El miedo comenzaba a apoderarse de nosotros, pues aun con las mil advertencias que nos habían dado, nos arriesgamos a aventurarnos en un castillo abandonado.
Pasos fuertes comenzaron y seguido a ellos una risa escalofriante, la respiración se nos hacia difícil y algo complicada. No estábamos preparados para ese suceso, pues no creíamos que algo así nos pasara.
De repente uno de mis amigos que se encontraba pegado a la puerta, pego un grito muy fuerte y cuando volteamos, pudimos ver aquel hombre con un aterrante forma de bufón.
En ese instante salimos corriendo, pero el único que no pudo escapar fue el que se encontraba cerca de aquel hombre y después de unos segundos, solo pudimos escuchar los gritos de dolor que daba nuestro amigo y a su vez, también unas risas malévolas.
Sabíamos que nuestro compañero de seguro ya se encontraba sin vida, pero por el miedo, ninguno quiso ayudarlo a escapar de aquel hombre. Solo nos quedo escondernos en unos cuartos, que al parecer eran las mazmorras de dicho lugar. Para posterior mente, escuchar de nuevo las malditas campañillas y los pasos, los cuales anunciaban el acercamiento de aquel tétrico hombre.
Tratamos de hacer el menor ruido posible, para no
ser localizados, pero un leve estornudo delato nuestra posición y nueva mente fuimos atacados por ese infernal bufón.
El cual con un hacha, le destrozó la cabeza a otro de nuestros compañeros y seguido a eso arremetió muchas veces contra una niña, dejando ver sus huesos de las manos y piernas, que se encontraban prácticamente amputados, pues eran sostenidos por solo unos hilos de carne.
Nuestros gritos eran cada vez más fuertes, ya que esperábamos que alguien viniera en nuestra ayuda, pues no deseábamos que nos mataran de ninguna forma.
Corrimos lo más que pudimos y justo cuando logramos ver una salida, sentí un fuerte dolor en mi espalda, pero este no me importo ya que solo me interesaba ponerme a salvo.
En cuanto salí del castillo logre ver mi sombra y entre en pánico, pues la luz de la luna, reflejaba el motivo del dolor que provenía de mi espalda y este era del hacha, con la cual aquel hombre había matado a nuestro compañero.
En ese momento tratamos de refugiarnos en unos matorrales y esperar a que aquel bufón, no nos encontrase, pero era más que obvio que no saldríamos con vida de ese lugar, pues las campañillas volvían a sonar.
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