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jueves, 19 de septiembre de 2013

#283 - The Holder of Labor / El Holder de la Mano de Obra


En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a cualquier refinería o fábrica a donde puedas llegar, y busca al capataz. Sácalo de sus labores y grita sobre la maquinaria que buscas a The Holder of Labor. Si se ve confundido, abandona el lugar pacíficamente; no estarás en peligro hasta la próxima vez que te atrevas a buscar este Objeto. De otro modo, él suspirará con el cuerpo cansado y te empujará a que corras. No importan las condiciones a las que hayas llegado, el cielo estará cubierto de un marrón tóxico, iluminado por una constelación de llamaradas ardientes. Respirar se volverá dificultoso, y deberás esquivar gotas repentinas de chispas o vapor de las maquinarias, pero continúa corriendo a su ritmo desenfrenado, o el equipo se cobrará su venganza por tu pereza.

Luego de horas de correr, el capataz te lanzará hacia un pequeño elevador enjaulado el cual descenderá con una pesadez aplastante. Tendrás un montón de tiempo para mirar a la maquinaria que ahora te rodea, extiendiéndose en todas direcciones a través de un marrón oscuro iluminado por destellos eléctricos y señales de advertencia. El metal derretido se derrama como ríos, luego cascadas, mientras pistones de una milla de alto se estampan lo suficientemente fuerte para hacerte golpear los pies contra el suelo. El aire se vuelve sofocante y tóxico, quemando tus pulmones así como tu piel.

Las vistas se volverán cada vez más infernales durante los días del descenso. El elevador se volverá escaldado, luego arderá al rojo vivo; el único alivio posible está en el agua que cae desde arriba, pero una gota contaminada basta para dejarte vomitando hasta que tu sangre se escurra. Engranajes del tamaño de aviones transportistas chocan en la distancia, iluminados sólo por el brillo producido por la fricción, mientras personas caen entre sus dientes desde camiones tolva. La fábrica bebe mares enteros para enfriarse, devorando cientos de mundos y quemándolos, como un testamento a su propia fuerza sin sentido.

Cuando el elevador se detenga, deberás moverte rápidamente, pues así como las profundidades del océano, este abismo tiene sus propios depredadores. Las máquinas aquí no se alimentan tan seguido. Corre por la oscuridad, y reza por que ningún mar de cenizas te trague, aunque sería preferible de lejos ser capturado por sierras quejumbrosas y cables sueltos, arrastrándote para ser posteriormente trillado por un aplastante motor por toda la eternidad. Corre por el laberinto negro tanto como puedas, hasta que veas un conjunto de fusibles, tan altos como tú, ardiendo en la hostil oscuridad. Cada una tiene un repuesto debajo. Todo lo que tienes que hacer es quitarlos de su lugar y reemplazarlos por los repuestos antes que las máquinas te encuentren. Los fusibles están lo suficientemente calientes para saturar el vidrio, por supuesto, y no les gusta ser movidos; pedirán ayuda. Así que trabaja. Trabaja hasta que tu esqueleto muestre ampollas.

Si logras llevar a cabo esta imposible tarea, los fusibles explotarán. Uno de ellos en particular lanzará un filamento de metal directo hacia ti. Deberás tomarlo en el aire, triturando profundamente el carbón vegetal que era tu carne hasta que el dolor te aqueje otra vez, sanado y cansado en esta hora intempestiva.

El alambre que gruñe en tus dedos es el Objeto 283 de 538. Ni siquiera obtendrás una respuesta de éste; nadie dijo que el trabajo duro te llevaría a alguna parte.

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