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miércoles, 6 de noviembre de 2013

Henry Desire Landrú – El Moderno Barba Azul.


Este frío asesino enamoraba a sus víctimas para después asesinarlas y quedarse con sus fortunas, de este modo se ganó el apodo de “El Moderno Barba Azul”. Aprovechó la guerra para ganar las atenciones de ricas viudas...
Encarnación perfecta del mito de Barba Azul, Henri Désiré Landrú nació en París en 1869. Hijo de un modesto industrial y de una costurera, su infancia transcurrió entre sus estudios y la religión. Cuando tenía alrededor de 20 años tuvo que casarse con una prima que esperaba un hijo suyo. Poco tiempo después de su matrimonio, partió a la guerra a cumplir con sus obligaciones militares.
Entre 1902 y 1914, algunos delitos menores le valieron tres penas de cárcel sucesivas, lo que acarreó que su padre, avergonzado por el comportamiento de su hijo, se quitara la vida.
Para Landrú, cuya inclinación a la estafa ya había desencadenado la muerte de su padre, la Gran Guerra de 1914-1918 le proporcionó la oportunidad de refinar este talento. Y es que, las bajas que a diario se producían en el frente de batalla, aumentaban constantemente el número de viudas, quienes colocaban en los periódicos anuncios matrimoniales. Esta lectura fue para Désiré una revelación. Comprendió que un hombre como él, atractivo y joven aún, podía aprovecharse de esta situación.
Desde 1914, Landrú hizo publicar en los diarios un anuncio que decía: “Señor serio desea casarse con viuda o mujer incomprendida entre 35 y 45 años”. Como es de suponerse, recibió gran cantidad de cartas que organizó con esmero para estudiarlas y clasificarlas posteriormente.
Las fichas de las candidatas apuradas llevaban la anotación S.F. (sin fortuna), las cuales eran descartadas de inmediato por el ambicioso Landrú; a las otras, les enviaba una respuesta para recoger más información y asegurarse de la rentabilidad del idilio.
Llamado “El Moderno Barba-azul” fue uno de los asesinos más famosos de Francia. Utilizaba su encanto para ganarse el corazón de docenas de mujeres solitarias. Ellas querían casarse; él quería su dinero y sus vidas para garantizar su silencio.




Landrú utilizó un viejo truco para hacer saber que era un viudo de buena posición que deseaba casarse: simplemente puso un anuncio en los periódicos. Recibió miles de contestaciones. Seleccionó las que le parecieron más interesantes, alquiló una villa aislada en las afueras llamada “Ermitage”, y empezó a hacer contacto con las pretendientes. Atento y encantador se ganaba su confianza, especialmente la de mujeres solitarias, viudas y con algún capital. Y así fueron cayendo una tras otra en la trampa tan hábilmente preparada por el asesino. Después de un breve plazo durante el que gozaba de sus encantos, las convencía para que le dejasen sus ahorros. Luego las mataba, las descuartizaba con una sierra y las quemaba, incinerándolas en el horno de la villa “Ermitage”.
Su primera conquista obtenida por este método fue la de la viuda Jeanne Cuchet de 39 años, quien vivía con su hijo de diecisiete años y cuyos ahorros podían considerarse como consistentes. La señora Cuchet tenía una necesidad urgente de afecto y para Landrú, -con su exquisita cortesía y su aspecto de “caballero”-, no le fue difícil seducirla. Su primera identidad fue la de Diard, inspector de correos, proveniente de Lille debido a la ocupación alemana. No sólo le prometió matrimonio, sino que además ofreció conseguirle al joven Cuchet un empleo estable y con futuro en la administración. La viuda aceptó y se fue con él al apartamento que Désiré previamente había alquilado en Vernouillet. Madre e hijo desaparecieron sin dejar rastro.
Alentado por su primer éxito, Landrú se animó a repetir la hazaña; llevó a cabo varias aventuras sentimentales de forma simultánea. Entre 1915 y 1919, hizo nueve conquistas sucesivas. La mayoría de sus “prometidas” eran viudas cuyas edades variaban entre los 45 y 50 años. Ellas, dispuestas a creer en todas las charlatanerías de su futuro esposo, le confiaban sus negocios, joyas, muebles y ahorros después de la “luna de miel” en la campiña.
Cuando a Landrú le pareció que el apartamento en Vernouillet ya no presentaba las garantías necesarias de discreción, lo abandonó y se fue a rentar una pabellón llamado “La Ermita” en Gambais, lugar ideal para esconder sus amores.
Désiré hacía sus conquistas en París y de vez en cuando pasaba los domingos en Gambais. Llevaba una vida casi normal. Visitaba a sus hijos con frecuencia, mostrándose con ellos como padre atento y a su esposa le regalaba joyas de las cuales nunca le explicó su procedencia.


Pero, como nada es eterno, a Landrú se le acabó la suerte cuando los familiares de las desaparecidas comenzaron a mostrar preocupación. Los primeros, fueron los parientes de la señora Collomb, la quinta novia de Désiré, quienes escribieron una carta al alcalde de Gambais para pedir noticias de la joven y de un tal señor Dupont con quien había sido vista por última vez. Poco después fue la familia Buisson la que buscaba a la que fue la séptima novia de Landrú y a quien acompañaba un tal Frémyet en Gambais. El alcalde nunca había oído el nombre de Frémyet, pues fue Dupont (Landrú) el que alquiló “La Ermita”.
La Policía abrió una investigación de inmediato y se dio a la difícil tarea de localizar a un hombre calvo, con barba negra y de estatura mediana. Con esta vaga descripción, fue el azar el que permitió que la hermana de la señora Buisson se cruzara con Landrú el mismo día que se presentó la denuncia. Lo vio en una tienda de la Rue de Rivoli comprando porcelanas, acompañado de una nueva víctima: Fernande Segret. La Policía interrogó al comerciante y encontró que Désiré había dejado su tarjeta “Lucien Guillet, 76, Rue Rochechouart”.
Para el 13 de abril de 1919, Le Petit Journal publicaba un artículo con la detención de Landrú en el que informaba a sus lectores, que éste estaba inculpado de robos con agravantes y de estafas y que durante varios años se ocultó con nombres falsos. Además, el diario sentenció: “pero cargos más graves pesarán sobre él”.
Los guardias se trasladaron a Gambais. Descubrieron la cocina, el cobertizo donde Désiré amontonaba la ropa y los muebles de sus víctimas. Encontraron además, osamentas humanas calcinadas. Pero las pruebas convincentes fueron sus ficheros y la libreta en la que anotaba, con una meticulosidad asombrosa de ahorrador compulsivo, los precios de los boletos de ferrocarril de París a Gambais.
Pese a que nunca hubo pruebas contundentes de sus asesinatos (por eso y por su carisma tenía el apoyo de tanta gente), Landrú fue condenado a morir en la guillotina (arriba un dibujo) y en la madrugada del 22/02/1922 su cabeza rodó ante las puertas de la cárcel de Versalles.
El proceso de Landrú duró dos años. El público cambió las preocupaciones de la reciente guerra por el juicio del hombrecito calvo, barbudo y con perfil de pájaro que negaba con calma, bromeaba con cinismo y daba en todo momento muestras de la más delicada cortesía. En su celda estudiaba sus expedientes, recibía obsequios y propuestas de matrimonio por parte de sus admiradoras. En las elecciones de 1919, cuatro mil franceses propusieron a Landrú como candidato.


Los debates eran seguidos con pasión, ya que si bien nadie ponía en duda la culpabilidad del acusado, tampoco había ninguna prueba formal. No se encontró ningún cadáver ni de las diez novias ni el del hijo de la señora Cuchet. Las osamentas humanas reducidas a cenizas, encontradas en la cocina, eran solamente 996 gramos. Había grandes conjeturas, pero ningún testimonio.
El abogado de Désiré, el señor de Moro-Giafferi, a pesar del talento demostrado, no logró salvar a su cliente. Sin embargo, las últimas palabras que Landrú le dirigió a su defensor fueron: “Le he confiado una causa bien difícil… digamos desesperada… En fin, no es la primera vez que condenan a un inocente”. Ante el escepticismo del señor Moro-Giafferi, añadió: “Sí, maestro, digo bien: inocente”.
Después de tres semanas de proceso, Landrú fue condenado a muerte la madrugada del 22 de febrero de 1922. La cabeza del “Señor de Gambais” rodó a las puertas de la cárcel de Versalles.

Las mujeres de Landrú, una cronología:
Si bien se llegó a especular en cifras exageradas que Landrú pudo asesinar a casi 300 mujeres, el secreto de sus asesinatos se enterró con él, pues en ningún momento reconoció su culpa ni dió ningún tipo de pista que pudiera esclarecer su caso. En todo caso con casi total seguridad estos nombres que a continuación se citan pertenecen a las “hazañas” de tan frío asesino.

.Sra. Cuchet, viuda, 39 años y su hijo de 17 años.
Sra. Laborde, viuda, 46 años.
Sra. Guillin, 51 años. Fea, pero con una herencia de 20,000 francos.
Sra. Héon, la primera que fue a Gambais.
Sra. Collomb, viuda, 39 años.
Andrée Babelay. La excepción, 19 años, guapa y sin dinero, no fue reclutada por anuncio sino en un encuentro casual en el Metro.
Sra. Buisson. Virtuosa que tardó dos años en ceder.
Sra. Jaume. Muy católica, aceptó las proposiciones de Landrú tras la oferta de matrimonio.
Sra. Pascal. Joven y guapa. Antes de irse a Gambais le escribió a su tía: “No sé lo que hay en él, pero me asusta. Su mirada ceñuda me angustia. Parece el diablo”.
Sra. Marchadier. Antigua prostituta. Partió a Gambais acompañada de sus tres perros que también desaparecieron sin dejar huella.



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