Daniel nunca supo cómo llegó allí, pero un día se despertó y comprobó que estaba en una habitación que no conocía, con muebles que no eran los suyos. Desesperado, se levantó corriendo, y fue hacia la puerta, y lo que se encontró fue un pasillo apenas iluminado, que no conducía a ninguna parte.
Quiso salir de allí, pero figuras fantasmales le agarraban y no encontraba resquicio entre esos seres para salir de allí. Sólo se le ocurrió volver a su habitación, donde al menos se sentía seguro.
Se sentó en un butacón que había junto a la cama y miró a su alrededor. Aparentemente no le faltaba ningún detalle ni comodidad. Alfombra, cuarto de baño, una tele, armario empotrado, la cama y una gran ventana. Se aproximó hacia ella y tenía barrotes, no veía nada de lo que había fuera porque su mirada se topó con un muro gris, apenas a dos metros de distancia.
Estaba angustiado, sudoroso y temblando y pensó en que tenía que buscarse una estrategia para salir de allí.
Sonó la puerta, levantó la mirada hacia ella, y antes de contestar, un ser fantasmal blanco y etéreo se acercó a él. Empezó a caminar hacia atrás, no quería que se acercara. Pero no podía hacer nada, porque más fantasmas entraron y le sujetaron, y el terror se apoderó de él.
Volvió a despertarse y desde aquel momento había ideado un modo de salir de allí. Cada vez que esos extraños espíritus, o seres traslucidos, o como quiera que fueran se acercaban a él, se dejaba hacer y no oponía resistencia. Poco a poco se fue haciendo con su confianza y se atrevió a salir de la habitación de vez en cuando. Evitaba mirar a esos espantosos personajes. Se había dado cuenta de que estaba en una casa endemoniada, sí ¡eso era! todo aquello era como una película de terror y como veía que nadie le iba a ayudar, decidió que sólo él sería capaz de encontrar la salida y esto se conseguía haciéndose amigo de ellos. Cómo lo haría aún no lo sabía, pero tenía que salir de allí como fuera porque si no, iba a volverse loco si no lo estaba ya.
Un día consiguió avanzar más allá del salón común, pudo hacerlo después de luchar con todos ellos evitándolos y rodeándolos y entró en otra sala, más oscura y siniestra y con muchos más seres que en el otro lugar de la casa. Ahora lo tenía mas difícil, veía la otra puerta pero no había manera de llegar a ella, ¿cómo podría conseguirlo? Sentía que estaba exhausto y cada vez que podía volver a su habitación, debía de nuevo evitar que aquellos demonios le volvieran a tocar. Perdió la esperanza, se sentía cansado y no se le ocurrió otra cosa que tumbarse en el salón y cerrar los ojos, mientras miles de manos le rodeaban y le absorbían.
EN ALGÚN LUGAR, DOS AMIGOS JUGABAN A SU JUEGO FAVORITO EN EL ORDENADOR. UNO DE ELLOS PERDIÓ LA PARTIDA Y ENFADADO, DESCUBRIÓ QUE DE MOMENTO ERA INCAPAZ DE GANARLE A SU COMPAÑERO. SIEMPRE QUE LO INTENTABA, NO PODÍA PASAR DE LA SEGUNDA PANTALLA.
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