Para Raquel este día tenía que ser perfecto, nada ni nadie podría hacer que sucediese lo contrario, esperaba tan paciente su llegada, cumpliría 18 años en el día 18, su número favorito, solo una vez podría celebrar esto, por fin podría ver las películas clasificación C en el cine, comprar bebidas alcohólicas y cigarrillos, entrar a los bares y karaokes, sacar su permiso para conducir y lo mejor aún su madre cumpliría la promesa de permitirle tomar el auto prestado cuantas veces quisiera, eso era por lo que menos podía esperar.
Su familia la despidió entre abrazos y sonrisas, y cuando los brazos de su madre la rodearon pudo ver como en sus dedos tintineaban las llaves del auto. Sin pensarlo las tomo rápidamente y olvidando el beso de despedida salió de la casa muy entusiasmada.
Se preparó para partir, faltaba aun media hora para la clase, estaba segura de que llegaría temprano, ya que no tendría que esperar el autobús.
Encendió el motor del auto, ese sonido que libera la maquina al encenderse la hacía emocionarse aún más. Condujo con cautela las primeras dos cuadras, mirando por la ventana del retrovisor a las personas caminando de un lado a otro, a los dueños de negocios preparándose para abrir, a los niños en camino a la escuela, al fin sentía lo que era convertirse en un adulto completamente. Pero sabía que algo le faltaba, el murmullo del silencio era insoportable por lo que se entretuvo buscando el CD que había guardado en algún compartimiento, lo colocó en el estéreo y la voz contralto de Lady Gaga sonó al instante.
Pero ese volumen no era suficiente, debía de escucharse aún más, hacer retumbar cada parte del auto, sentir los golpes estrepitosos en el corazón, subió la intensidad de la música cada vez un poco más y canto al unísono de la voz de la famosa artista.
Su dicha era tanta que no media el límite de la velocidad, mientras más fuerte pisaba el acelerador, mayor era la excitación, combinada con la potente música creaban una descarga excesiva de adrenalina.
Pero el concierto de su vida se vio interrumpido cuando un golpe brusco la hizo detener el auto inminentemente. La voz de la rubia parecía ya no inmutarla, sus manos de dedos largos temblaban alrededor del volante, apagó el estéreo, desde donde se encontraba no podía distinguir al causante de su retardo, por lo que con la incertidumbre en la garganta bajo del auto, deseando fervientemente que fuera un perro quien se encontrara bajo su llanta.
El recorrido de la puerta hasta la parte trasera del auto se volvió interminable, Raquel permanecía inexpresiva, pero su rostro cambio contundentemente cuando una línea de sangre marco el camino hacia la llanta. Se quedó estática por un momento, sus rodillas poco a poco se flexionaron hasta descansar sobre el asfalto, miro por debajo del auto para descubrir efectivamente que no, no era un perro.
En su lugar un cuerpo tendido hacia abajo, con los músculos abiertos como una flor enrojecida, el brazo derecho daba un giro de 360 grados, sus ropas se teñían lentamente con un tono escarlata y sus ojos abiertos de par en par con las pupilas dilatadas miraban fijamente al concreto.
El pánico y la cobardía dominaron el cuerpo de Raquel, miro a los alrededores, una lámpara pública, un depósito de basura y un gato, con excepción de ellos no había absolutamente nadie. Deseaba salir huyendo lo más pronto posible de ahí, era el momento preciso ahora o nunca, por lo que regreso al auto.
Pero al poner los dedos sobre el volante, algo la hiso recapacitar y decidió regresar. Sus delgadas manos continuaban vibrando, pero ya no por el temor, si no por lo que harían.
Unos minutos después sintió una inmensa paz, había hecho lo que era correcto.
Al anochecer mientras festejaba en familia con la compañía de un enorme pastel de fresa, su padre encendió el televisor para ver las noticias de la noche.
-Y esta mañana se descubrió el cuerpo del infante Daniel Medina a unas cuadras de su casa en la colonia Hidalgo, dentro de una mochila rosa, a los recolectores de basura les extraño la bolsa por las manchas rojizas con las que contaba, hasta el momento no se sabe nada del responsable, seguiremos informando-
Las velas se apagaron con el aliento de Raquel al ritmo de las mañanitas y del FELIZ CUMPLEAÑOS. La enorme sonrisa que dibujaba su rostro mostraba lo dichosa que se sentía, nada pudo impedir que este fuera un gran día y ella más que nadie lo sabía.
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