Todo empezó hoy por la noche, mientras jugaba Minecraft. En lo que jugaba hablaba con mi novia por Skype, así que para escucharla mejor llevaba audífonos puestos. Estaba explorando eso de crear nuevos mundos con diferentes Seed, palabras o números que convierten la creación aleatoria en un mundo fijo, con valores predeterminados según el número o palabra que se escribe. También, antes de jugar Minecraft, había visto unos videos Gore que me mandó ella, mi novia, por lo que también tenía eso dándome vueltas por la cabeza. Así que, después de escribir bobadas y ver en qué mundos resultaban, decidí intentar con palabras más “oscuras”. Puse “Muerte”, “Odio”, “Mentira”, “Infierno” y varias otras, todas resultando en mundos sin ninguna maldad aparente. Al quedarme escaso de ideas, recordé con qué estaba tratando: ¡era Minecraft!, si quería encontrar algo fuera de lo normal, debía intentarlo con una Seed relacionada con este mismo. Luego de pensarlo un poco, llegué a una Seed que era perfecta para la ocasión, “HerobrineIsAlive”. Puse el modo de juego en “Creative” y le di clic a “Crear”.
Aparecí en un mundo normal, o eso parecía. La única diferencia era que a mi alrededor no había nada, tan sólo pasto, y también que era de día pero el sol no aparecía. Al principio pensé que quizá los gráficos no se habían cargado del todo bien, así que no le di importancia. Busqué por todos lados para encontrar árboles, o lo que fuera, y al no verlos, decidí abrir mí inventario (con el modo creativo debería tener todos los objetos disponibles) para crear un árbol y así “adornar” un poco el paisaje. Hasta ese momento todo iba bien, puse un sapling y algo de polvo de hueso en mi acceso rápido, planté el sapling e hice crecer dicho árbol. Para mi sorpresa, el árbol que salió era gigante, mucho más que el promedio; debe de haber medido unos 20 bloques de alto. Presioné espacio dos veces para volar y ponerme arriba del árbol, pero al llegar arriba noté que había algo en su copa. Era un cartel. Al leerlo de frente, quedé sorprendido.
El cartel estaba en inglés, pero su traducción decía:
“Todos se han ido.
Sólo quedo yo.
No me busques.
Déjame encontrarte”.
Al verlo y releerlo unas cuatro veces, me dije a mí mismo, “Vaya broma de Notch…”, calmándome con la idea de que quizá había encontrado un secreto digno de un reconocimiento. Aun así, no salía de mi asombro, y pasado esto decidí seguir explorando.
Me puse nuevamente a volar y me dirigí hacia un punto lejano en el horizonte. Mientras seguía noté que la tierra seguía siendo plana, con el detalle de que el color del pasto iba opacándose cada vez más, de forma tan gradual que no me daba cuenta. Llegó un punto cuando su color era demasiado oscuro, así que bajé para examinarlo más de cerca. Justo en cuanto pisé tierra, di dos pasos y di con una caída. Me asusté e intenté apretar doble espacio para volver a volar, pero no servía, tampoco podía mover la mira; apreté la tecla Escape pero era inútil, no funcionaba tampoco. Lo único que podía hacer era ver cómo iba cayendo y cayendo, cada vez más rápido, a un lugar cada vez más rodeado de tinieblas, hasta que en un momento todo se hizo negro y sólo pude ver la barra de acceso rápido.
Finalmente toqué suelo, o así pareció, porque el personaje hizo el ruido característico de daño (lo cual era extraño, porque ni siquiera tenía la barra de vida), sólo que esta vez, fue distinto. El ruido era más fuerte, como un gruñido de dolor, casi como si en la caída se hubiera roto algo. Ahora podía mover el ratón, pero con lentitud. Miré hacia arriba, pero no se veía nada, ninguna clase de entrada. Podía caminar, pero la mira se inclinaba ligeramente hacia abajo con cada paso que daba, como si el personaje estuviera cojeando, y podía oír ligeros gruñidos cada vez que avanzaba. La tecla Escape seguía sin funcionar.
No podía ver nada. Estaba perdido ahí abajo, explorando una caverna desconocida a la que había llegado de forma inexplicable, hasta que mi personaje se detuvo por completo. Me quedé a la espera, sabiendo que no podía hacer nada, y entonces se prendieron dos antorchas enfrente de mí, distanciadas entre sí por unos tres cuadros, y luego otras, y otras, y así sucesivamente, formando una especie de camino. Seguí el camino puesto ante mí, cojeando, sin molestarme en ver hacia los lados. Llegué al final e, ilusionándome con la idea de estar por lo menos “iluminado”, me quedé a esperar junto a las antorchas. Miré hacia atrás y ahí apareció otro cartel. Me dio un susto grande leerlo.
Decía:
“A que es muy divertido matar monstruos desconocidos.
¿No sabías que ellos alguna vez estuvieron vivos?”.
Me volví a dar vuelta, pero sólo podía moverme despacio. Mi respiración se había agitado. Tenía a una de las antorchas como señal de que me estaba moviendo, que se desplazaba por la pantalla lentamente, y no fue hasta que dejé de verla cuando tuve mi siguiente sorpresa. Se prendieron cientos de antorchas en diferentes lugares, formando algo que desde mi perspectiva parecía un círculo. Ahora veía una construcción frente a mí, era una pirámide de piedra con antorchas que iluminaban la escalera que llevaba a la cima. Lo pensé brevemente antes de continuar con esta locura. Ya había visto suficiente, pero aun así, algo me llamaba, quería ver lo que estaba ahí. Entonces proseguí. De a poco iba llegando, y de pronto apareció una flecha cruzando la pantalla que venía directo hacia a mí; pude sentir como si me golpeara en el rostro. El personaje volvió a gritar, pero ahora fue un grito más agudo, de dolor intenso, fue un grito que duró varios segundos y fue seguido de lamentos. En ese momento el personaje comenzó a andar por sí solo, lo vi subir las escaleras y luego, al llegar a la cima, se detuvo de pronto y miró hacia el piso. Allí no había nada. Volvió a mirar hacia arriba, y enfrente de mí estaba un Enderman… sólo que no tenía ojos. Examiné su rostro un poco y después miré sus manos para ver lo que sostenía, y mis ojos se abrieron de par en par al ver que no tenía un objeto, sino una cabeza, llena de sangre y con los ojos blancos, radiantes. Volví a mirar su rostro: sus ojos se habían abierto, eran de color rojo. Abrió la boca produciendo un chillido espantoso, y como tenía audífonos puestos me tuve que sujetar la cabeza; entonces desapareció súbitamente y el chillido se fue desvaneciendo hasta perderse. Me desesperé pensando qué hacer, no podía cerrar el juego normalmente así que intenté otras formas, pero nada funcionaba, y al apretar Ctlr+Alt+Supr la pantalla tan sólo se hizo más grande y ahora veía el juego en pantalla completa. Cuando estaba al borde de salir corriendo, apareció en mi vista un tercer cartel:
“Herobrine está vivo.
O lo estuvo.
Ahora sólo estoy yo”.
El piso de mi personaje se desvaneció, dejándolo caer al vacío. La pantalla se cambió a la habitual pantalla antes de cargar un mundo. Esperé unos segundos y estaba en otro lugar.
Era como el Nether, pero se sentía distinto. Se veía tenebrosamente distinto. Alrededor mío había varas, como las de las cercas, pero arriba de ellas había cabezas de personajes, con los ojos en sangre y la vara también manchada. Escuchaba los lamentos de los Ghasts junto con sonidos nuevos, parecidos a lamentos de personas, llantos, gritos de niños. Tenía a mi alrededor varios caminos rodeados con las cabezas. Elegí uno al azar, y al caminar por él me di cuenta de que no tenía bordes, a cada lado estaba el vacío. Abrí mi inventario para buscar el mapa y ver cómo estaba trazado esto. Di un sobresalto cuando sólo vi dos ítems: una perla de Enderman roja llamada “Corazón de Solitude” y la cabeza que había visto antes en manos del Enderman. Entré en pánico con su nombre: “Cabeza de Herobrine”. Al cerrar el inventario, vi que a mi lado había aparecido un cofre; lo abrí. Dentro tenía un mapa con el nombre también modificado. Decía “Contrato de Alma”. Lo puse en mi acceso directo, lo abrí y el mapa ya estaba cargado, con el camino listo para recorrerse. Sólo me quedaba eso, seguir el camino trazado. Con el corazón en la mano recorrí el sendero que me llevaría a algo, no sabía a qué, sólo sabía que quería encontrarle una respuesta a todo esto. Estaba expectante. Muerto de miedo.
Llegué al final del camino. Adelante, esperaba un cofre, el cual abrí y me di cuenta de que estaba vacío. Miré los objetos que tenía, el mapa decía “Sepúltalos”. Pensé que se refería a ellos, así que arrastré los objetos y los dejé en el cofre. Al dejar el mapa, su nombre cambió a “Adiós”. El cuadro del cofre se cerró y apareció el último letrero:
“Ya has hecho mucho.
Llegaste hasta aquí.
¡Me has encontrado!
Ahora me toca a mí”.
Detrás del letrero aparecieron dos puntos rojos. Me miraban fijamente, sentía llegarlos hasta mi alma. Desaparecieron rápidamente, retrocedí un poco y llegó el final. Solitude apareció enfrente de mí, con sus brazos sobre el personaje y sus ojos mirándome desde la pantalla; su grito se hizo más fuerte, más agudo, y la imagen temblaba mientras abría su boca. Un escalofrío fuertísimo recorrió mi cuerpo cuando la pantalla se fue a negro y el computador se apagó por completo. Me saqué los audífonos, los boté al piso y pegué la espalda contra la pared. Maldecí a mi curiosidad muchas veces, maldecí a todo.
Ahora estoy muerto de miedo terminando de escribir esto. Temo que en cualquier momento aparezca Solitude para cumplir su palabra y no tendré cómo evitarlo. Vi por la ventana una o dos veces y estoy seguro de haber visto un par de ojos rojos mirándome, desde las sombras, de la misma forma en que lo hacían desde el juego. Sólo que esta vez no tendría como sacármelo de encima, o cómo cerrar la partida.
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