Primer pecado
Solo vivía para disfrutar del sexo, salía cada mañana en busca de alguien con quien saciar su sed de… ¿amor? Lo había probado todo, o casi. Sadismo, orgías, masoquismo, zoofilia… había tenido sexo con animales, hombres y mujeres, ancianos y no “tan ancianos” sus amantes habían sido de todas las razas posibles y ahora estaba a punto de cruzar la última frontera…
Un amigo de un amigo le informo de que alguien le ayudaría, por muy poco dinero, a gozar de un placer al que muy pocos tenían acceso.
Cuando entro en el recinto, oscuro y siniestro, sintió que se le erizaba la piel.
¿Excitación? ¿Miedo? No lo sabía, pero la experiencia que estaba a punto de vivir bien merecía la pena.
Cuando se tumbó sobre la lapida esperando la aparición de su amante de turno, no imagino que no era amante sino amantes… Cuatro seres asomaron por las cuatro esquinas de la tumba, descarnados y harapientos (Uno de ellos incluso a pedazos que se caían constantemente) que acercaron sus manos al cuerpo paralizado de miedo.
¡Tenía que ser una broma!
Incapaz de gritar noto como el asco invadía su garganta y atenazaba su corazón…
Entre brumas recuerda como su “amigo” le pregunto si había probado la necrofilia.
Hacer el amor con un muerto…tentadora idea, pero no contaba con que el cadáver en cuestión oliera tan mal, ni con el hecho de que no fuera uno sino cuatro, ni esperaba tampoco que se moviera (movieran en este caso).
Pidió ayuda, pero en aquel cementerio nadie podía oírle.
Cuando su corazón fallo, se preguntó si le dejarían entrar en el cielo sin confesar su pecado capital…
Segundo pecado
Aquel restaurante era nuevo, así que decidió entrar para dar su “visto bueno” solo eran las doce pero ya tenía hambre. Cuando termino de comer, ya eran las tres y marcho satisfecho a casa, un maravilloso olor a tarta le invadió al entrar y se lanzo a la cocina para probar lo que cocinaba su esposa… Estaba seguro de que le quedaba espacio en la tripa para un buen pedazo de tarta de chocolate.
Acostando su enorme cuerpo en el sofá se agencio de unos panchitos y patatas chips para ver la tele, después los donuts de la merienda (con chocolate, claro) y como ya casi era la hora de cenar decidió adelantarse un poco y picar unos boquerones…
De camino al hospital se preguntaba ¿porque le dolía tanto la barriga? Parecía a punto de estallar, el dolor era tremendo…
Le hicieron una limpieza de estomago, muy desagradable, y el médico le aconsejo ponerse a dieta.
En la camilla, esperando los resultados de su análisis, vio a una ancianita que llevaba una bandeja de pastelillos y de fresas. Esta se sentó a su lado y el percibió el delicioso aroma de los dulces y las jugosas fresas.
- No, no puedo pedirle uno, es de mala educación…
La mujer salió corriendo a la llamada de un doctor, dejando la bandeja en el asiento.
No pudo resistirse, alargo la mano mirando a los lados para asegurarse de que nadie le veía, y comió un pastelillo…luego otro…y otro… y todas las fresas.
Cuando su barriga se abrió no comprendió porque, ¿Porque estaba mirando como se le salían las tripas?
Quiso pedir ayuda, pera ya era tarde para él, se había comido su última oportunidad…
¿Será esto un pecado capital?
Tercer pecado
Cuando era niña pegaba unos guantazos de antología, era temida en el colegio por compañeros y profesores (si, has leído bien) vapuleaba a los profesores con tanta saña como a los demás niños. Siempre estaba en el despacho del director, a cierta distancia eso sí.
Con veinte años no tenía amigas, todas las que lo intentaron acabaron con un ojo morado o un brazo escayolado. Bofetada que doy, familia de luto (ese era su lema). Cualquier excusa era buena para zurrar a alguien, que si me ha dicho…que si la he visto…
Con diez años de matrimonio y algunos huesos machacados (no los suyos precisamente). Acudió por primera vez a una reunión de vecinos, su marido no podía por no sé qué historia de una caída y una pierna rota…
Y como no, se monto la de Dios es Cristo, por ver quién sacaba la basura…
Con grandes movimientos de brazos, (en plan amenazante) ella juro que nunca sacaría basura de nadie. Y sin saber ni cómo ni porque se lió a repartir mamporros. Pero esta vez sería diferente, los vecinos eran nueve y ella aun estaba agotada por el último altercado con su desafortunado esposo. (Pero… ¿no fue una caída?)
Cuando acabaron con ella ya no discutían quien sacaría la basura, cada uno llevaría una bolsa…Había que deshacerse de la porquería cuanto antes. Pero estaba la cuestión ética, a pesar de todo merecía descansar en tierra sagrada.
Así que tiraron la basura en los contenedores del cementerio.
Que descanse en paz, si se le perdona su pecado capital.
Cuarto pecado
Cada vez que entraba a tomar café, se fijaba en si su vecina había comprado muebles o alguna alfombra mas. De ser así ella corría rauda al día siguiente a comprar algo y mejor, claro…
Nunca estaba satisfecha, quería ser superior en todo a su “odiosa vecina” la muy cerda no tenía ni una sola arruga, a pesar de ser un año más vieja…¿y qué decir de el marido?
Era una especie de Adonis musculoso, cuando el suyo propio era un calvo con una enorme panza que solo pensaba en comer, (y que por eso estaba en el hospital)
¿Y sus dos adorables hijos, rubios como ángeles, cuando ella solo tenía un gato?
Era injusto que se le negara tanta felicidad…
Eran amigas pero cuando se reunía con otras de su misma especie, jugaba a destripar verbalmente a su “mejor amiga”
Un día asomándose al balcón vio las preciosas cortinas que había colocado su amiga y pensó que esta vez la superaría con creces, compro las mas espesas y caras que encontró (a pesar de no gustarle) y se dispuso a esperar al domingo para colgarlas…
El domingo era el día clave, todas las vecinas estarían en los balcones y verían las espectaculares y “superiores” cortinas nuevas. Cuando escucho ruidos en el bacón de su amiga, se subió a la escalera con los pesados cortinones, tarareando una canción.
No se fijo en la cara de horror de sus vecinas al verla allá arriba, no se fijo en que fallaba su pie en el siguiente escalón, No se dio cuenta de que caía envuelta en terciopelo…
Seis pisos más abajo, con un tremendo golpe, pareció comprender su gran pecado…
Quinto pecado
Caminaba con la cabeza alta y mirando con sumo desprecio a todos los que la rodeaban, lo tenía todo en la vida un trabajo envidiable un marido envidiable unos hijos envidiables… además su hermosura era, al igual que su inteligencia, envidiable también.
Pero su oscuro corazón…eso, era otra cosa, nadie estaba a su altura, se creía superior a los demás en todos los aspectos. Con sus carísimas joyas y su abrigo de pieles observaba a los indigentes con aire de superioridad, deseando que el gobierno hiciera algo para quitarlos de en medio.
Miraba asqueada a los niños gordos o con gafas o feos, ¡ja! Ni punto de comparación con los suyos… (Aunque mirándolo bien, incluso yo, soy más guapa que mis propios hijos.)
Aquella madrugada se levanto inquieta, no podía dormir recordando el desgraciado accidente de su amiga y vecina, así que decidió salir a pasear.
La noche era oscura pero aun podía ver su reflejo en los acristalados escaparates y se paraba en todos y cada uno de ellos.
Cuando de pronto sintió el frió tono de voz del hombre…
-Gírate.
Lentamente se giro y vio el filo de la navaja acercarse a su cara.
-Dame todo tu dinero y me marcho…cabréame y te rajo.
-No tengo nada, lo juro.
El ladrón se cabreo…y le rajo la mejilla. No tenía miedo, solo era capaz de ver su horrible cara rajada en el cristal. Cuando llego a su casa supo que no podía permitir que la vieran así, no podía permitir verse así… y lloro.
A la mañana siguiente su marido la encontró en la bañera con las venas abiertas.
Lo tenía todo… ¿Por qué morir así? ¿Cuál era su pecado?
Sexto pecado
Era portero porque además de dinero, el trabajo le ofrecía casa gratuita no pagaba agua ni luz e incluso se ahorraba el dinero de la ropa gracias al uniforme…Lastima que no incluía también la comida, ¿lastima? El era un tipo listo y los vecinos, derrochadores que tiraban mucha comida y el que recogía las basuras, le daba a las bolsas un buen repaso antes de sacarlas.
Además, ganaba mucho dinero de “trapicheos” que montaba con el tipo del 2º. Hace un par de días le pidió que convenciera a su hermano (el enterrador) de dejar la puerta del camposanto abierta para un paseo “turístico”…Ni que decir tiene, que lo hizo a cambio de un buen pellizco.
Pero ahora su mundo se venía abajo, le han despedido…Tenia un buen pico de dinero en una antigua caja de caudales (no se fiaba de los bancos) pero el caso es que tendría que gastar sus ahorros. No estaba dispuesto, no señor, ese dinero era suyo y no podían obligarle a derrocharlo…
Bien ya sabía qué hacer, iría dormir a los albergues y comería en esos comedores sociales, los del puerto, pero su dinero no…nadie le pondría la mano encima…nadie.
Cuando la gitana se cruzo con el (delgada, exhausta y con un bebe en los brazos) alzándole la mano con gesto implorante…La aparto a un lado de un empujón.
-Ponte a trabajar y no mendigues! No voy a darte ni una moneda!
Ella cayó al suelo raspándose los codos y con una mirada furiosa le dijo…
-Tu dinero será tu muerte.
Un par de horas después llego a un comedor y se puso en la cola, cada vez que llegaba alguien le cedía el puesto y continuaba siendo el ultimo, no quería verse rodeado (los ladrones actúan así, te rodean y luego…)
Otro paso hacia atrás, tropezó y al caer la oxidada caja fue a parar al mar…No lo pensó ni un instante, se lanzo en su busca sin pensar que jamás gasto dinero…ni siquiera para aprender a nadar.
Con ojos desorbitados se hundió, pensando que a lo mejor había cometido algún pecado…¿Pero cuál, cuál era su pecado? ¿Cuál?
Séptimo pecado
Le molestaba profundamente que le obligaran a abrir la reja a esas horas de la madrugada.
Su hermano le convenció para dejar entrar a alguien que quería “dormir” sobre una lapida, pero estaba tan agotado… y aun tenía que sacar los contenedores de basura, quizás mañana, total no estaban llenos más que de ramos de flores.
Se desperezo y con paso cansado abrió el portón, y retorno a su mullido catre, estar tumbado era lo mejor del mundo.
Recuerda que ya de jovencito su ilusión en la vida era un trabajo que no le obligara a madrugar, su casa fue siempre un desastre desde la muerte de su madre, ni hacia su cama desde meses atrás y encontrar este puesto fue su bendición.
El trabajo era fácil y relajado, cavar un agujero de vez en cuando y luego taparlo, pero hoy había sido un día agotador, demasiados muertos así que ya los taparía mañana…total no se escaparían, jejejeje (Se rió de su propia gracia).
Cuando empezó a escuchar los murmullos pensó…
-Luego salgo si continúa el ruido.
Los murmullos se transformaron en jadeos…
-¡Malditos perros! No voy a moverme por vosotros.
Los jadeos en palabras incoherentes…y en consecuencia le atenazo el miedo. Tumbado escucho la llamada desgarrada de alguien que pedía ayuda, pero no se decidía a levantarse… Ni siquiera cuando escucho que arañaban su puerta.
–Si no hago caso se irá.
Pero no se fue, consiguió abrir la carcomida caseta y entro…
Sus ojos asustados no daban crédito, era un tipo enorme…gordo y grasiento, con la barriga abierta en canal. Pero lo peor de todo era que se parecía enormemente al que habían “enterrado” ayer (de hecho, recuerda la caja, mas grande de lo normal…)
Aun tenía tiempo de salir corriendo pero la gandulería pudo con el y no se movió
–Quizás si me hago el dormido…
Cuando le desgarró la garganta de un solo mordisco pensó…
–Maldita sea… ¿Por qué me tiene que pasar a mi? ¿Acaso he cometido algún pecado?
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