Desde torre de control se le notificó al personal a bordo del 502 que debían modificar su plan original de vuelo y dirigirse al aeropuerto de Santander, situado a unos 100 kilómetros de distancia y con mejores condiciones meteorológicas para el aterrizaje. García modificó la trayectoria de la aeronave y subió hasta los 10 km para dirigirse a Santander donde, si todo iba según lo planeado, tocarían tierra en un tiempo estimado de 15 minutos. Sin embargo, en aquel preciso momento, algo inexplicable apareció frente a ellos.
La tripulación a bordo fue testigo de cómo una nube gigantesca se formaba a partir de la nada, era lenticular, enorme y tan resplandeciente que los hombres en la cabina tuvieron que ponerse sus gafas de sol para poder ver con normalidad.
Se adentraron a la nube a aproximadamente 35 kilómetros del aeropuerto de Bilbao y en cuestión de nada, todo el instrumental electrónico parecía estar fallando. Perdieron la comunicación con tierra y los esfuerzos tanto del copiloto como del operador de radio para restablecer el canal de comunicación con las torres de control en Bilbao o en Santander fueron inútiles. El panel de dirección en el avión comenzó a alertar que estaban volando en dirección opuesta, es decir, que iban en una trayectoria contraria a la que realmente estaban. Las brújulas del avión dejaron de funcionar al mismo tiempo que el horizonte artificial del avión mostraba que la aeronave se desplazaba al revés.
Al pasar la nube todo retornó a la completa normalidad, todos los indicadores mostraban parámetros normales, con el excepción del registro de millas recorridas que sorprendentemente registraba la misma distancia recorrida al momento en que entraban en la nube, como si durante aquellos siete minutos el avión no hubiera recorrido ninguna distancia.
el vuelo 502 aterrizó algunos minutos después sin problema alguno en la pista del aeropuerto de Santander, y una vez en tierra la tripulación informó lo sucedido. Ya en destino descubrieron que desde la modificación original del plan de vuelo en Bilbao y hasta que aterrizaron en Santander, habían transcurrido 32 minutos, 17 minutos más de lo que estaba programado. Nunca pudieron encontrar una explicación lógica a esos minutos perdidos
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