La mujer de la película caminaba por una
carretera en busca de alguien porque se le había acabado la gasolina de su
automóvil. Su única esperanza era encontrar un lugar para pasar la noche. Ella
no sabía que estaba siendo acechada por un hombre desde que había dejado su
auto. Si la mujer no se daba cuenta iba a ser víctima de un asesinato. Esa
escena era terrible combinado con todos los efectos.
Yo estaba tan tenso que apretaba fuertemente el
apoyabrazos de la butaca. A mitad de la película sentí un roce muy suave. Al
principio me asusté pero de inmediato me di cuenta que Max había puesto su mano
sobre la mía. Al sentir su piel, la película pasó a segundo plano. “Max no se
ha dado cuenta que su mano me está rozando”-pensé. Al principio quise que lo
retirara sin que yo le hiciera notar ese incidente. Pasaban los minutos y
seguía del mismo modo.
Hubiera sido fácil retirar mi mano y reírme por su torpeza. No lo hice.
Aunque parecía que estaba concentrado en la película, mi mente no prestaba
atención a la mujer y a su acosador. Mi temperatura cambió bruscamente y el
sudor me empezaba a traicionar. Me aterré
con pensar que Max iba a sentir el calor de mis manos nerviosas.
Cuando terminó la película las luces se
encendieron. Max se puso de pie como si nada hubiera sucedido.
—Nada que ver con las películas de terror.
Prefiero las policiales. Y tú ¿Estabas muy asustado, eh?
—No. Creo que el asustado fuiste tú.
—No es verdad, además mis manos no eran las que
sudaban.
Max siempre me toma el pelo, pero aun así me
agrada su amistad. Desde ese día él sumó las películas de terror a su
lista de géneros favoritos.
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