Nacido en una humilde familia de mediados del siglo XVII en
Palermo bajo el nombre de Giuseppe Balsamo prontamente comenzó a preocuparse
por la muerte, por lo que sus investigaciones en cultos, alquimia, sectas y pócimas
le hicieron ganar un gran caudal de conocimientos en el tema. Tras cambiarse la
identidad y hacerse pasar por el Conde Alessandro di Cagliostro, sus elixires y
pócimas “alargadoras de vida” lo hicieron famoso entre la nobleza, incluso
llegando a medicar al Rey de Francia y su Corte Real o al mismísimo Benjamin
Franklin. No obstante, su logro más morboso sería su singular sistema para
alcanzar la inmortalidad:
Luego de ver que las larvas se convertían en mariposas al
encerrarse en un capullo y que los fetos se producían dentro del “capullo
maternal”, como se denominaba en la época, pensó que podía convencer a la gente
de que esta era la clave a la regeneración natural. Su sistema se basaba en
encerrar a la persona en una bolsa hecha con sabanas colgadas al techo con el
fin de que ésta permaneciera “regenerándose” por un par meses dentro del
capullo. Durante su estadía como larva la persona debía solo alimentarse de un
caldo de pollo y vivir entre sus excrementos, los cuales caían por un oportuno orificio
ubicado en la tela. En teoría el “tratamiento” en un principio provocaba la
pérdida del cabello y los dientes, los cuales luego renacían bellos y jóvenes
al igual que una mariposa.
La excusa era que para que nazcan las “nuevas partes”
primero había que deshacerse de las viejas. Por supuesto que esto eran puras
patrañas, y el pelo y los dientes se perdían a causa del escorbuto y las
infecciones para nunca más ser recuperados.
Increíblemente un número no conocido de voluntarios se
ofrecieron a probar el “tratamiento”, debieron sufrir fuertes ataques de
picaduras de piojos, el escorbuto y las infecciones. Los desafortunados que
lograron sobrevivir terminaron en un estado patético.
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