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jueves, 24 de octubre de 2013

LA BROMA DEL SIGLO (Un juego de asesinos) - por Por Kevin Christopher


Saque un paquete de cigarrillos de mi bolsillo, le di un pequeño sacudón y dos cigarrillos asomaron por la abertura, tome uno y lo coloque en mis labios. Encendí la flama del mechero —Contemple la llama por unos segundos— El azul del fuego era hermoso, y en una época como esta, sentir el calor de una llama es reconfortante. Di una calada al cigarro sintiendo el pesado humo recorrer mi laringe.

— Tenemos que hacer algo rápido…Me estoy aburriendo como no tienes idea. —Dije mientras ofrecía un cigarrillo a Jeff.

Jeff ha sido mi mejor y único amigo desde que tengo memoria. Desde pequeños cometíamos las más pesadas y ruines travesuras. Desde romper ventanas y disparar balines a los perros. Éramos la pesadilla de cualquier vecino —Y los nuestros estaban ya tan hartos que incluso llegaban a mudarse—. Recuerdo el día en que todo comenzó. Habíamos decidido faltar a la escuela. Fuimos a las recreativas con el dinero que robe de la billetera de mamá. —La zorra no lo necesitaba, solo lo gastaría en alcohol— Terminaron echándonos a las pocas horas por el obsceno lenguaje que manejábamos. Eso y porque Jeff y yo encendimos un cigarrillo. 


A los doce años está mal visto que uno fume, pero por mí todos podían irse al carajo. Aburridos y con mucho tiempo libre, caminamos sin rumbo por el bosque, lanzando piedras al arroyo, y quemando las hojas secas que estaban en el suelo. Escuchamos unos ruidos provenientes de una pequeña choza que estaba desolada desde hace ya bastante tiempo.

El dueño, bueno el dueño no era más que un chiflado que un día decidió tomar su escopeta y jalar el gatillo dentro de su boca. Abrimos la puerta, todo olía a humedad y a mierda. En el centro de la sala estaba el creador de tanto alboroto; Un perro al cual las costillas se le marcaban sobre la piel. Uno de sus pies estaba atascado en una trampa de oso, la sangre se le derramaba y el hueso se le asomaba. Se retorcía mientras chillaba a todo lo que sus pulmones de perro podían chillar. Al verlo sentí lastima. Jeff soltó una risotada mientras se acercaba a él con su celular listo para tomar fotografías. Tomo unas cuantas y pidió que le tomara algunas mientras posaba alado del pobre animal. El llanto era ya insoportable, así que me decidí a liberarlo. Cuando me arrodille para removerle la trampa, Jeff me detuvo.

— ¿Pero qué haces? —Exclamo— ¿Acaso el gran Richie siente lastima por un sucio y pulgoso perro?
— ¿Pero qué dices? —Dije sorprendido— No lo vamos a dejar así.
— Pero apenas estaba comenzando a divertirme Richie. Vamos…juguemos un rato. —Dijo y salió corriendo fuera de la choza.

Regreso a los pocos segundos con una gran roca en sus manos, arriba de la pesada roca había ramas y hojas secas. Coloco la roca en el suelo y me tendió un grueso palo. El perro nos miró asustado mientras nos acercábamos a él. En sus ojos había angustia.

— Esto va a ser genial —Dijo Jeff. Se secó el sudor de la frente con el antebrazo y se relamió los labios.

Comenzó a golpear al perro, reía en el proceso, y cada vez aumentaba más la fuerza. El animal intentaba morderlo, pero era inútil, estaba siendo vapuleado. Chillo y cayó mientras vomitaba. La trampa de oso le había arrancado la pata.

— Vamos… creo que ya ha sido bastante —Dije.
— Si, míralo, pobrecillo. —Sonaba agitado, y el cabello le caía sobre el rostro— Hay que terminarlo.
— ¿Terminarlo?
— Si, acabemos con su agonía. — Me miro a los ojos con una sonrisa— Vamos…ponle la cereza al pastel.
— Oh no… —Exclame mientras retrocedía— No puedo hacer algo así.
— Entonces dejémoslo sufrir —Me dio una palmada en la espalda y se apartó— Duerme con eso gran Richie.
— Está bien…está bien —Estaba decidido, después de todo le estaba haciendo un gran favor al matarlo, mas herido no podía estar.

Levante la pesada roca con movimientos temblorosos. Uno de sus negros ojos me miro, y pude escuchar en mi cabeza un mensaje de él “Vamos…termíname...solo hazlo” Solté la piedra sobre su cabeza. El sonido del impacto fue aterrador, el perro dejo de moverse, y bajo la roca comenzó a emanar espesa sangre.

— Bravísimo… —Comenzó a aplaudir Jeff, celebrando con diferentes acentos.

Me mantuve paralizado por varios segundos mientras mi cuerpo se relajaba. Y sentí por primera vez algo que varios años después compare con la sensación de un orgasmo. Desde ese momento comenzó nuestra adicción.

Comenzamos a matar animales más seguido, cada que teníamos tiempo libre, salíamos y buscábamos cualquier animal que se nos cruzara. Pronto los vecinos comenzaron a quejarse, pronto todos los postes del vecindario tenía una foto de un perro o un gato desaparecido. Así permanecimos por varios años. Y como en toda adicción, sentíamos abstinencia cuando no matábamos. Experimentábamos un fuerte dolor en el estómago, el cual no desaparecía hasta haberle quitado la vida a algo. Y como en toda adicción, se quiere llegar lo más lejos posible. Los niños comenzaron a desaparecer, los niños quedaban huérfanos, las aulas de las escuelas comenzaron a vaciarse, y Jeff y yo éramos más felices que nunca.

— Ya lo sé, maldito y estúpido invierno. —Dijo mientras tomaba el cigarrillo que le había ofrecido momentos atrás. Lo encendió y escupió— El dolor, el dolor me está matando amigo, tenemos que hacer algo pronto.

Ningún invierno había sido como este. La nieve caía sin parar, causando que las calles quedaran vacías. La blancura lo abarcaba todo, como un hermoso desierto blanco. La nieve me llegaba a las rodillas. Cuando jurabas que veías a alguien a lo lejos, al acercarte corriendo, te dabas cuenta de que no era más que un cilindro de agua disfrazado por la niebla. La última vez que Jeff y yo habíamos tenido un poco de diversión fue en el verano, cuando dos zorras llegaron a nosotros buscando algo de droga barata. Las llevamos a casa y nos dimos un festín de violencia. Pero ahora nuestros estómagos ardían, chillaban y rogaban por algo de sangre. Con un simple perro nos bastaría. Pero incluso los perros murieron por el frio. Estábamos solos en una ciudad congelada.
Comenzamos a caminar buscando algo de suerte. A las pocas horas estábamos cansados y con la piel congelada. Jeff se quejó y cayó al suelo.

— Ya no puedo amigo, en verdad mi estómago me está matando —Se colocó las manos en la cara y comenzó a gritar— ¡Maldita sea! ¡En donde están todos! —Grito desesperado.
Se mantuvo un momento golpeando el suelo hasta que sus nudillos sangraron. Hubo un crujido y esbozo un grito de dolor, su muñeca estaba doblada. La sostuvo con su otra mano con los ojos en blanco.

— ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —Se quejaba.

Su rostro era ahora un retrato de miedo y desesperación. La nieve caía y me mantenía asombrado mirando los copos ululando frente a mis ojos. Jeff escupió, maldijo algunas veces, y como si hubiera visto algo hermoso, su rostro cambió completamente, sus ojos brillaron, y esbozo una gran sonrisa. En la cual dejaba mostrar sus descuidados dientes.

— Richie…Richie mira —Apuntaba con su dedo hacía el frente.
Me gire y vi a pocos metros una casa con las luces encendidas. Era una casa vieja, con una descuidada camioneta estacionada al frente. Era la única alrededor. A la redonda solo había árboles que se movían con el viento, y que si mirabas de reojo parecieran gigantes asechando.

— Si ellos no salen…tendremos que ir a buscarlos… —Dijo aun en el suelo, con su grasoso cabello cayéndole entre los ojos, mirando como un depredador aquella casita.
Trague saliva, y nos encaminamos a buscar algo de diversión.

Las puertas y ventanas estaban cerradas —Por supuesto, con este frio no me sorprendió—. Nuestro plan consistía en desarmar el marco de la ventana principal, aquella que daba a la sala de estar. Siempre cargábamos con nuestra gran y afilada navaja, era tan esencial como salir con zapatos o calzoncillos. Desarmamos los primeros cinco tornillos.
Fue una tarea difícil, ya que estaban algo congelados, pero nada podía detenernos, casi estábamos saboreando el momento de rebanar algún cuello, de penetrar algunas mujeres a la fuerza, y de sentir la viscosa consistencia de unas tripas. Las luces de la planta alta se apagaron, era ya de noche y la gente normal duerme. Pero nosotros no éramos gente normal, y eso lo sabíamos muy bien desde hace mucho tiempo. Terminamos de desmontar la ventana, recargamos el cristal en la pared, y entramos. Era hora de jugar.

Todo estaba oscuro, en cualquier momento podríamos haber tropezado con algo. El reloj sonaba “Tic. Tac…Tic. Tac” Bella sinfonía de caos, marcando los segundos para empezar con el show. Jeff jadeaba más y más fuerte, era imposible contener la emoción. Éramos dos ciegos buscando el camino correcto. Rosaba con mis dedos los muebles, sentía la estructura rustica de la pared, y con mi pie di con el primer escalón. Nos encaminamos escalera arriba sin hacer mucho ruido. El pasillo estaba iluminado por una delgada y larga vela. Colgada en una pared. Había dos puertas. Entramos a la de la derecha, ya que esa era la habitación iluminada que vislumbramos desde afuera. Gire la perilla lentamente y entramos. Encendimos la luz, y damas y caballeros, el telón se abrió.

— ¡Vaya! Vaya… hola...hola. —Dijo Jeff en su tono más burlón.
Un hombre de la tercera edad brinco de entre las sabanas, mirándonos con sus cansados y rojizos ojos de viejo. Su boca hizo un rictus de terror, dos dientes asomaban, lo demás era solo encías lastimadas. Contemplo nuestras bellas navajas y pego espaldas a la pared.

— ¡Por favor!… —Carraspeo— Llévense lo que quieran… pero por favor no me lastimen.

Jeff y yo hicimos una mueca y nos miramos por un segundo. Jeff levanto las manos en señal de confusión.

— ¿Disculpe? — Dije— ¿Pero qué cree que somos?
— Creo que cree que somos ladrones Richie —Respondió Jeff.
— Oh vaya… ¡Por Dios! —Exclame disgustado— Podremos ser muchas cosas señor, pero créame que ladrón no está en la lista.
— Por dios ¿Enserio cree que caeríamos tan bajo como los ladrones? —Dijo Jeff— No…no…no.

El viejo nos miraba ahora más aterrado. Me acerque a él, con movimientos lentos, no quería espantarlo después de todo. Le pase el filo de mi arma por su mejilla, rozando su arrugada piel. Al sentir el frio metal tembló.

— No queremos su dinero señor —Susurre en su oído— Queremos mucho más… —Jeff rio mientras escuchaba con atención— Queremos abrirle el cráneo…queremos ver su interior…
queremos tentar sus órganos, queremos armar un rasca cielos con sus huesos, y tal vez cosernos una chistosa mascara con su rostro, sería muy buena para Halloween ¿sabe? Con eso sin duda conseguiríamos muchos dulces ¿No lo cree?

Volví a pasarle la navaja por la mejilla, pero esta vez aplicando más fuerza, la necesaria para dejar un delgado camino de sangre. Pase mi húmeda lengua por la herida. El viejo se estremeció y comenzó a balbucear cosas inentendibles. Tome la navaja y corte su camisa, dejando expuesta su escamosa piel.

— Y quien sabe… —Proseguí con mi discurso— Tal vez mi amigo quiera mmm…usted sabe… subir un poco la temperatura —El viejo soltó un quejido— Después de todo Jeff es un maricón de lo peor, tal vez quiera follarlo por detrás —Solté una carcajada al ver la expresión de mi víctima.

— ¡Jodete Richie! —Exclamo Jeff— Es broma señor —Sonaba nervioso— No hay cosa que disfrute más en este mundo que un buen par de senos de mujer. Pero admito que los suyos no están nada mal —Dijo y ambos soltamos una gran carcajada.

Golpeé al viejo. Mis nudillos me lo agradecieron. Siempre he pensado que así es como se le da placer a esos pequeños huesitos que sobresalen de la mano y sirven para golpear tan bien. Escupí en su rostro. Lo desinfle con mi rodilla, y lo hice chillar como a un niño pequeño.

Di paso a mi compañero, que tanto se moría por un poco. Se acercó y algo golpeo mi cabeza con fuerza, me desplome, aterrice de lleno en el suelo con mi cara. Mis ojos se cerraron, las luces se apagaron, vi estrellas danzando frente a mí. El telón se cerró dando paso al acto numeró dos.



Escuche a alguien caminar por una escalera cuesta abajo. Sus zapatos golpeaban la madera y la madera llegaba a mis oídos. Después el picaporte, la puerta abriéndose, de nuevo los zapatos golpeando la madera, pero esta vez acercándose. —Para ser una persona nada cuerda y con filias asesinas, deben admitir que tengo un oído bastante desarrollado, más que cualquier persona que presume contar con todas sus facultades mentales ¿No lo creen?—. 

Sus jadeos estaban frente a mí. Su cálida respiración acariciaba mi piel. Todo estaba oscuro, pero no porque las luces estuvieran apagadas, o porque la luna haya decidido ausentarse por una noche —No amigos míos— Era por otra razón. Algo estaba obstruyendo mi vista, un pedazo de tela. Lo podía sentir apretando con fuerza en mis cavidades orbitarias. Mis manos estaban atadas a mi espalda, mi boca estaba sellada con cinta —Evitando así, que pudiera decir alguna blasfemia de lo más ofensiva para cualquier madre, o inclusive para cualquier Dios— En dado caso de que mi lengua hubiera estado suelta, aquel hombre que estaba frente a mí, se hubiera llevado una desagradable sorpresa para sus delicados oídos. Ya que ofender era mi único recurso —No se puede hacer mucho estando atado a una silla—. Me encontraba en un lugar mal oliente, donde las ratas chillaban, y una gotera caía detrás de mí, caían llenando la habitación de sonido “Clac. Clac” Rugían las gotas contra el suelo.

— Así que querían algo de diversión ¿No es así? —Sonó la voz frente a mí— ¡Malditos hijos de puta!

Se alejó un poco y arrastro algo, el sonido de aquel objeto raspando contra el suelo se detuvo a pocos metros.

— Pues bien —Continuo— El tío Tommy tiene muchos juegos divertidos ¡Cabrones!

Camino de nuevo, ahora buscaba algo, las herramientas tintineaban, los cajones se abrían y cerraban, después se detuvo y se posó delante de mí por segunda vez. Toco mi cabeza, desato el nudo que sentía en mi coronilla, y la presión en mi cavidad orbitaria desapareció. Ahora con los ojos bien abiertos, puedo contarles lo que podía ver; Como había sospechado, me encontraba en un sótano, las ratas corrían de un lado a otro. A mi izquierda, en una situación igual a la mía, se encontraba Jeff. Y quitándole la venda de los ojos, el viejo que hace momentos estaba chillando a causa de mis golpes y amenazas. Se preguntaran como es que llegué aquí. Pero si lo supiera amigos míos, ya se los hubiera dicho.

El viejo se sentó en una silla frente a nosotros. Y viéndolo, pensé “Que feliz se ve la gente cuando no es la víctima” El viejo saco una moneda de su bolsillo, la sostuvo en el aire, mostrándola en todo su esplendor. Plateada y grande, gastada y con una gran historia tras de sí.

— Veamos mocosos. Antes de jugar, solo puedo decir algo. —Se aclaró la voz y soltó un pequeño suspiro— Se metieron con la persona equivocada, y es que ¿En qué demonios estaban pensando? ¿eh? De todas las casa que hay por allí, tuvieron que elegir la única en donde vive el mismísimo Lucifer —Soltó una risita

— Esta bien…Esta bien, no me comparare con ese cabron rabo rojo. ¿Saben porque? —Dio una pequeña pausa esperando respuesta, la cual nunca llego— Bueno, ya que están tan callados hoy, se los diré. No me pienso comparar con él, porque yo puedo ser mucho más ruin y peligroso. Porque tengo esto —Se froto las manos— Tengo dos manos que pueden hacer mucho daño, dos manos que habitan en este mundo, el mundo en el cual vives —Me señalo— dos manos que pueden tomar esto —Se inclinó y busco algo detrás de la silla, saco un serrucho nuevo y sin oxido— Y abrirte el cráneo hasta mostrar que es lo que hay dentro de esa cabecita tuya. Mis pequeñines…Bienvenidos al mismísimo infierno.

“Si no fuera porque mis manos están atadas, y porque estoy a punto de cagarme en los pantalones del miedo, le aplaudiría eufóricamente por su gran discurso”

— Les explicare las reglas del juego, Tu —Señalo a Jeff— Serás cara, y Tu —Ahora señalándome a mí— Serás Cruz. Ahora, voy a lanzar esta moneda, y si cae cara —Miro a Jeff, y le apunto con el serrucho— Te voy a cortar un maldito brazo. Y si cae Cruz —Me miro a los ojos y continuo— Ya te imaginaras que es lo que pasara ¿cierto? El que pierda todas sus extremidades, pierde el juego. Y el que pierda —Hurgó entre sus bolsillos, y saco una pistola— Entonces se enfrentara contra mi bella revolver. ¿Entendido? Entonces comencemos.

Lanzó la moneda, pude ver como giraba en el aire, cambiando de lado; cara…cruz…cara…cruz. Mis piernas temblaban, nunca había sentido tanto miedo en mi vida, nunca había sido la víctima. El viejo la atrapo y la cubrió con su mano, ocultándola con su puño.

— ¿Listos? —Pregunto emocionado.

Abrió el puño y miro su interior, sus ojos se agrandaron, y sus arrugas se movieron para dar paso a una gran sonrisa. Tomo la moneda entre sus dedos y la mostro. Un cálido líquido corrió por mis temblorosas piernas. No me había orinado encima desde que era un malcriado niño de siete años. El viejo rio y se acercó a mí con el serrucho.

— Tin…marin…tin…marin…de don… —Comenzó a jugar, seleccionando uno de mis dos brazos— Tin…Marin… ¡Vaya! Creo que será el izquierdo. Espero que no te duela bastante. Después de todo es la izquierda, no la extrañaras ¿Cierto?

Comenzó a hundirla en mi hombro, moviéndola de arriba hacia abajo. El hueso crujía al ser rosada con los filosos desniveles de la sierra. Subía la velocidad, y mi hueso estaba cediendo. Si no fuera porque me encontraba amordazado, los gritos que soltaría podrían ser escuchados a miles de kilómetros, incluso tuve la fantasía de que algún policía escuchara mi agonía y me salvara el pellejo. La sierra estaba ya cerca de terminar su tarea. La cinta termino cediendo y cayó, dando paso a un atronador grito, que incluso hizo que el viejo diera un salto asustado. Allí abajo, mi grito reboto por toda la habitación. Las ratas se escondieron, y el viejo me golpeo hasta que me calle.

— Sera mejor que te calles de una puta vez, que ya casi termino. —Me dijo enfadado.

Lo único que podía hacer era sollozar en silencio, mientras todo mi cuerpo temblaba. No creo que el cuerpo humano este hecho para recibir tanto dolor. Mientras terminaba de cortar mi brazo, di un concierto de gritos, insultos. Escupí, llore, y pataleé, Hasta que algo cayo pesadamente al suelo. La presión se me bajo, y comencé a sentirme helado en el momento que mire hacia abajo y mi izquierda me saludaba desde el piso. Incluso me sentí más ligero. El viejo volvió a taparme la boca. Y regreso a su asiento.

— No estuvo tan mal ¿Cierto? Incluso ahora luces mejor, se te ve con más estilo.

La herida emanaba un rio de sangre. Contemple un momento el charco que estaba dejando. “Mi sangre es bellísima, es más roja de lo normal, y tiene un brillo tan peculiar” Pensé. Levante la mirada. Y me di cuenta de que Jeff también miraba mi sangre, con sus ojos de depredador. “¿En que estará pensando?” me pregunte.

— Segundo Round mis amigos.

Lanzo de nueva cuenta la moneda, la atrapo y la mostro. “Cara” Solté un suspiro y sentí ganas de llorar, no podía soportar más.

— Vaya suerte tienes… —Dijo el viejo sorprendido— Pero que se le puede hacer, reglas son reglas.

Se acercó a mí de nueva cuenta y cortó mi brazo derecho. Esta vez el dolor no fue tan intenso. Mi cuerpo comenzó a dormirse, todo era como un sueño. Mi brazo cayó al suelo y el viejo regreso a su asiento.

— Tercera ronda chicos.
Lanzo la moneda, la atrapo y rio.

— Pero sin duda este no es tu día —Dijo mirándome a los ojos.

La mostró, y la moneda parecía reírse de mí. Esta vez comencé a llorar. Lloraba como un niño pequeño, recordé las veces en que miraba el rostro de mis víctimas, y sentía un inmenso placer al ver como sus lágrimas caían sobre sus cálidos cachetes, mirándome con miedo, con rabia, y con agonía. Recordé los ojos de aquel perro que tanto dolor sufrió por nuestra culpa. Si acaso no me hubiera detenido y le hubiera quitado la trampa de osos, tal vez si jamás hubiera lanzado la piedra sobre su cabeza, tal vez…quizás tal vez, hoy no me encontraría en esta situación. Pero el placer manda, y el placer siempre recompensa. Y aunque sé que hoy podría ser mi último día respirando el bello aire del planeta. No me arrepiento de haber quitado unas cuantas vidas con mis manos. Lo único que me hace sentir reconfortado, es el pensamiento de que vaya a donde vaya después de morir, seguiré haciendo daño, causando estragos y sufrimiento. Porque como ya dije, el placer siempre manda.

El viejo se acercó a mí, y yo estaba listo para recibir aquel castigo, recibir todo ese dolor. Porque aquí entre nosotros mis amigos, debo admitir que muy dentro de mí, ese dolor me agrada, me hace sentir el peso de todas las muertes que ocasione, y de todas las que me faltan por realizar. Hundió el metal en mi rodilla y comenzó a cortarla a toda velocidad, mientras sudaba y sangraba, miraba a aquel viejo, y me sentía acogido, aunque no lo crean, sentía afecto por ese vil viejo “Sin duda eres uno de los nuestros” Pensaba. Cerré los ojos y espere a que todo terminara. Pero una voz que rápidamente reconocí llego a mis oídos.

— Detente… Vamos detente… es mi turno…déjame un poco.
Gire rápidamente la mirada y logre ver como Jeff se reincorporaba de su silla. Sus brazos ya no se encontraban atados, su boca estaba libre y parlanchina, y sus ojos tan fríos como siempre. Se acercaba rápidamente.

— Vamos Tío Tom, creo que ya ha sido demasiado —Dijo Jeff.
Le metió la mano al bolsillo, y saco lo que anteriormente nos había presentado como el premio al perdedor. El viejo le dio un fuerte empujón y la pistola voló por el aire, cayendo en el piso, a pocos metros.

— No me interrumpas cuando estoy en algo ¡Mierda! —Dijo molesto el viejo.

Jeff se precipito a buscar el arma, se arrodillo y la cogió. El suelo estaba cubierto por mi sangre, sus rodillas se mancharon, pero no pareció importarle, de hecho estaba enjuagándose el rostro con mis líquidos vitales, se retorcía en ellos y la lamía como un pobre animal. El viejo término de cortar mi pierna, se paró y camino hacía su asiento, se le veía agotado. Con la frente llena de sudor.

— Ya deja de jugar Jeff —Le dijo el viejo mirando el techo y secándose el sudor con la manga— Ahora termina lo que empezaste.

Jeff se levantó, su rostro y su camisa estaban cubiertas de sangre “Mi sangre” Se paró frente a mí. Coloco el arma en mi frente, se le veía bastante excitado, sus manos temblaban y no paraba de pasarse la lengua por los labios.

— No quiero que pienses que esto es algo personal Richie —

Comenzó a hablar— En verdad eres mi único amigo en el mundo, y el mejor que pude tener, juntos pasamos por muchas cosas ¿Cierto? Nos divertíamos tanto. Pero tienes que entender Richie, que estoy enfermo, y tú sabes que ya no hay mucha gente por ahí para matar. Falta demasiado para que acabe el invierno y mi estómago me está matando, No pienso, mejor dicho: No puedo esperar a que la nieve desaparezca —Sus ojos comenzaron a lagrimear, jamás lo había visto en él, jamás había visto sentimiento alguno en esos ojos— Así que por favor perdóname gran Richie, perdóname por favor. —Cerro los ojos— perdóname

Escuche el martilleo del arma, después las luces se apagaron, el telón se cerró, la gente aplaudió en mi cabeza. Y antes de dormir y dejar de existir un pensamiento corrió por mi cabeza “Te perdono Jeff, no te culpo de nada, después de todo…eres uno de los nuestros”

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