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jueves, 19 de septiembre de 2013

El morboso vendedor de inmortalidad


  
Nacido en una humilde familia de mediados del siglo XVII en Palermo bajo el nombre de Giuseppe Balsamo prontamente comenzó a preocuparse por la muerte, por lo que sus investigaciones en cultos, alquimia, sectas y pócimas le hicieron ganar un gran caudal de conocimientos en el tema. Tras cambiarse la identidad y hacerse pasar por el Conde Alessandro di Cagliostro, sus elixires y pócimas “alargadoras de vida” lo hicieron famoso entre la nobleza, incluso llegando a medicar al Rey de Francia y su Corte Real o al mismísimo Benjamin Franklin. No obstante, su logro más morboso sería su singular sistema para alcanzar la inmortalidad:


Luego de ver que las larvas se convertían en mariposas al encerrarse en un capullo y que los fetos se producían dentro del “capullo maternal”, como se denominaba en la época, pensó que podía convencer a la gente de que esta era la clave a la regeneración natural. Su sistema se basaba en encerrar a la persona en una bolsa hecha con sabanas colgadas al techo con el fin de que ésta permaneciera “regenerándose” por un par meses dentro del capullo. Durante su estadía como larva la persona debía solo alimentarse de un caldo de pollo y vivir entre sus excrementos, los cuales caían por un oportuno orificio ubicado en la tela. En teoría el “tratamiento” en un principio provocaba la pérdida del cabello y los dientes, los cuales luego renacían bellos y jóvenes al igual que una mariposa.


La excusa era que para que nazcan las “nuevas partes” primero había que deshacerse de las viejas. Por supuesto que esto eran puras patrañas, y el pelo y los dientes se perdían a causa del escorbuto y las infecciones para nunca más ser recuperados.

Increíblemente un número no conocido de voluntarios se ofrecieron a probar el “tratamiento”, debieron sufrir fuertes ataques de picaduras de piojos, el escorbuto y las infecciones. Los desafortunados que lograron sobrevivir terminaron en un estado patético.

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