No quiero contestar, quiero vivir tranquilo, quiero dejar de escapar, pero… siempre llama.
Mi amada hermana perdóname, si tan siquiera pudieras oírme, ya no vale la pena seguir lamentándome, ya cometí el error… el error que te costó la vida.
Tus ahogados gritos de ayuda, tus perdidos quejidos silenciados por un impertinente silbido al ritmo de una deprimente melodía, es lo único que se escucha tras el pequeño parlante, una y otra vez.
Perdóname mi silbido impidió que te escuchara y que te pudiera ayudar.
Pronto llegara mi momento, pero aun así no quiero morir en tus manos, no quiero que tus manos y tu recuerdo se ensucien por tan hórrida venganza.
Estoy en el mismo sótano, el mismo en el que quedaste atrapada.
Tal como tú lo empezaste, el juego debe continuar, tú caíste por error en este círculo, por mi culpa.
Pronto mi mensaje, mi muerte estará volando en línea telefónica.
Perdóname si esta llamada te llega a ti, pero lo hago para librar a mi hermana, ella al fin podrá descansar y yo también de su acoso, pero tu debes remplazarnos y seguir con el patrón.
Tal vez llegara el día en que alguien rompa la repetidora, pero ese día no es hoy y aun si lo fuera no es solo una grabación, somos nosotros.
Si el teléfono suena y marca desconocido no me contestes ya que tu no me quieres remplazar y mucho menos sentirme morir en la oscuridad.
Pero si contestas y me escuchas por favor ayúdame y acompáñame en esta horrible tortura.
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