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domingo, 3 de noviembre de 2013

La Casa del Trueno

Cuenta la leyenda que existía una caverna entre Totomoxtle y Coatzintlali, donde los antiguos sacerdotes habían construido un templo para dedicarlo al Dios del Trueno, la lluvia y los ríos.

En el lugar, siete sacerdotes se reunían cada vez que era necesario el cultivo de la tierra, sembraban y luego cosechaban los frutos. También siete veces invocaban a las deidades y cantaban hacia los cuatro puntos cardinales, porque según la matemática y cuentas esotéricas de estos sacerdotes cuatro por siete eran veintiocho y éstos eran los días que formaban el ciclo lunar.




Según se dice, esos sacerdotes también hacían sonar el gran tambor del trueno y lanzaban flechas encendidas al cielo, poco después de ello comenzaba la tormenta con truenos y relámpagos, llovía torrencialmente y por muchos días, haciendo que los ríos se desbordaran.

Pasaron siglos y arribaron a ese lugar un grupo de personas vestidas de un modo particular, que traían consigo otras costumbres, religiones y leyendas.


Todos ellos tenían como característica principal que siempre estaban sonriendo, felices de haber llegado a un lugar donde había de todo, frutos, animales de caza, agua y un bello clima.


Se instalaron en ese sitio y lo llamaron Totonacan, pero los siete sacerdotes de la caverna del trueno no estaban de acuerdo con esa invasión y de inmediato se fueron a la caverna ha producir, truenos, relámpagos y torrenciales lluvias con el fin de asustarlos para que se marchasen.


A causa de sus ritos, llovió mucho y muchos días hasta que alguien del grupo se dio cuenta que esas tormentas las generaban los sacerdotes de la caverna.


Los totonacas, que era gente pacífica buscaron a los sacerdotes y los colocaron en una pequeña embarcación, dándoles provisiones y agua.


Luego, los lanzaron al mar en donde se perdieron para siempre.

Sin embargo, después de haber sacado de allí a los sacerdotes era necesario dominar a los dioses del trueno y las lluvias para que no destruyeran con su furia el pueblo recién asentado.


Para lograrlo se reunieron los sabios y sacerdotes y decidieron que no podrían hacer nada contra esas fuerzas y que lo mejor sería rendirles culto, adorar a esos dioses y rogarles que tuvieran piedad de ese pueblo. Para ello, en la antigua caverna donde se rendía culto al Dios del trueno, los totonacas levantaron el templo del Tajín, que quiere decir lugar de las tempestades.


Y de allí en adelante le rindieron culto no sólo al Dios del Trueno sino, que le imploraron durante 365 días, que es la cantidad de nichos que tiene el monumento, pidiendo por buen tiempo en algunas épocas del año y lluvias cuando fuera necesario para fertilizar las tierras.


En ese lugar, hoy sigue estando ese templo que se conoce en todo el mundo como pirámide o templo de El Tajín.


Así es la historia de cómo nació esta pirámide, para venerar y respetar al Dios del Trueno, que fue adorado por esas personas que vivieron mucho tiempo antes de la llegada de los extranjeros y también de los totonacas, cuando el universo recién comenzaba su existencia.

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