Tiempo Perdido
Desde que mi mejor amigo Max empezó a salir con una niña ya no tenía todo su tiempo para mí. Tener noviecita hizo que restara mis horas con él. No es que se pasaba todo el día con ella, pero su ausencia era notable, apenas, solo un poco. Sea como sea, estar a su lado ya no era igual y extrañaba eso.
Siempre habíamos sido los dos. Cuando quería su compañía lo llamaba y él llegaba en un par de minutos a mí, porque él vivía muy cerca de mi casa; cuando él quería que fuera a la suya, no lo hacía esperar e iba rápido. Todo estaba muy bien hasta que la pesada de Azul, su noviecita, empezó a acaparar su tiempo, el cual había sido todo mío.
Tenía que entender a pesar de todo. Algún día también iba a tener novia como él, pensaba, así que Max tendría que soportar a la mía. Mientras tanto tenía que superar la presencia de esa intrusa hasta que llegase mi novia para olvidarme de ellos.
Un día, poco después que empezaran a salir, Max me llamó a mi celular para decirme que quería verme en su casa. Yo me puse muy feliz por su llamada como siempre. Le pedí permiso a mi mamá y salí a la casa de Max con el nuevo videojuego que me habían comprado mis padres. Max sabía que me molestaban las noviecitas en las reuniones de amigos, pero de todas maneras me llamó cuando Azul estaba en la sala de su casa.
Azul era una niña muy bonita y a pesar de haber estado en un grado mayor que el nuestro en el colegio, sexto de primaria, ella se veía muy bien al lado de mi amigo. Azul tenía el cabello largo y lizo, muy negro; era muy alta, como de mi estatura, a pesar de ser una niña; llevaba puesto un vestido color rosa pastel el cual hacia juego con la bincha que sujetaba su cabello suelto.
—A que no sabes— me dijo Max cuándo Azul se fue a comprar dulces a la tienda.
—Qué cosa— dije sacando mi videojuego de su estuche.
—Azul me beso ¿puedes creerlo?
Ese acontecimiento tan importante para mi amigo no fue ninguna sorpresa. Supuse que iba a pasar algún día porque los novios hacen eso, se besan y pierden el tiempo haciendo más cosa melosas. Para darle importancia al hecho, fingí sorpresa. Imaginé que me debí ver patéticamente mal tratando de aparentar algo que yo no sentía.
—Fue una sorpresa. Creo que se puso muy nerviosa. Por eso te llamé, para que no se ponga rara y melosa.
—Y…qué tal fue—pregunté incómodo.
—Pues fue algo…no sé…sorpresivo y… muy húmedo…
—Max—lo interrumpí bruscamente—, no quiero que me cuentes, es raro.
—Pero Caramel me preguntó cómo era.
—Pero ya no quiero—me puse de pie—Tengo mucha tarea que hacer para mañana, mejor me voy.
—Mentiroso, ya es tarde y tú no dejas las tareas para la última hora.
—No importa, me tengo que ir porque no quiero molestarlos cuando se tengan que besar otra vez, idiota.
Max me miró muy serio, me jalo del brazo y poso su frente sobre la mía. Él siempre fue más alto, así que tuvo que encorvar su figura esbelta para lograr ese roce conmigo. Estábamos vergonzosamente cerca. Muy despacio, Max desvió sus labios sobre mi mejilla. Sus labios húmedos permanecieron eternos segundos sobre mi piel.
—Qué sentiste—me preguntó al separarse.
—Nada— mentí, esperanzado de que mi rostro no se hubiera tornado rojo.
—Pues, supongo que yo también sentí eso cuando Azul me sorprendió con el beso. Vez, no es cosa del otro mundo, ya no te enojes.
En ese instante Azul regresó con muchos caramelos que compartió con nosotros. Ella no me agradaba, pero su presencia me alivio mucho después de ser víctima de uno de los tantos movimientos extraños de mi amigo Max. Él era así de extrovertido y maloso, por eso ese día no lo dejé ganar en los videojuegos.
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