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viernes, 27 de marzo de 2015

Los Secretos de Caramel - prt20

Sueños Extraños 


Mis amigos solían hablar algunas veces sobre sueños, pero no esos que usualmente se pueden contar para matar el tiempo en alguna reunión familiar o de amigos, sino de esos que los hacían sentir como todo unos adultos. Para mí era muy vergonzoso escucharlos hablar sobre aquellos sueños, porque nunca los había tenido, así que prefería ausentarme cuando iniciaban ese tema. 

Todo iba muy bien hasta que un día mis sueños me mostraron escenas que solo había visto en películas, aquellas películas en las que no se espera ver una escena tan comprometedora entre los protagonistas. Cuando desperté y me di cuenta de lo que había soñado, todos los nervios se me fueron encima. Aquellos nervios no solo habían sido provocados por aquel sueño, sino también porque sucedió una tarde normal cuando mi amigo Max se encontraba en mi habitación.
Un día anterior a ese me había quedado estudiando para una práctica de última hora, por eso mi mamá, al verme soñoliento, me dijo que subiera a mi habitación para recuperar mis horas de sueño. En ese momento estaba con mi amigo Max, quien subió junto a mí. Yo me recosté en mi cama y él prendió mi portátil para distraerse mientras yo descansaba.

Soñé con unas manos desconocidas que me tocaban, que acarician mis cabellos muy cariñosamente. No pude reconocerlo de inmediato, porque una sombra misteriosa no me permitía ver a esa persona, pero a pesar de eso, pude reconocerlo   por la silueta. El desconocido era esbelto, alto, tenía los cabellos ondeados y largos, como los de mi amigo Max. Al darme cuenta de aquello casí me atraganto de la impresión. A pesar de querer preguntarle qué pasaba, algo me impidió hacerlo. Mis labios no se movían, no podía articular palabras, estaba completamente mudo; no podía hacer nada, no podía desviar mi mirada de sus atentos ojos azules.
El me miró atento y sonrió maliciosamente al darse cuenta de mis imposibilidades físicas. Sus labios presionaron los míos tan considerablemente que el yo de mis sueños no pudo resistirse a darle paso para que pudiera permitirse sentir el jugueteo tan húmedo que provocaba. Sus manos me generaron espasmos sobrecogedores, temblores tan deliciosos. No podía ser natural sentir todas esas sensaciones en sueños. En contra de mis principios, mis manos se elevaron temblorosamente en busca de su espalda desnuda.
Seguí visualizando planos muy vergonzosos, imágenes desconocidas, inimaginables para mí, hasta que una mano gentil acarició una de mis mejillas. Sentí una temperatura muy placentera cuando mis cabellos eran peinados con unos dedos…dedos reales, los dedos de mi amigo Max, quien se encontraba sentado en mi cama mirándome sorprendido. Él esbozó una sonrisa traviesa cuando me desperté
—Qué sueñas, Caramel—me preguntó curioso, pero su sonrisa traviesa me reveló que se lo imaginaba.
Verlo junto a mí me provocó unos grandes nervios. Me quede mudo igual que en mi sueño, porque recordé al Max de mis sueños, a ese chico que me tocaba sin temores. Baje la mirada muy intimidado por sus ojos.
—Nada — respondí.
— ¿Nada? —me enfrentó.
— Nada inusual… Bueno— dude al verlo muy atento a mis palabras—, soñé algo muy extraño, pero solo eso.
—Claro, es por es que tienes la piel húmeda —dijo a la vez que deslizaba su dedo índice por mi nariz.
—Es que realmente fue muy extraño—mentí nervioso.
—Te creo. A veces yo también tengo sueños extraños.
—Sí, son muy graciosos y raros—sonreí animado.
—Sí¬— afirmó —. Una vez soñé que le hacia el amor a Caramel.
— ¡¿Qué?!
—Y realmente te veías tan lindo.
Me debí haber quedado en blanco para Max, porque se puso de pie de inmediato, se acercó a la puerta de mi habitación y se recostó en ella por un breve momento.
—Tranquilo. Los sueños son así de sorprendentes. A mí en particular no me gusta aparecer en los sueños de otros, porque, imagínate, en ellos podríamos tener un papel extraño.
No supe que decir.
—No te apenes, tú si puedes soñar conmigo cuando quieras y como quieras, porque eres mi mejor amigo ¬¬— Agregó a la vez que salió de mi cuarto.
A penas se fue, me envolví en las sabanas muy avergonzado. Mis mejillas estaban hirviendo y mi corazón latía sin control. Me quedé recostado por varios minutos pensando sobre lo sucedido en mis sueños con mi mejor amigo. 

Cuando me levante de mi cama, prometí olvidar todas sus falsas caricias y besos. Los sueños, igual que las chicas, daban mucho miedo.

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