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miércoles, 6 de noviembre de 2013

Untitled - por Dana Veliz


Oscuridad, dolor, tinieblas ¿Qué sucede? ¿Por qué otra vez? ¿Por qué todo gira como si el mundo fuera una rueda de la fortuna descarrilada? Cuervos, no, aquellos cuervos de rojo mirar, de instinto asesino. ¡Aléjense ya! Gritas descontroladamente, mientras aquellas negras aves te persiguen sin cesar, mostrando desde sus picos, filudos colmillos en donde puedes observarte cual espejo. ‘¿Qué quieren de mí?’ Lo siento, los animales no hablan. No gastes energía en eso y corre como puedas, porque ellos no buscan un contacto amistoso contigo. Vamos, no te canses, aquel prado en el que solías vacacionar armoniosamente con tu familia no se hará más pequeño a medida que avanzan tus pasos. Conoces de memoria todas las rutas disponibles que conllevan hacia el granero, para poder ocultarte y así, de una vez por todas, ganar este juego perturbador. Entonces ¿Por qué todo esto es tan desconocido para ti? Todo tan lejano, todo tan extraño.

Escuchas el graznar de una de esas bestias en tu oído derecho, gritas con fuerza y terror mientras das un manotazo al aire, tratando de evadirlo. Ya es muy tarde, te ha agarrado de aquella bufanda de color blanco que traías colgando de tu cuello. Has perdido aquella persecución nuevamente, te ha tocado la pena máxima otra vez.

De a grupos grandes, alcanzaron a tu caucásea anatomía. Pudiste sentir como las garras de aquellas aves se incrustaban como cuchillas en tu piel mientras podías apreciar de reojo como caían las gotas de tu propio líquido encima de la hierba. ¿Qué es eso? ¿Dolor? Claro que lo es, no puede haber castigo sin dolor, no puede haber castigo sin sufrimiento ¿Verdad? Con dificultad puedes apreciar como restan cada vez más los pocos espacios de palidez en tus delgados brazos, pero eso ya lo sabes, esto ya podría rozar a una pequeña costumbre de ti, desgraciadamente, duele cada vez más a medida que se acercan. Intentas esconder tu rostro de aquellas majestuosas aves asesinas que acechan cada vez más cerca tu hermoso rostro. Pero sabes que es el final. 

Sientes aquel dolor, el dolor más agudo de todos los que has vivido en esos eternos siete minutos, aquellos picos bailando bruscamente en tus mejillas, tiñéndolas de aquel tono carmesí que se hacía cada vez más abundante que las estrellas en la penumbra donde la luna se refugiaba. Es un lindo paisaje para ver a alguien morir, la verdad, es un glorioso paisaje para verte a ti morir.

Despiertas de aquel sueño aterrador con un grito ensordecedor. Con la respiración agitada te percatas de la seguridad de aquel hogar tan solitario. Sin embargo, aquella extraña seguridad post catastrófica te hace dudar más que la noche anterior. Te levantas y enciendes la luz, detienes tu respiración al ver una sombra asomándose aun lado de tu cama. ‘Son ellos’, piensas en ese lapso de tiempo, ‘son ellos y vienen por mí’, tranquila, amiga mía, solo se trata del abrigo que dejaste fuera de su lugar antes de dormir. Te ríes de ti misma por un momento y te diriges al baño. Lavas tu rostro para despejar el mareo que te has llevado al levantarte tan rápido. Subes la mirada al espejo y admiras tu bello rostro mientras las gotitas de agua cristalina ruedan por él. Tus hermosos ojos, tus perfectos labios, tu caucásea piel.

Es la octava pesadilla en este mes y empiezas a dudar que se trate solamente de otro sueño incomprensible, ya que, tu vida diaria se ha vuelto involucrada. Algo quiere decir todo esto, algún mensaje debe salir a la luz de aquellas desagradables experiencias ¿Sobre estrés? ¿Ansiedad? No, debe ser algo más, algo oscuro, no puede ser otra cosa más que lo peor.

Te has cansado de todo esto después de la novena pesadilla. Ya no puedes dormir, porque sientes esas miradas asesinas a tus espaldas, preparándose para atacar cuando menos te des cuenta. Después de todo, eres lo suficientemente importante para que algo trate de acabar con tu vida, para que un cuervo se digne a ser parte de tu vida se necesita un sobre esfuerzo humano, te felicito por eso, querida. Investigaste varios días, interrumpidos netamente por aquellas pesadillas en tus momentos ausentes, a causa del insomnio del cual eres presa. Varios sitios de internet, tantas tazas de té, tantas alucinaciones, tantos cuervos en tu ventana, pero al fin…al fin lo has conseguido. Pero es tanta la impresión que lo niegas, niegas lo innegable y lo acompañas con que se trata de algún caso espiritista. Pero ya sabes lo que se trata, eso no va a alargar tu poca esperanza de vida.

Te asustas, te deprimes, te desesperas, no quieres morir. Nadie quiere morir menos que tú, menos siendo la cena de esos cuervos asesinos. Crías de Satanás, practicantes de diabluras.

Aquellos días no saliste de tu casa, tu trabajo pudo, básicamente, irse al demonios. El insomnio ya se volvió ausente, ahora era tu propia fuerza de voluntad que lo repelía. No puedes aceptarlo, no quieres morir, no quieres resultar como aquella chica muerta que apareció por las vías del tren bajo los ojos de aquel asesino en serie. Ya no cuentas los días, ya no quieres ir al baño a mirar tu bello rostro, sabes que ya se ha deformado por las noches sin dormir, por tantos días sin comer…

Todos los días sabes que te están mirando, con aquellas lascivas y macabras miradas, sabes que están allí, solo están esperando…esperando y esperando por ti. Cuervos por doquier, lágrimas intensas caídas en un mundo imaginario. No eres nada para importar, porque nadie se ha preguntado sobre ti, pero no te importa, o al menos, no quieres saber que te incumbe. 

Ya no sabes que hacer, todo se hace negro de vez en cuando y solamente la imagen de aquellos cuervos puede hacer que otra vez se vea esa imagen definida que tanto te atormenta. Pero nadie va a asesinarte, al menos no si no se los permites, no se lo permitirías bajo ninguna condición. Eres más fuerte que aquella bandada de asesinos.

Pero eso era solamente lo que creías ¿Verdad?

Ves por la ventana aquel día lluvioso y el reflejo de un gran cuervo negro hace callar tus pensamientos, mirándote con aquellos ojos rojos como la sangre, aleteando sus alas de gárgola. Se está burlando de ti, lo sabes, puedes sentir aquella mirada llena de desprecio y de odio hacia tu propia figura. No dejaras que él te gane, en absoluto. Los de su clase no están a tu altura, eres más inteligente que ellos, puedes enfrentarlos. Pero ¿Qué es eso? Han llegado más amigos a su linda reunión ¿Cuantos serán? ¿Cinco? ¿Quince? ¿Treinta y dos? Te volteas lentamente, pero ellos siguen allí, mirándote fijamente, esperando una primera acción para poder atacar.

Al no recibir respuesta, se cansan de esperar y, poco a poco, se acercan lentamente, rodeándote, sonriéndote al igual que tu pesadilla más temida. No dices nada, has olvidado hablar, El terror de aquella escena había borrado tus acciones básicas, pero eso es lo que las aves aman de ti. Ellos quieren todo de ti pero tú no estás dispuesta a entregárselos. De aquella forma ganaras, quitándoles lo que desean. 
Ese método nunca falla, o al menos, eso es lo que piensas.

Cierras los ojos con fuerza y corres en línea recta, esquivándolos sin saber el cómo lo has hecho. Ves el baño y corres con una rapidez desconocida hasta ahora. Cierras la puerta con fuerza, haciendo un estruendo aún mayor de lo que producen aquellos cuervos. Con la respiración entrecortada te giras para encontrarte con la imagen de un espectro de negro plumaje viéndote del espejo. No puede ser, no puede ser que tu desgracia acabe así. Das un grito similar al de un rugido y con el puño cerrado rompes ese cristal. Recuerda, siete años de mala suerte para ti. Maldices a los cristales que terminan en el suelo y los que terminan incrustados en tus nudillos, como si se tratasen de garras incrustadas en tu piel, soltando un líquido rojizo sobre el suelo de cerámica fría.

Ves aquel cuervo que yace en el piso, y te quedas estupefacta frente al movimiento en que sus alas se mueven, es diabólico, es irreal ¿Qué sucede? ¿Por qué se está levantando? Ya no es un cuervo ¿Verdad? 

Es algo un poco más humano.

De improvisto ya no puedes moverte, te has quedado inerte por tu propia sorpresa. Cuando por fin puedes moverte, utilizas tu derecho únicamente para sentarte en la tapa del inodoro, sucumbiendo ante él, ante ti, ante tu mala suerte. Él lanza una carcajada macabra, semejante a un chirrido muy agudo y busca un pedazo entre los cristales que yacen en el suelo mientras se acerca a ti de una forma relajada. Después de todo, solo es cuestión del destino. Sientes el filo de la cuchilla cerca de la cuenca de tu ojo izquierdo, cortando con profundidad aquellos nervios, aquellas arterias que divisabas cortadas anteriormente, pero ahora es diferente, ahora lo haces tú. Es un dolor indescriptiblemente ausente, es diferente a las pesadillas que solías tener, ahora es real. Sientes las primeras gotas de sangre correr y a su vez, ves con tu otro ojo que aquella bestia sonríe complacida, pero no es suficiente, el espectáculo aún sigue en su apogeo. Ahora sigue tu ojo derecho. De la misma forma, arrancas la otra posibilidad de visión que posees. Pero es algo bueno ¿Verdad? Ya no puedes ver qué clase de mounstro eres .Pues ahora, amiga mía, ahora estas ciega, ciega y con dolor, ciega y desangrando, ciega y agonizando. No sientes las piernas, pero siente el liquido recorrer tus piernas, una sensación extraña. Del otro lado del departamento se pudo escuchar como caías en tu propia desdicha alegre y divertida.

Ya no percibes los cuervos, ya no existen, nunca existieron. Solo estaban presentes en tu desquiciada y paranoica imaginación que te ha llevado a todo este glorioso acto. Eres fabulosa, eres una diosa. Finalmente lo conseguiste, pero fracasaste al mismo tiempo ¿Es extraño verdad? El asesino resulto ser la víctima. Cuervo y humano reunidos, mientras tan solo se quitan la vida. Por causa tuya, por causa del único cuervo que se hallaba en la habitación.

Pero eso ya lo sabías…¿Verdad?

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