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sábado, 28 de septiembre de 2013

EL SILENCIO. UNA FÁBULA por EDGAR ALLAN POE


Escúchame , dijo el Demonio, 
mientras ponía su mano en mi cabeza. 


La región de que te hablo es una región lóbrega de Libia, 
en las riberas del río Zäire. 
Y allí no hay quietud ni silencio. 


Las aguas del río tienen un color enfermizo y de azafrán; 
y no corren al mar, 
sino que siempre palpitan y palpitan bajo el ojo rojo del sol 
con un tumultuoso y convulso movimiento. 
Por muchas millas a ambos lados del lecho lamoso del río 
hay un pálido desierto de nenúfares gigantes. 
Suspiran unos sobre otros en aquella soledad, 
y estiran hacia el cielo sus largos y lívidos cuellos, 
y mueven a un lado y al otro sus cabezas eternas. 
Y hay un murmullo confuso 
que brota de entre ellos 
como el correr del agua subterránea. 
Y suspiran unos sobre otros. 

Pero hay un límite a su reino– 
el límite del oscuro, horrible, altísimo bosque. 
Allí, como las olas en las Hébridas, 
la maleza baja está constantemente agitada. 

Pero no hay un viento en todo el cielo. 
Y los elevados árboles primaverales eternamente se mecende aquí para allá 
con un estridente y poderoso ruido. 
Y de sus altas cimas, uno por uno, 
gotea un eterno rocío. 

Y a sus pies 
extrañas flores ponzoñosas se retuercen en un sueñointranquilo. 
Y arriba, con un susurrante y agudo sonido, 
las nubes grises corren eternamente hacia el oeste, 
hasta que ruedan, en catarata, por el muro feroz delhorizonte. 

Pero no hay un viento en todo el cielo. 
Y en las orillas del río Zäire 
no hay ni quietud ni silencio. 

Era de noche y la lluvia caía, 
y, al caer, era lluvia, 
pero, cuando había caído, era sangre. 
Y yo ahí estaba en la ciénaga entre los altos lirios, 
y la lluvia caía sobre mí– 
y los lirios suspiraban unos sobre otros 
en la solemnidad de aquella desolación. 
Y, de súbito, la luna se levantó tras la delgada lívida bruma, 
y era de color carmesí. 
Y mis ojos se posaron sobre una enorme roca gris 
que había a la orilla del río, 
y era alumbrada por la luz de la luna. 

“La Etêrna” - por Lyria.


¡Ehh, joven!…
Aquella llamada le hizo girar sobre sus propios pasos. A escasos metros una sombra se protegía el rostro, por su voz era una mujer de edad avanzada. Marius pensó que necesitaba ayuda de alguna clase, y presto, se ofreció a ayudarla.
Pero la anciana siguió hablando…
-Joven, gustosa le ofrecería gran cantidad de dinero si accediese a tener una noche de amor conmigo. Solo una, y este saquito lleno de monedas de oro será vuestro para siempre.
Por la forma de hablar, supo que la anciana decía la verdad.
La miro un instante, su piel estaba arrugada, envejecida y deshidratada, sus manos eran huesudas y oscuras, sus labios rugosos, sus ojos medio cerrados. Sabía que en una noche, en unas horas podía ser libre, comprar un pasaje y dejar su vida en aquella odiosa mina para siempre, así que no lo pensó, y se la llevo a su casa.
Ella actuó de forma mecánica, sin entusiasmo, se dejaba hacer, mientras la noche les iba encerrando en un vaivén de movimientos continuos y monótonos.

Fobias y venganzas - por Ana Rivas


Aurora era una chica tímida y retraída. Siempre había estado enamorada de Luis, el más aguerrido y apuesto del lugar. Claro, que también era el más rico, hijo de una familia rica con la mansión más grande que había por aquellos lugares. También tenían tierras y ganado, grandes viñedos y muchos olivos. Jamás pensó que se fijaría en ella.
Luis estaba acostumbrado a que besaran el suelo por donde pisaba y aunque tuvo muchas amantes, nunca quiso formar con ninguna de ellas una familia. En el fondo él era muy tradicional, y quería para su casa la clásica mujer sumisa, a la que no faltara de nada pero que hiciera lo que él quisiera. Un florero dispuesto para las fiestas y cenas de gala, pero sin oportunidad de pensar y decidir.
Aurora no conocía esa faceta de la personalidad de Luis, y cuando él se la declaró no tardó un segundo en decirle que sí. En esos momentos se sentía la mujer más afortunada de la tierra.
Después de los preparativos llegó el día de la boda. Aurora no tenía familia. Sus padres habían muerto y era hija única y había aceptado el puesto de maestra en el pueblo. Con el resto de su familia no tenía apenas trato. Así que se ocupó de todo Luis, de las flores, del vestido, del convite… Ella no lo vio como una anulación sino como una muestra de amor.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Interminable espera - por Neo


El viento lo despeina, como caricia de despedida, el aire, algo acre por la proximidad de los verdugos le trae recuerdos lejanos, pero no distingue bien de qué.
La soga con que le ataron las manos le aprieta demasiado, la derecha ya casi está entumecida, no cree que tenga sentido pedir que la aflojen, muy pronto su cuerpo estará colgando del cadalso y será otra la soga que lo asfixie.
Pensó que sentiría pánico en este momento, pero no es así, está entregado ya, a este destino que no entiende, sumergido en un mundo de infierno del que quiere salir lo más rápido posible.
Sí le teme al dolor… no sabe si será rápido o si tardará unos minutos; le han dicho que no, que son sólo unos segundos de conciencia en que el instinto hace que el cuerpo quiera sustentarse en algo firme, buscando en vano un piso donde afirmarse, pero rápidamente después sobreviene la muerte.
Ya se ha imaginado tantas veces esta escena que hasta cree que puede convencerse que se trata de otra de las muchas pesadillas que poblaron sus noches desde que está en prisión.
Tal vez no sea cierto y otra vez, en medio de un grito de pánico sostenido, ahogado por el miedo que sobreviene en medio de la noche de los condenados, luego se despierte y se dé cuenta que no es real, que no ha llegado todavía el día tan temido, el del irrenunciable final al que lo han condenado.
Pero en aquellas pesadillas nunca fue tan intenso el hormigueo de las manos atadas, tan angustioso el tragar saliva que se ha vuelto, de repente, extremadamente amarga y escasa.
Le darán agua si pide? ya no, para qué, para demorar unos segundos más y sentir que tiene todavía garganta y cuerpo por el que se desliza el líquido? Más vale no pensar, dejarse llevar sin queja hasta el final de la escalera, escuchando apenas crujir la madera que amenaza ceder con el peso de los condenados y de quienes lo acompañan.

Juguemos - por Jose Orlando


Tengo miedo. No quería venir aquí pero al final me han convencido. Pero no quería…
Ir al cementerio no entra dentro de mi idea de una noche divertida. Además solo tengo once años, ya tendré tiempo de ir al cementerio cuando me muera. El cementerio de mi pueblo queda además en las afueras, tardaría más de 10 minutos en volver a casa corriendo si pasara algo. ¿Qué? ¿Que puede pasar? Yo que sé.

A Juan se le ocurrió la absurda idea de ir a jugar al cementerio. Al escondite nada menos. Es el más valiente de nosotros tres, dice que esto para el no es nada. Puede que no para él, pero para mí si lo es, es algo, algo que me aterra. No es que Luis sea muy valiente, pero no quiso echarse atrás, quizá por vergüenza. Aun así, Luis es más valiente que yo.
Bueno, ha llegado la hora de echarnos a suertes quien se la queda.
-Lo decidiremos a piedra papel tijera. -dice Juan.
Es algo razonable, lo único que puede haber de razonable estando en un cementerio a la una y media de la mañana para jugar al escondite, todo es una locura, pero es razonable sortear quien se la queda jugándonoslo a piedra papel o tijera.
Hay una probabilidad entre tres de que me la quede yo, espero tener suerte, no sería justo ser el que más miedo tiene y quedármela yo. Bien vamos allá. Tres dos uno…
Yo he sacado una piedra y Juan y Luis un papel, está claro, he perdido y a la primera. Me están entrando ganas de gritar, tengo que aguantarme, mi respiración se acelera.
Me han dicho que cuente hasta cincuenta en el ciprés que hay cerca de la entrada, y que luego los busque, solo eso, casi nada. Estoy ya de espaldas a ellos junto al ciprés, ya han comenzado a esconderse, no me ven ni me oyen, ya no aguanto más. Me he puesto a llorar en voz baja, ¿qué demonios hago aquí? ¿Cómo me deje convencer?
Bien, ya ha pasado un rato, me he limpiado las lágrimas con la manga y ya no se me nota que he llorado (creo). El cementerio es muy grande, yo en cambio soy muy pequeño. Estoy mirando desde el ciprés y no veo nada, tampoco oigo nada, no están por aquí cerca, seguro que se han escondido en lo más profundo. Un momento ¿y si oigo o veo algo y no son ni Juan ni Luis? Creo que me moriría aquí mismo.
Me cuesta empezar a andar, todo mi miedo se ha concentrado en mis pies, los siento muy raros. No estoy seguro, pero creo que me costaría hablar. Bien empecemos, hay mucho sitio por donde buscar. El cementerio tiene forma de rectángulo (más o menos), yo estoy en uno de los extremos, enfrente de mí hay tumbas individuales pulcramente organizadas formando lo que podría llamarse calles. Más adelante (hacia la mitad del rectángulo) está todo ocupado por criptas y tumbas individuales (pero estas más grandes y sofisticadas que las otras), creo que esto ocupa más de tres campos de fútbol grandes en total.

“La carta”- por Xesvs


Esta carta que a continuación reproduzco traducida a la lengua actual, fue hallada entre las pertenencias personales del inmortal escritor del siglo XVIII, Sir Arthur Widehold. El remitente de la carta era el también autor de renombre, Clayton Darkhole; amigo personal de Sir Arthur. Ambos fueron hombres ilustres de su época y sus obras han alcanzado merecido reconocimiento hasta nuestros días.
La carta, que durante un período de casi dos siglos, no tuvo más relevancia que la de formar parte de la documentación concerniente al escritor, captó finalmente la atención del historiador John McCorney, en 1962. El motivo de ello, se debió al contenido de la misma. Fue a partir de entonces, cuando un notable número de historiadores, lingüistas e investigadores de diversas disciplinas, ha ido estudiándola y ofreciendo opiniones a lo largo de años. Todos coinciden en la autenticidad de la carta, y a su vez, en lo desconcertante de su contenido.
Son varias las interpretaciones que se le ha dado, pero la que más apoyo recibe, es la de que se trató de algún método personal empleado entre ambos autores, para intercambiar ideas; debido quizás a sus ideologías políticas. Otros opinan, que no era más que un borrador de alguna nueva obra en mente, y que por alguna causa desconocida, Clayton Darkhole quiso hacérsela llegar a su amigo. También existe una denostada minoría que se inclinan por la propia obviedad del texto. No obstante, el contenido de la carta no deja de animar a la búsqueda de un definitivo y conciso significado para la misma.
Debido al paso del tiempo y al estrago de los duros ambientes bajo los que ha estado sometida en ocasiones; así como a las diversas manipulaciones sufridas por los numerosos estudios, hay párrafos de la carta que se encuentran gravemente deteriorados.
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La casa del silencio - por Fail.


Perdida la inocencia, ya nada puedes esperar del ser humano. Recuerdos malditos que marcaron la triste infancia en soledad. Luchas internas en el corazón de un niño que llora a su madre y abraza a su padre sin ser correspondido. Nunca puede descansar un alma descarriada que pide a gritos un poco de cariño.
Un amor que nunca acarició su pelo ni acunó sus llantos. El mundo gira entorno al mal. Todos saben historias, cuentan sucesos alrededor del fuego. Pero el miedo, la realidad está aquí, entre nosotros.
Una historia real, con un trágico final y una condena que se repite año tras año. La casa maldita de un pueblo dónde tuvo lugar un hecho atroz. Sara vivía aferrada a su madre, quien nunca le dedicó más tiempo del necesario y más cariño del permitido. Su padre borracho azotaba constantemente a la pequeña. Los gritos eran constantes en ese hogar, gritos de rabia, de dolor y humillación. La madre, arrepentida de haber traído al mundo una niña a la que realmente nunca deseó permitía que noche tras noche su hija fuera torturada por quien ella amaba ciegamente.
En su habitación, la niña adormecía a sus muñecas acunándolas con cariño. Nunca le enseñaron a querer pero en su interior necesitaba cuidar de sus pequeñas para que nada malo les sucediera.
Sara falleció en su cama. Aquella noche su padre se ensañó de tal manera, que sus pequeñas manos apenas pudieron tapar su boca para dejar de suplicar y aguantar la paliza con resignación. Sábanas teñidas de sangre inocente dónde el calor humano nunca tuvo cabida.
Cuenta la historia que años más tardes los padres de Sara aparecieron muertos en su habitación. Nadie escuchó nada aquella noche. La muerte en silencio del que castiga contra los gritos de rabia del que se venga.
Por la casa pasea Sara cuidando tranquila de sus muñecas y vigilando que nadie se atreva a perturbar esa casa dónde ahora reina la calma. No grites nunca si pasas por ahí, pues dicen que Sara se aparece a todos aquellos que molesten a sus pequeñas y no respeten la que es ahora conocida como la casa del silencio.
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La casa endemoniada - por Ana Rivas.


Daniel nunca supo cómo llegó allí, pero un día se despertó y comprobó que estaba en una habitación que no conocía, con muebles que no eran los suyos. Desesperado, se levantó corriendo, y fue hacia la puerta, y lo que se encontró fue un pasillo apenas iluminado, que no conducía a ninguna parte.
Quiso salir de allí, pero figuras fantasmales le agarraban y no encontraba resquicio entre esos seres para salir de allí. Sólo se le ocurrió volver a su habitación, donde al menos se sentía seguro.
Se sentó en un butacón que había junto a la cama y miró a su alrededor. Aparentemente no le faltaba ningún detalle ni comodidad. Alfombra, cuarto de baño, una tele, armario empotrado, la cama y una gran ventana. Se aproximó hacia ella y tenía barrotes, no veía nada de lo que había fuera porque su mirada se topó con un muro gris, apenas a dos metros de distancia.
Estaba angustiado, sudoroso y temblando y pensó en que tenía que buscarse una estrategia para salir de allí.
Sonó la puerta, levantó la mirada hacia ella, y antes de contestar, un ser fantasmal blanco y etéreo se acercó a él. Empezó a caminar hacia atrás, no quería que se acercara. Pero no podía hacer nada, porque más fantasmas entraron y le sujetaron, y el terror se apoderó de él.
Volvió a despertarse y desde aquel momento había ideado un modo de salir de allí. Cada vez que esos extraños espíritus, o seres traslucidos, o como quiera que fueran se acercaban a él, se dejaba hacer y no oponía resistencia. Poco a poco se fue haciendo con su confianza y se atrevió a salir de la habitación de vez en cuando. Evitaba mirar a esos espantosos personajes. Se había dado cuenta de que estaba en una casa endemoniada, sí ¡eso era! todo aquello era como una película de terror y como veía que nadie le iba a ayudar, decidió que sólo él sería capaz de encontrar la salida y esto se conseguía haciéndose amigo de ellos. Cómo lo haría aún no lo sabía, pero tenía que salir de allí como fuera porque si no, iba a volverse loco si no lo estaba ya.
Un día consiguió avanzar más allá del salón común, pudo hacerlo después de luchar con todos ellos evitándolos y rodeándolos y entró en otra sala, más oscura y siniestra y con muchos más seres que en el otro lugar de la casa. Ahora lo tenía mas difícil, veía la otra puerta pero no había manera de llegar a ella, ¿cómo podría conseguirlo? Sentía que estaba exhausto y cada vez que podía volver a su habitación, debía de nuevo evitar que aquellos demonios le volvieran a tocar. Perdió la esperanza, se sentía cansado y no se le ocurrió otra cosa que tumbarse en el salón y  cerrar los ojos, mientras miles de manos le rodeaban y le absorbían.
EN ALGÚN LUGAR, DOS AMIGOS JUGABAN A SU JUEGO FAVORITO EN EL ORDENADOR. UNO DE ELLOS PERDIÓ LA PARTIDA Y ENFADADO, DESCUBRIÓ QUE DE MOMENTO ERA INCAPAZ DE GANARLE A SU COMPAÑERO. SIEMPRE QUE LO INTENTABA, NO PODÍA  PASAR DE LA SEGUNDA PANTALLA.

“La cena de navidad de mi familia” - por Paula Vergara.


Un chivo cuelga de sus patas traseras y se desangra poco a poco, no sabe que va a morir, el simplemente intenta tapar la herida en su garganta con su larga lengua, pero el torrente no se detiene, y un dulce cansancio se apodera de su ser, se ha rendido; ahora, el verdugo se prepara para destazar el cuerpo.
En otra parte del corral, dos gallinas aguardan tranquilas, no tienen mucho que pensar, ya pusieron su huevo diario y descansan junto a la rama a la que están amarradas, entonces, otro verdugo toma por el pescuezo a una de ellas, lo jala y lo retuerce hasta que escucha un crujido, y cuelga al animal moribundo de las patas para que termine de morir, el aleteo dura unos cuantos minutos… la otra gallina acaba de cagarse sobre la tierra apisonada.
El cerdo que tardó un año entero en engordarse ya está listo, hay que buscar la ubicación exacta del corazón, porque si se desvía la navaja por donde no es, no solo se condena al animal a una muerte lenta y dolorosa, si no también muy ruidosa, porque sus chillidos pueden alargarse hasta el último aliento… tienen que dominarlo entre varios y fornidos hombres, es muy fuerte y su mordida puede ser peor que la de un perro, mientras el verdugo clava con extrema rapidez un afilado y largo cuchillo entre sus costillas, el animal se retuerce intentando defenderse, pero es muy tarde, su corazón se ha detenido, en cuestión de minutos estará totalmente desangrado y listo para la hoguera, con la que su piel se ablandará y será mas fácil arrancarle todos los pelos, que no le agradan para nada al abuelo Mancho.
Los machetes están afilados, las mesas de madera limpias y listas para recibir los trozos de carne y hueso que luego serán adobados y esperarán entre ollas y gatos hambrientos.
Calderos gigantes a fuego vivo cuecen sin piedad los trozos de carne que esperamos con ansias, el olor de la carne que ha sido criada en campo es inigualable, pero el contraste de la sangre que se coagula en las ollas en las que se prepararán las morcillas y otros embutidos es realmente repugnante… esas burbujas color rosado fuerte me recuerdan que hace unas horas la sangre fluía tranquila por sus venas vivas, pero aun así, yo tengo hambre!!!!
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La ciudad de la noche eterna - por Karu-Alkarine


Había oscuridad. Aquél joven se levantó de su cama y la única luz que percibió fue la de una lámpara a su lado en un pequeño buró gris. Se puso de pie y asomó por su ventana; las calles eran negras y gritos desesperados llegaban a sus oídos pidiendo ayuda: era la voz de una mujer, sin embargo no podía ver nada porque todo era negro a sus ojos; tomó una linterna. El alumbrado público se había apagado por quinta vez en menos de veinticuatro horas… algo andaba mal.


Hacía tiempo que extrañas criaturas rondaban libremente en la oscuridad como si se trataran de meras sombras que nadie podía percibir; no sabían cuantas ni donde estaban, solo debían tomar en cuenta que, cuando la luz era escasa, extraños sonidos comenzaban a emerger y era momento de tomar linternas en mano y alumbrarse. La oscuridad era peligrosa.

Había momentos en que la oscuridad se propagaba tan rápido que podía tragarse la luz y con ella a los habitantes de la ciudad… y todo quedaba en el olvido.

Nadie recordaba como se había dado el hecho de que la luz del día desapareciese. Todos los edificios y calles de esta ciudad estaban muy bien alumbrados, dándole a sus habitantes lo mas cercano a una vida normal; una vida feliz. Incluso la gente llegaba a creer que esa era la verdadera luz del sol, aún cuando hacía mucho que el astro no aparecía en el cielo.

El alumbrado público estaba enfilado por las calles; lámpara tras lámpara iluminaban toda la ciudad; la oscuridad era peligrosa.

Era común leer en los periódicos que gente desaparecía y era devorada por lo que no podían ver… solo quedaban rastros de sangre en el pavimento y ropa tendida como evidencia. Era peor que una epidemia.

El joven notó que el alumbrado volvía a encenderse; se asomó y vio solo algunas ropas en la calle. Un caminillo de sangre se alcanzaba a ver a su lado.

Él se sintió asustado y solo; se puso una gabardina negra y salió de casa para ver si podía hacer algo por aquella mujer, aunque sabía en lo más profundo de su ser que no tenía remedio.

Caminó por las calles de la Ciudad de la Noche Eterna, pensando. ¿Y si todas las lámparas se apagasen? ¿Qué sería de ellos? ¿De la ciudad?

Un extraño gesto apareció en su rostro al ver que, frente a él, después de caminar unas cuantas cuadras, todo el alumbrado se apagaba repentinamente; se giró para mirar a su espalda y notó que lo mismo ocurría. Se paró debajo de la lámpara que tenía más cerca… la única que mantuvo su luz.

Después de unos minutos la oscuridad se tragó la ciudad y gritos desesperados se escucharon por doquier; pedían ayuda. Sonidos extraños e irreconocibles apagaron los gritos: criqueteos, dientes, huesos rotos y roídos…

El joven aún tenía ese mismo gesto extraño en su semblante; terror y duda. A su alrededor, lejos de la luz que le protegía, podía distinguir un fuerte siseo; eran “Ellos”.

La luz de la lámpara bajo la que estaba comenzó a tintinear; el joven se pasó la lengua por los labios y sonrió temeroso.

Súbitamente la luz se apagó por completo; algo rozó sus piernas. No podía ver nada.

Escuchó una respiración en su oído y un escalofrío le recorrió el cuerpo:

–Bienvenido seas a nuestro mundo –Escuchó antes de morir.

La dentista - por felipoween.


Londres. Noviembre de 1806En una habitación de un segundo piso de un barrio obrero cerca del centro de la ciudad, se escucha un aterrador grito, retumbando en todo el edificio. La dentista Haide Silvayn y Agatha su ayudante, intentaban sacar una muela a un paciente, que estaba enloquecido por el dolor. -sostén al paciente que no para de moverse y no me deja trabajar. Después de una media hora de lucha contra el molar, lo saco y el paciente se retorció de dolor y empezó a fluir sangre del agujero enorme que había dejado.-corre tapa la herida, que hay una hemorragia. Agatha tapo la herida del paciente, su cara estaba desencajada y se había quedado pálido. Me sentía muy cansada, me lave las manos, mientras Agatha recogía todo y se despedía del paciente. Me quede sentada delante de mi mesa, con los codos apoyados y las manos en la cabeza.-como te encuentras?-bien, cansada de este trabajo y de esta vida tan desgraciada que llevo.-bueno, hay gente por estos barrios que viven peor que nosotras y no tienen nada, para poder sobrevivir dignamente.-es cierto, pero yo quisiera ir al centro y vivir con la gente rica.-bueno a lo mejor con el tiempo lo consigues, eres una buena dentista y te lo mereces.-gracias………. Ya te puedes ir, yo me quedare un rato con mis papeles.-hasta mañana, ten cuidado. Recuerda que hace un año, hubo aquellos crímenes, que el asesino les sacaba los ojos a las pobres victimas, y la vigilancia por las calles ya no es como antes. No te vayas tarde y descansa.-si es cierto ya no lo recordaba, me iré ahora mismo. Hasta mañana. Me quede una hora, ya era tarde. Medio dormida cogí mi abrigo y cerré la puerta. Al salir a la calle, el frío nocturno recorrió mis huesos y me hizo temblar todo mi cuerpo. La niebla todavía no era densa y la visión era buena. Aunque Londres era la ciudad con mas habitantes del mundo, en el barrio parecía que habían desaparecidos todos, no había ni un alma. Su pequeña vivienda estaba a seis calles.
El barrio, era un gigantesco laberinto de callejuelas, en cuyas fachadas de las casas se veía la miserable pobreza que sufrían. Caminado…………… pensando en mi vida, junto al frió alojado en mi cuerpo intente solucionar mi situación. Al girar una calle, me pare bruscamente, al observar una figura humana con una capa con gorro, que estaba de espaldas a mí. Mi corazón se asusto y mis temblores ya no eran del frió si no de miedo. La sombra era semitransparente y se deslizaba sigilosamente sin tocar el suelo. Asustada me apoyo en la pared de la esquina para que no me viera. Pero la figura se paro…..su cara giro hacia atrás, se quedo unos segundo sin moverse, levanto su mano izquierda, he hizo una señal para que le siguiera. No me pudo mover aunque quisiera, mis piernas se bloquearon y no tenía señal desde mi cerebro. La sombra continuo su aterrador camino, hacia algún destino tenebroso. Estuve un rato en la misma posición, hasta que mi cuerpo se despertó del bloqueo. Asustada y observando a mi alrededor llegué a mi casa. La noche fue larga, durmiendo por momentos y acompañadas de pesadillas. El día amaneció triste y oscuro. Como casi todos los días. Hoy sería un día diferente a los otros………………………….Llegue tarde, Agatha ya había abierto.-tienes mala cara Haide, no has dormido bien?-no, tuve pesadillas y la noche se mi hizo muy larga.-ya tenemos mas de cinco pacientes esperando en la sala.-bueno pues has pasar al primero. El día transcurrió normal. El último paciente del día salió por la puerta.-te tendrías que tomar vacaciones y descansar unos días. -quizás tengas razón, estoy agotada y no dejo de pensar en mi vida. Un día de estos pondré un cartel en la puerta, que ponga cerrado por vacaciones en busca de mi vida…….Se rieron las dos. No comente nada a Agatha de la figura, no quería asustarla y no sabía si era real, o solo una imaginación que tuve, para huir con ella algún lugar mejor que en el que estaba viviendo.-bueno yo me voy, te dejo con tus cosas, hasta mañana y cuídate.-gracias, lo intentare, hasta mañana. Estuve esperando en la silla, hasta la misma hora de la que salí ayer.

La espera - por Pepi Nuñez.


Cada noche espero su regreso, hora tras hora. El reloj parece detener su ritmo, a veces enciendo la luz para ver el despertador y apenas han pasado un par de minutos. Al final lo siento   entrar y como siempre encender la luz de la cocina, después abrir la nevera y sacar la botella de cerveza, me llega el olor a tabaco aunque él sabe que yo lo detesto. Al rato cuando se termina la lata de cerveza y el cigarrillo, se viene a la cama, entonces yo que estoy despierta finjo dormir.Ni el olor de la cerveza, ni el del tabaco logran disimular el olor a perfume barato. La mezcla de los tres me provoca y tengo que hacer esfuerzos para contener las arcadas. Una noche cuando él se duerme, me digo que no me merezco esa vida, así que empiezo a pensar en como terminar aquella falsa, en la que él presume antes su familia y amigos de ser un marido ejemplar, mientras yo sufro en silencio el abandono y los malos tratos.
A la mañana siguiente le digo que mi tía está enferma, que si me deja quedar esa noche con ella. Me mira con cara de asco y me dice:
– No creo que sirvas para enfermera, pero ve con ella, así se dará cuenta de lo bueno que soy, ja, ja.
No le contesto. Por la tarde a eso de las siete me voy casa de mi tía, que vive justo en la calle de atrás, en un edificio alto desde el cual se ve mi piso. Es muy mayor y se alegra mucho cuando le digo que me vengo a quedar esa noche con ella. Después de la cena y de charlar, mi tía se acuesta y yo me quedo un buen rato mirando la televisión. A la hora en que pienso que él regresa a casa me voy a la ventana, con el teléfono inalámbrico cerca. A eso de las tres llegó. Todo ocurrió de forma rápida, la luz de la cocina se encendió y la explosión de gas le arrojó por la ventana. Me apresuro a llamar a los bomberos, aunque he puesto lo que me interesaba en la caja fuerte, no es cuestión de perderlo todo.
Me pongo el abrigo y bajo a la calle a esperar a que lleguen. Les diré que al escuchar el estruendo, me asomé y vi que era mi casa. Por fin dormiré tranquila.  Se ha terminado la espera de cada noche.

La herencia - por VaneSa


Antonio era un hombre de unos treinta años, tenía su trabajo  seguro, amores que habían  pasado por su vida, pero nadie en especial por el momento .Adoraba sus pasatiempos al aire libre y sus paseos en bicicleta. Sin familiares cercanos porque  sus padres habían fallecido y era hijo único. El sabia de la existencia de un tío, entonces pensaba entre sí, que ya a esta altura seria un viejo avaro y cascarrabias, desde las ultimas noticias que había tenido,  siempre vivió solo en su vieja casa con sus tantos años como él o más .
Una  mañana despertaba con el pelo enmarañado y sus ojos tan pegados que no podía abrirlos mientras golpeaban la puerta , tratando de llegar otra vez  de un grito seco avisa …!ya voy¡…  había llegado el cartero con la correspondencia  informándole que su tío había fallecido, sin ningún otro pariente cercano el tendría el honor  de heredar  sus pertenencias. Llegado el día se puso en viaje  a la que sería ahora su nueva casa, contento, ya no tendría que pagar alquileres cada mes.
Se puso a recorrer las habitaciones y sin darse cuenta  se paso toda la tarde, en un momento se dirigió al sótano solo ahí le faltaba… hurgando había encontrado varias cosas interesantes, entre ellas un cuadro, era un retrato  de su tío, le llamo la atención, estaba muy escondido, pero con una mirada que le atajo desde el primer momento .Le saco un poco las telarañas y lo despolvó, estaba cansado, lo colocó en una mesa que ahí mismo se situaba.
Decidió irse a dormir ya que el sueño le surgía ,ya conciliado hace no más de cinco minutos ,su cuerpo comenzó a temblar, traspiraba ,deliraba entre sueños era como si quería despertarse, y no podía, solo se le presentaba aquella mirada…  la del cuadro.

La hora del recreo - por Marisol


Un ¡¡¡RING!!! Avisa sobre la hora del recreo, los niños corren entusiasmados por los pasillos, y Lucke, un niño de 12 años que salió el ultimo porque había sido castigado, avistó en el final del pasillo una extraña luz y varias sombras a su alrededor.
Lucke se acercó lentamente hacia la luz. Conforme iba avanzando, notaba como las piernas les temblaba del terror. Llegando a la entrada, alguien le habló:
Adelante, si quieres descubrir los misterios que se ocultan en el ‘Bosque de la Prueba ‘’.
Cada vez le temblaban más las piernas, hasta que se derrumbó como un muro viejo.
S … si, acepto dijo con voy débil y apagada.
Tras un momento de silencio, volvió a hablar aquel ser oculto:
Bien … sitúate en el centro de la luz que observas, por favor.
Luke se levantó del suelo y se situó en donde le dijo. Sintió como un estremecedor calor le recorría el cuerpo y, en cuestión de segundos, había desparecido del colegio y estaba en un bosque, realmente bonito. Un lago y un gran arco iris se extendía hasta donde la vista alcanzaba.
Inspeccionando la zona, Lucke avistó una choza. Se acercó a ella y volvió a escuchar aquella voz:
Excelente, estas a un paso de descubrir el misterio de este Bosque, nadie ha sido capaz de llegar al final, pero tu tienes un gran valor. Si quieres continuar, entra en la choza y colócate en la estrella que verás en el interior.
Lucke hizo caso y, al colocarse en la estrella, una gran oscuridad le rodeaba, en este momento fue cuando más miedo notó, pero aguantó.
Lucke desapareció sin dejar ningún rastro.
¿Dónde estoy?
Aquel lugar era otro bosque, pero marchito, daba la sensación de que cada paso que dabas era espiado y estudiado con esmero.
Da la cara, ya estoy harto de tus juegos …
Lucke, echó a llorar, aun no estaba preparado para aquel episodio de su vida, quería volver a su casa.
Lucke, aun estas a tiempo de volver a casa, ya has demostrado tu gran valor.
¡NO! Quiero continuar, deseo continuar, además, te he pedido ya que des la cara.
Bien, como quieras, me mostraré.
En aquel momento, un rayo atravesó el cielo y apareció una silueta, que, por causa de la luz, no se podía contemplar bien.
Cuando la luz cesó, Lucke se llevó un gran susto al descubrir que no era un ser humano, sino un minotauro.
Ahora que ya conoces mi forma, he de decir que no existe el misterio, y que vas a morir en este mismo instante, ten esta espada, si sabes utilizarla.
Ser malévolo, aquí el único que morirá serás tú.
Je je, ignorante … .
Había empezado una batalla que prometía ser larga y dolorosa para los dos, ambos luchaban bastante bien …


“La mosca” - por Roberto Muñoz.


Acabo de matar a mi marido. Vale. Dicho así puede ser que suene fuerte. Lo sé, el padre de mis hijos, el amor de mi vida, mi alma gemela, ¿no suena bonito? Esa puta manía de pegarme cada vez que llegaba del bar parece que termina aquí.
Digo parece, porque a ese hijo de puta es capaz que ni en el infierno lo quieran y tengan que devolverlo. Aunque para eso ya me encargué de cortarle los talones cuidadosamente. Creo que aunque vuelvas del más allá nunca podrás andar amor mío. ¡Estás tan guapo sin pies! De hecho, nunca te había encontrado tan atractivo hasta la noche de hoy, mírate, ahí tirado en la cama, con ese pijama ridículo, por no hablar de las putas sábanas del real Madrid. Dios. Patético, ¿Qué tienes 15 años amor? Tu vida siempre ha girado en torno al futbol. Las putas y el alcohol. ¿Crees que no lo sabía? Vamos, todo el mundo sabía que te gustaba follarte a las negras. Darle por el culo hasta que gritasen de dolor, desahogarte con ellas. Asco de raza negra. Es lo que solías decir ¿no? ¿Cómo dices? No te escucho bien cariño, espera te voy a rajar la boca un poco más para que puedas hablar mejor. Listo. ¿Recuerdas la gracia que te solía hacer ver al joker en televisión? Pues ahora tienes dos cosas en común con él, ambos estáis muertos y tenéis esa puta sonrisa en la cara. ¿Por qué tan serio? Siempre te pasabas la vida amargado, y ahora que no estás vivo no puedes dejar de sonreír. Y es que uno nunca sabe lo que el señor nos tiene preparado, ¿verdad? ¿Pensabas que por ir a misa los domingos y comulgar ibas a ser mejor persona? ¿Dónde está tu Dios ahora? Quizás este arriba descojonándose de cómo has acabado, ¿no crees? Ya sabes que él y yo no nos llevamos muy bien desde mi infancia en la escuela católica. Creo que estar rodeada de monjas todo el día no me hizo ningún bien. Recuerdo que algunas de esas cabronas me amarraban el brazo izquierdo, para que aprendiera a comer con la mano derecha. Todo un acto divino. Reza por la mañana. Reza por la tarde. Reza por la noche. No folles. No te masturbes. Dios es bueno. Dios nos quiere. ¿Piensas que si hubiera un Dios el mundo sería realmente cómo es? ¿Permitiría que te matase tan fácilmente? Basan todo en Dios, pues sus vidas son tan patéticas que tienen que refugiarse en eso. Sí. Se mienten ellas mismas a diario. Pero bueno, no pasa nada. Eso es lo que hacemos todos para ser felices. Aparentar ser felices. Mentirnos a nosotros mismos.

Las campanas - por Nieves.


Llego al pueblo respondiendo a un anuncio de trabajo, estaba cansada y tenía mucho sueño eran las seis de la tarde de un nubloso día de enero. Le sorprendió la tranquilidad que se respiraba pero más le sorprendió no ver a nadie por la calle, aunque era invierno en los pueblos costeros casi siempre hay gente por todas partes.
Justo a medio bajar la cuesta que conducía al muelle el coche se paro, cosa tremendamente rara si tenemos en cuenta que ella no pisaba el freno, pero el coche se negaba a moverse, se bajo  y miro a su alrededor, no había nadie que pudiera ayudarla pero no fue eso lo que mas la inquieto sino el hecho de que no se oía nada…nada, ni siquiera el mar que estaba a unos veinte metros a su derecha. Escucho atentamente intentando captar sonidos, una televisión, una voz, tintinear de vasos…algo.

Pensó en no ser tan aprensiva y buscar ayuda, en alguna parte tenía que haber un bar, tiendas o un centro policial. Empezó a sentirse mal cuando vio que todas las casas de la calle estaban tapiadas, y también las ventanas, debía haberse equivocado en el cruce anterior decididamente este era un pueblo abandonado.

De pronto sonaron las campanas de la iglesia y al mismo tiempo se apagaron las luces de toda la calle…muy asustada corrió hacia el coche pero no podía encontrarlo ¡no estaba!

Entonces oyó otro sonido y deseo que todo fuera silencioso como antes, era un alarido casi infrahumano, un grito de mujer…aterrador. No estaba sola después de todo; alguien gritaba como si le estuvieran arrancando la piel como si… ¡El dolor! El dolor la aferro, recorrió todo su cuerpo y se desmayo.

Cuando despertó el dolor era insoportable y casi no veía, poco a poco se le aclaro la mente, seguía escuchando las campanas pero de una manera muy lejana, ya no oía el grito de mujer, ahora solo oía lamentos y gemidos, se sentía “como flotando” pero no podía moverse…entonces se despejo por completo y comprendió…se salto el cruce, el grito que oyó fue su propio grito y no podía oír el mar porque estaba dentro de el; Con todo su cuerpo roto no podía salir, se estaba ahogando, seria parte de la nada de aquel pueblo que nunca llegaría a ver…solo pudo oír las campanas de la iglesia, que parecían tocar a muerto.

Las mejores amigas - por Luiselis


19 de marzo de 1986 – 7:50 am
Desperté como todas las mañanas en el campamento de Arizona, era un día extraño, poco soleado y todo lo que escuchaba eran ruidos muy fuertes y un fuerte dolor en mi ojo.
Me encontraba en la cafetería, mientras me encargaba de cuidar a los niños más pequeños del campamento. Entonces una joven de mi edad se sentó a mi lado.
-          Que aburrido es tener que cuidar de estoy estorbos ¿Por qué no hacemos algo más divertido con ellos? – acerco su mano y sentí la necesidad de tomársela. -  Soy Samanta.
-          Melisa. Mucho gusto.
La chica sonrió y llevándome de la mano no paro de decir cómo nos volveríamos las mejores amigas. Era una chica extraña, excesiva con la sangre y el arte. Quise interrumpirla pero seguía sintiendo la necesidad de seguirla y obedecerla.
-          Ahora vamos a divertirnos un poco con estos niños… y veras muy pronto que amaras este juego… ese será mi deber.
No sabía a lo que se refería hasta que fue demasiado tarde. Tomo a unos de los niños más pequeños y le inyecto un paralizante, después lo ato y para que mantuviera cerrada la boca le hizo consumir una taza de agua hirviendo. Y ahora si quede aterrada y a la vez encantada – ella era una artista en verdad -. Empezó a quemar cada centímetro de carne del niño hasta dejarlo carbonizado, después con una navaja empezó a dejar al descubierto la carne.
-          ¿Sigue vivo?

“Leyenda urbana” - por Drusi Venerea.


-No sé si realmente pasó, no quiero pensar en ello, cuando no se piensa en algo, ese algo no existe, desaparece, muere… No quiero pensar en ello, sin embargo, no puedo evitarlo..
Al abrir los ojos esa mañana no sabía si había sido un sueño, un horrible sueño, o en verdad había sucedido. Si fue un sueño, ¿por qué tengo estas heridas?; si pasó en verdad, ¿cómo llegué a mi cama? Las leyendas urbanas nunca las he creído, nunca me han inmutado. No sé qué pensar, no quiero pensar…
La casa era enorme, la madreselva la cubría casi en su totalidad, decenas de ventanas con cortinas negras parecían mirarte como miran los ojos vacíos. Había jardines grandísimos con docenas de árboles, altos y de follaje tan espeso que el sol no lo atravesaba; todo en esa casa era lúgubre  y frío.
Atravesé los jardines, sin prisa, observando los estanques y fuentes cubiertos de lirio acuático; no sentía miedo, no había razón para sentirlo, (o eso creí). Llegué a la puerta principal que estaba abierta, escuché una música, ligera y muy tenue, la seguí atravesando el salón principal, subí y bajé tantas escaleras que ya no sabía si estaba arriba o abajo, demasiadas habitaciones, demasiadas puertas, salones enormes… En otros tiempos debió ser una mansión muy lujosa con sus pisos de mármol y retoques en madera, con candelabros gigantescos iluminando cada salón, con muebles de época y sirvientes todos vestidos impecablemente… Ahora todo estaba lleno de polvo, moho y ratas. ¿Quién querría vivir ahí? ¿Quién soportaría ese olor? ¿Olor? Sí, como de sangre, como de muerto…
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“Cientos de cadáveres apilados junto a las jaulas donde están las próximas víctimas, sólo unos pocos han salido de ahí con vida, pero están dementes: se creen felices después de haber estado en ese lugar y vivido aquel horror.” Relatos de la casa última de la calle. Nunca los creí.
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Linazas y Trementinas - por Sinuhé.


Abel es un tipo normal, a sus cuarenta años el arte todavía corre por sus venas, pero hace ya bastante tiempo que renunció a sus sueños artísticos. Ya no quedan capillas sixtinas libres para pintores sin padrinos adinerados. Pero éste hecho, el saberse uno más del montón nunca fue para Abel una decepción, porque la vida anestésica de bares y caricaturas se ocupó desde que era bien joven de prepararle para ese fatídico momento.
Abel vive en una destartalada buhardilla de un destartalado barrio periférico en una gran ciudad. Los fines de semana los pasa en el parque pintando caricaturas a los despreocupados paseantes, que por algún motivo, les divierte y pagan por ver sus caras deformadas en cuatro garabatos rápidos. Los martes y los jueves, da clases de pintura a un grupo de jubilados en el local social del barrio, esto tan apenas le reporta algún beneficio económico, pero  le divierte ver como el tembleque de las manos puede llegar a imitar a la perfección los trazos de algunos famosos expresionistas, y el resto del tiempo lo desperdicia   en pintar trípticos horteras para un par de tiendas de marcos, venidas a pequeñas galerías de arte para el populacho.
 Todo esto le da para subsistir más o menos bien y para costearse su gran vicio, la pintura. Porque para Abel, las caricaturas y el cortar maderas y decorarlas con desperdicios no tiene el más mínimo valor ni aliciente artístico, lo que a él le hace disfrutar de verdad son los auténticos retratos. El hiperrealismo humano, el fotografiar con sus pinceles y capturar la esencia misma de las personas; su mirada, su alma, su realidad e incluso su fragancia.
Por desgracia, su precaria economía no le permite costearse a modelos de carne y hueso y los voluntarios en el barrio han ido desapareciendo con el paso de los años. Ahora  incluso todas las putas que suele frecuentar conocen ya su debilidad y le cobran más por posar  que por dejarse follar.
Es por esto que Abel comenzó un día, sin apenas darse cuenta, a imaginar  sus propios modelos. Al contraluz de la gran ventana de su buhardilla, Abel entrecierra los párpados y ante él se materializan los más variados personajes, primero se forma el perfil que después se va rellenando lentamente hasta que todo el conjunto cobra vida. Es entonces cuando Abel abre los ojos de nuevo y comienza, con trazos rápidos, a crear sus magníficos retratos. Con el tiempo, estos personajes son cada vez más reales para él.

Lobo en un bar - por David Rodríguez.


En el bar local, mientras sonaba aquel tema de Eric Clapton “Love In Vain”, se encontraba ese personaje apesadumbrado que miraba el tarro de su cerveza casi terminado, observe detalladamente que su mirada reflejaba un tinte de concentración, no por el tarro, ni por el ambiente del bar local, más bien en su mirada algo le perturbaba, parecía como fijo en un punto de su vida, como atrapado en sus recuerdos que no parecían ser gratos, su mirada mostraba dolor, pensé por un momento que era por la muerte de algún ser querido.
Al ver esa escena tan inquietante, decidí pedir al cantinero un tarro de cerveza negra, como para pasar el momento; después de un rato note algo extraño en aquel hombre sentado a 3 sillas de distancia, su rostro se mostraba demacrado, afligido, barbado, ojeroso, no por ser un indigente o alguien sin fortuna, parecía más bien doblegado por algo muy distinto, como si le faltara algo, como si nunca hubiera tenido algo esencial en la vida,  y era notable la presencia de ese “algo”.
Sin más reparos me  acerque y le invite un tarro de la mejor cerveza del local, me senté al lado y le pregunte…

Locura en la oscuridad - por Fail.


Los ruidos de la ciudad han cesado, no sé qué hora es pero debe ser más de media noche. La misma sensación de siempre me invade cuando todo queda en calma.
Los pensamientos vuelan, veo luces en mi cabeza, que sensación más desagradable la de saber que estás loca. Sí, sé que no debería darle más vueltas, pero mi locura me recuerda una y otra vez que no hay salida, no puedo escaparme de ella.
Los recuerdos se vuelven borrosos… ¿quién soy yo?, ¿quiero a alguien? no puedo centrarme en una sola cosa, los gritos me ensordecen y mis lágrimas se secan antes de llegar al suelo. ¿Cómo he llegado a este estado? He sido feliz en medida de lo posible. Ahora ya no sé ni qué camino debo tomar.
Enciendo un cigarrillo, imagino formas imposibles en el humo e intento atraparlo. No sé qué me ocurre, pero no dejo de sonreír mientras apago el cigarrillo en mi brazo.
Me arrastro por el suelo, el chirriar de mis uñas en el frío mármol calma mis nervios, ¿quién soy yo?, ¿quiero a alguien? no recuerdo nada de lo que me sucede durante el día.
Desde el suelo me miro al espejo de la habitación y no soy yo, mi locura transforma mi rostro, me observo nítidamente y me doy miedo a mi misma al imaginar que soy capaz de hacer cosas terribles, que mis pensamientos se vuelven cada día más…crueles.
Mañana amanecerá y un nuevo día me devolverá a mi realidad. Sólo las marcas en mis brazos y los arañazos en mi piel me recordarán que en la oscuridad no soy yo y no, no quiero a nadie.

Me declaro culpable - por Daniel Román.


Me declaro culpable de haber leído acerca de la teoría de la relatividad. Siempre fui bastante curioso.
En algunos casos resultó ser algo positivo, pero en otros no. Bien lo dijo aquél autor cuyo nombre no recuerdo, “…benditos sean los ignorantes”. Refiriéndose a que cuanto más sabía un individuo mayor era el sufrimiento respecto a ciertos puntos.
No me pidan una mayor claridad a la hora de escribir, pues no soy más que un escritor aficionado.
Así fue como una de tantas noches -esas en las que te quedas sentado en silencio viendo como se mueven las agujas del reloj, o contando las hendiduras del cielo raso, o calculando cuantos sonidos diferentes otorga el silencio de la noche- me pongo a leer esta teoría de Einstein sobre la luz y el comportamiento del tiempo con respecto a la velocidad… ¿Por qué todo no pudo ser más simple?
Luego de leer algunos párrafos, al volver a observar el reloj noté algo extraño en él. Ya no era el mismo reloj que había observado minutos antes. En primer lugar porque ya no era el mismo yo. En segundo lugar porque el reloj que tengo en mi mesa de noche siempre tuvo un defecto. Cuando marcaba las nueve tenía un desperfecto que hacía que el minutero quedara estancado por un pequeño bulto que tenía en la superficie que marca las horas y los minutos.
Allí fue cuando me pregunté ¿si observo un reloj en movimiento que al cabo se detiene significa que el tiempo para mí también se detiene?
Pues no. Esa fue una pregunta estúpida lanzada al aire por mí mismo.
Pero, ¿Cuántas veces estando yo ahí ese reloj se detuvo marcando las nueve de la mañana o las nueve de la noche? ¿Cuántas veces no me detuve yo con él? Al cabo el reloj murió por la pereza de destrabarlo de sus nueve. Quedó en el olvido, marcando quizás eternamente sus nueve.
Eso pasa siempre, no siempre con los relojes pero sí con todos nosotros. Curioso un mundo donde nos regimos por simples tics-tacs, esa pereza capaz de matar el tiempo. Y decían que el tiempo era oro, pues no, es mera relatividad.
Todo me parecía más simple antes de leer eso.