Mi vida se ha tornado aburrida con el paso de los años. Llevaba una vida simple, despertando cada día
exactamente a las 6 de la mañana sin necesidad de algún despertador en mi pequeño apartamento ubicado en
una de las zonas más baratas de la ciudad. Un edificio terrible, deteriorado a tal grado que nadie más que yo vive en él.
Apenás contaba con mi catre, una pequeña parrilla eléctrica,
un horno de microondas y una tetera.
Trabajaba de mesero en una cafetería de lo más lúgubre, en el centro de la ciudad de 8 am a 10 pm.
El tiempo por la mañana nunca era problema, siempre fui una persona desaliñada, no me interesaba ataviar mi
apariencia más de lo que mi trabajo me demandaba, es por ello que únicamente en ocasiones extraordiarias
me decidía a mirarme al espejo, no pasaba más allá de ver mi reflejo en la ventana del dormitorio cada mañana.
Tenía una rutina bien planteada, despertar a las 6 am para recibir los primeros rayos de sol por mi ventana
me resultaba simplemente exquisito, tomaba un baño por no más de 5 minutos y finalmente preparaba un poco de café
que tomaba acompañado de algún trozo de pan sobrante que tomaba de la cafetería. Llegaba a trabajar en transporte público,
el camino era de aproximadamente 20 minutos. Después de mi jornada laboral, comiendo las sobras que dejaban los comensales
y habiendo recogido unos cuantos pesos en propinas, regresaba a mi casa caminando por mero gusto.
Leía el periódico del día y dormía, siempre a las 11 pm.
Así fue mi vida durante 14 años, llevaba mucho tiempo sin tener una amistad o cualquier tipo de relación más allá de lo laboral
con otra persona, nunca me casé y perdí contacto con mi familia mucho tiempo atrás.
Hasta que un día, mi rutina se vio afectada por hechos paradójicos. Todo sucedió igual que siempre, hasta que llegó la hora
de regresar a casa.
Aquella noche hacía un frío infernal, el viento soplaba fuertemente, y el ambiente se sentía pesado, casi impío. Aunque eso no impidió
que a la distancia vislumbara a una mujer de edad avanzada, con una apariencia casi decrépita, al parecer ciega por esos ojos blancos
y vistiendo arapos tirada en la solitaria calle pidiendo ayuda.
Me acerqué a ella y con un tono de voz decaído me dijo:
-Ayúdeme por favor, he estado buscando a mi familia todo el día, no he comido y tengo mucho frío.
-No se preocupe, la ayudaré. Le dije mientras le ofrecía la pieza de pan que tomé de la cafetería ese día y la ayudaba a levantarse.
-¿Cual es su nombre?. Pregunté.
-No puedo decirle, pero tome esto en forma de agradecimiento.
Pronunció dichas palabras mientras me entregaba un collar que tenía dos preciosas cuentas de madera color carmín y una cruz con puntas afiladas.
-Cuídelo mucho, lo he tenido toda mi vida conmigo esperando el momento para dárselo a alguien que lo mereciera.
Se fue caminando y desapareció en la sombra de la noche.
Al siguiente día, al llegar al trabajo, apenas empezando mi turno, cautivó mi atención una extraña situación. Un gato al otro lado de la acera me observaba
fijamente. Todo el día pasó, el gato se quedo ahí hasta que cayó la noche, fui a dejar mi uniforme al cuarto de empleados, y al salir del local,
ya no estaba ahí.
Caminé un par de cuadras hasta llegar al lugar donde encontré a la señora la noche anterior, y... para mi sorpresa, la señora estaba ahí otra vez.
Me acerqué a ella y con una voz aún más débil que antes, me dijo:
-Ayúdeme por favor, he estado buscando a mi familia desde hace 2 días, no he comido y tengo mucho frío.
-No se preocupe, la ayudaré. Le dije mientras le ofrecía de nuevo el pan que tomé y la ayudaba a levantarse.
-¿Cual es su nombre?. Pregunté esperando obtener esta vez una respuesta concreta.
-No puedo decirle, pero tome esto en forma de agradecimiento.
De nuevo me dio un collar, pero esta vez únicamente tenía una cuenta color carmín y una más de color negro. Y una vez más desapareció en la noche.
Volví a casa, pero había algo fuera de lo normal; afuera de mi apartamento, se encontraba el gato que me había estado observando todo el día,
esta vez tuve la oportunidad de mirarlo mejor, y todo en el parecía común, excepto sus ojos; dos grandes esferas de color carmín, que inmediatamente
me recordaron al collar que me fue otorgado esta noche. Esos malditos ojos, eran simplemente hipnotizantes, demoniacos, sentí una profunda
combinación de tristeza y miedo al verlos. Entré con pánico a mi hogar, si es que lo puedo llamar así. Inmediatamente me fui a mi pequeño catre, sin leer
el periódico como era costumbre. Intentando dormir, conciliar el sueño, cosa que me fue imposible, simplemente parecía que el tiempo no pasaba,
no podía dejar de pensar en los ojos de aquel gato ¿Acaso me estaba volviendo loco?.
Probablemente, una vida solitaria, con mi mente como única compañía podría causar estragos en una persona tan cansada de la vida como yo.
Por fin pude dormir, pero no por mucho. Ya que un violento sonido me despertó en la madrugada... alguien estaba tocando la puerta.
Decidí ir a investigar, no sin antes recoger un cuchillo de la cocina por precaución.
-¿Quién está ahí?. Pregunté sin obtener respuesta.
Abrí la puerta lentamente, y, ahí no había nadie, pude ver horrorizado que lo único que estaba afuera de mi puerta era aquel gato infernal,
en la misma posición que horas antes. Pero, con terror puse observar que le faltaba un ojo, sí, uno de sus horribles ojos carmín no estaba,
en lugar de eso sólo tenía sus párpados llenos de sangre.
Cerré con premura la puerta y, asustado, como cualquier niño pequeño que tuvo una pesadilla, desesperado, en mi cama,
deseaba que saliera el sol para terminar con este infierno.
Así pasó la noche, y llegada la mañana, simplemente me fui a trabajar, sin pasar por la rutina de siempre.
Llegué a la cafetería, y al otro lado de la calle, ahí estaba de nuevo, ese gato.
Esta vez intenté no prestarle atención.
Llegó la hora de salida, tomé mi ruta habitual, y, sin sorprenderme mucho esta vez volví a encontrar a la señora tirada en el mismo lugar.
Una vez más, mi locura, mi instinto, sea lo que sea me obligó a acercarme a ella. Esta vez, antes de que me pidiera ayuda, decidí actuar.
exactamente a las 6 de la mañana sin necesidad de algún despertador en mi pequeño apartamento ubicado en
una de las zonas más baratas de la ciudad. Un edificio terrible, deteriorado a tal grado que nadie más que yo vive en él.
Apenás contaba con mi catre, una pequeña parrilla eléctrica,
un horno de microondas y una tetera.
Trabajaba de mesero en una cafetería de lo más lúgubre, en el centro de la ciudad de 8 am a 10 pm.
El tiempo por la mañana nunca era problema, siempre fui una persona desaliñada, no me interesaba ataviar mi
apariencia más de lo que mi trabajo me demandaba, es por ello que únicamente en ocasiones extraordiarias
me decidía a mirarme al espejo, no pasaba más allá de ver mi reflejo en la ventana del dormitorio cada mañana.
Tenía una rutina bien planteada, despertar a las 6 am para recibir los primeros rayos de sol por mi ventana
me resultaba simplemente exquisito, tomaba un baño por no más de 5 minutos y finalmente preparaba un poco de café
que tomaba acompañado de algún trozo de pan sobrante que tomaba de la cafetería. Llegaba a trabajar en transporte público,
el camino era de aproximadamente 20 minutos. Después de mi jornada laboral, comiendo las sobras que dejaban los comensales
y habiendo recogido unos cuantos pesos en propinas, regresaba a mi casa caminando por mero gusto.
Leía el periódico del día y dormía, siempre a las 11 pm.
Así fue mi vida durante 14 años, llevaba mucho tiempo sin tener una amistad o cualquier tipo de relación más allá de lo laboral
con otra persona, nunca me casé y perdí contacto con mi familia mucho tiempo atrás.
Hasta que un día, mi rutina se vio afectada por hechos paradójicos. Todo sucedió igual que siempre, hasta que llegó la hora
de regresar a casa.
Aquella noche hacía un frío infernal, el viento soplaba fuertemente, y el ambiente se sentía pesado, casi impío. Aunque eso no impidió
que a la distancia vislumbara a una mujer de edad avanzada, con una apariencia casi decrépita, al parecer ciega por esos ojos blancos
y vistiendo arapos tirada en la solitaria calle pidiendo ayuda.
Me acerqué a ella y con un tono de voz decaído me dijo:
-Ayúdeme por favor, he estado buscando a mi familia todo el día, no he comido y tengo mucho frío.
-No se preocupe, la ayudaré. Le dije mientras le ofrecía la pieza de pan que tomé de la cafetería ese día y la ayudaba a levantarse.
-¿Cual es su nombre?. Pregunté.
-No puedo decirle, pero tome esto en forma de agradecimiento.
Pronunció dichas palabras mientras me entregaba un collar que tenía dos preciosas cuentas de madera color carmín y una cruz con puntas afiladas.
-Cuídelo mucho, lo he tenido toda mi vida conmigo esperando el momento para dárselo a alguien que lo mereciera.
Se fue caminando y desapareció en la sombra de la noche.
Al siguiente día, al llegar al trabajo, apenas empezando mi turno, cautivó mi atención una extraña situación. Un gato al otro lado de la acera me observaba
fijamente. Todo el día pasó, el gato se quedo ahí hasta que cayó la noche, fui a dejar mi uniforme al cuarto de empleados, y al salir del local,
ya no estaba ahí.
Caminé un par de cuadras hasta llegar al lugar donde encontré a la señora la noche anterior, y... para mi sorpresa, la señora estaba ahí otra vez.
Me acerqué a ella y con una voz aún más débil que antes, me dijo:
-Ayúdeme por favor, he estado buscando a mi familia desde hace 2 días, no he comido y tengo mucho frío.
-No se preocupe, la ayudaré. Le dije mientras le ofrecía de nuevo el pan que tomé y la ayudaba a levantarse.
-¿Cual es su nombre?. Pregunté esperando obtener esta vez una respuesta concreta.
-No puedo decirle, pero tome esto en forma de agradecimiento.
De nuevo me dio un collar, pero esta vez únicamente tenía una cuenta color carmín y una más de color negro. Y una vez más desapareció en la noche.
Volví a casa, pero había algo fuera de lo normal; afuera de mi apartamento, se encontraba el gato que me había estado observando todo el día,
esta vez tuve la oportunidad de mirarlo mejor, y todo en el parecía común, excepto sus ojos; dos grandes esferas de color carmín, que inmediatamente
me recordaron al collar que me fue otorgado esta noche. Esos malditos ojos, eran simplemente hipnotizantes, demoniacos, sentí una profunda
combinación de tristeza y miedo al verlos. Entré con pánico a mi hogar, si es que lo puedo llamar así. Inmediatamente me fui a mi pequeño catre, sin leer
el periódico como era costumbre. Intentando dormir, conciliar el sueño, cosa que me fue imposible, simplemente parecía que el tiempo no pasaba,
no podía dejar de pensar en los ojos de aquel gato ¿Acaso me estaba volviendo loco?.
Probablemente, una vida solitaria, con mi mente como única compañía podría causar estragos en una persona tan cansada de la vida como yo.
Por fin pude dormir, pero no por mucho. Ya que un violento sonido me despertó en la madrugada... alguien estaba tocando la puerta.
Decidí ir a investigar, no sin antes recoger un cuchillo de la cocina por precaución.
-¿Quién está ahí?. Pregunté sin obtener respuesta.
Abrí la puerta lentamente, y, ahí no había nadie, pude ver horrorizado que lo único que estaba afuera de mi puerta era aquel gato infernal,
en la misma posición que horas antes. Pero, con terror puse observar que le faltaba un ojo, sí, uno de sus horribles ojos carmín no estaba,
en lugar de eso sólo tenía sus párpados llenos de sangre.
Cerré con premura la puerta y, asustado, como cualquier niño pequeño que tuvo una pesadilla, desesperado, en mi cama,
deseaba que saliera el sol para terminar con este infierno.
Así pasó la noche, y llegada la mañana, simplemente me fui a trabajar, sin pasar por la rutina de siempre.
Llegué a la cafetería, y al otro lado de la calle, ahí estaba de nuevo, ese gato.
Esta vez intenté no prestarle atención.
Llegó la hora de salida, tomé mi ruta habitual, y, sin sorprenderme mucho esta vez volví a encontrar a la señora tirada en el mismo lugar.
Una vez más, mi locura, mi instinto, sea lo que sea me obligó a acercarme a ella. Esta vez, antes de que me pidiera ayuda, decidí actuar.
-No se preocupe, la ayudaré. Le di de nuevo mi pan y le tendí la mano para levantarse.
Ella rechazó mi ayuda y me dijo:
-Gracias, pero ya no es necesario, ya tengo lo que quería.
-Me alegro por usted, pero, al menos dígame cual es su nombre. Una vez más, un intento inútil.
-No puedo decirle, pero tome esto en forma de agradecimiento.
Otro collar más, pero esta vez, las dos cuentas eran negras y muy desgastadas. Y además me dio lo que parecía un trozo de papel gastado y doblado.
Me fui de ahí, sin ánimos de regresar al apartamento por miedo a encontrarme a ese gato de nuevo, pero era necesario, no tenía ningún lugar a donde ir.
Esta vez entré corriendo por el pasillo hasta la puerta, para evitar ver a ese gato que me acosaba.
Lo logré, estaba en el apartamento sin haber tenido contacto físico con esa fiera.
Intenté dormir, un poco más calmado que la noche anterior. Hasta que, de pronto, en la madrugada, escuché fuertes golpes, otra vez, alguien tocaba mi puerta.
Desesperado, queriendo salir de todo esto, me dirigí a la puerta, sin tomar ningún tipo de precaución...
-¿¡Qué es lo que quieres de mi!?. Al límite de la locura exclamé, sabía que ese gato estaba ahí, y no esperaba recibir respuesta.
Pero, aterrorizado, me contestaron...
-Ya tengo lo que quería.
Abrí unos cuantos centímetros la puerta, y sólo pude ver a ese gato, pero esta vez, ya no tenía ojos, sólo 2 cuencas vacías y ensangrentadas.
Pero también, estaba esa señora, justo a un lado del animal, pero, ya no estaba ciega, tenía 2 ojos color carmín, mirando fijamente hacia mi.
Cerré mi puerta y me dirigí a un rincón del departamento, esperando que esto acabara.
Pasaron días, semanas, meses; no sé cuanto tiempo exactamente. Pero la señora y el gato, seguían ahí afuera, esperando algo, no sé qué.
Recordé el papel viejo que me fue otorgado junto con el collar, lo desdoblé y lo leí...
"Ya todo terminó", decía.
Mi mente estaba simplemente nublada, no quería nada más que acabar con este sufrimiento, esta vida que nunca me llenó.
Así que tomé el collar, y sin pensarlo más corté mi garganta con las puntas de la cruz, muriendo lentamente, dándome cuenta del desperdicio que fue
mi vida.
Mientras mi mirada se desvanecía, la puerta se abrió sola, lentamente; lo último que pude ver fue ese par de ojos carmín, mirándome fijamente.
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